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May
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PdS: Muerte en el Everest; Tener ideas interesantes

18
May
24

Desembarco a través de la rendija

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«Declaración Universal de Derechos Humanos, “Artículo 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
LA HOJA ERRANTE      

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Cortesía de Rafael Bordao, Ph.D. / Facebook                                    
COMPARTIENDO LECTURASEmoji

Prefiero ser yo extranjero en otras patrias, a serlo 

en la mía. Jamás voy a envilecer mi alma pidiendo 

permiso para salir y mucho menos

para entrar a mi patria -José MartíCualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, 
simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima. 
-Oscar Wilde
NOTA:

Estimados lectores, amigos y amigas:

Comenzamos este primer Desembarco del 2024 con un texto del profesor y escritor español, Antonio Domínguez Rey, que arroja luz sobre nuestro común amigo, Louis Bourne, fallecido a mediado de diciembre y encontrado muerto en su casa de Millesgeville, Georgia, la víspera de Noche Buena del 2023; y mantenido en la morgue de dos funerarias: primero en la de Millesgeville y después en la de Macon, un pueblo que está a 30 milla de su casa. Según me dijo una profesora compañera de Louis, la autopsia se la hicieron en la primera semana de febrero 2024, y esa demora se debió al protocolo de la policía al no poder contactar a ningún familiar, y a las reglamentaciones de las funerarias; y como nadie de su familia se presentó (tal vez nunca se enteraron) para reclamar el cadáver, la policía mandó a pedir a Madrid, España, la impresión dental del occiso, para identificarlo y proceder a la autopsia, después de la cual se procedería a la cremación. Pero todo este trajín tomó dos meses, mientras el pobre Louis continuaba insepulto y refrigerado en la funeraria, esperando (¡después de muerto!) por los trámites burocráticos humanos. Me queda claro que el poeta no estaba preparado para irse, quería terminar sus tareas, al menos tener tiempo para despedirse de aquellos que lo queríamos y apreciábamos su amistad y compañía. Hasta el momento no sabemos cual ha sido el desenlace de su partida, pero deseamos que ya esté descansando, sin los problemas de salud que lo aquejaban, mirándonos desde un nuevo contexto, relacionado con la escritura celeste, donde todo se hace luz, sencillez y pureza. EPD.El artículo que le sigue Yo acuso: la llamada de Stalin a Pasternak comenta los Tres MinutosSobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak, así se llama la obra de Ismaíl Kadaré, que recupera el episodio de la llamada de Stalin a Boris Pasternak, por entonces el mayor poeta soviético, en un libro inclasificable por su variedad temática. Esperamos que este artículo despierte su interés por conocer más los traumas causados por el comunismo soviético a los poetas e intelectuales de la época. A continuación viene La palabra del día (Masacre) donde se explica el origen, la trayectoria y el significado de la palabra… Para salir del laberinto es un artículo, donde s

oñamos con encontrar la salida de nuestro laberinto y no nos damos cuenta de que cada vez nos hundimos más. ¿Hay salida? Veremos…El fragmento La tarea del traductor (1923) de Walter Benjamín que publicamos aquí, es un ensayo indispensable para comprender los mecanismo que debe perseguir el traductor a la hora de enfrentarse con un texto literario. Lo más probable que después de leer este breve ensayo, el lector interesado en la traducción, tenga las herramientas necesarias para realizar su primera versión.Algunos libros del año es un repaso a los libros publicados en 2023, en el que hay deslumbramientos y también alguna decepción. El autor opina, nos da su criterio de los libros que le han causado interés, aquellos que considera bien escritos, y de los que le produjeron sueño, aburrimiento y decepciones…Jornadas medievales en Ávila se trata de las diez mejores novelas históricas del 2023 que nos descubren acontecimientos pocos conocidos. Información sobre la guillotina. La primera cabeza que cortó la guillotina fue la del ladrón y violador francés Jacques Pelletier, el 25 de abril de 1792 a manos del verdugo oficial de París, hijo de una extensa dinastía de verdugos, Charles Sanson; el mismo hombre que decapitó a Louis XVI, a María Antonieta, a Danton, Robespierre, Saint-Just, y muchos otros. Se cree que más de 40,000 personas fueron decapitadas durante el ‘terror francés’ (1793-1794). Otro dato interesante ocurrido ese mismo día en que se puso en marcha la «cuchilla nacional» -como se le decía entonces a la guillotina- fue escrito y compuesto el himno de La Marsellesa, por el poeta, músico y militar francés, Joseph Rouget de Lisle, un revolucionario moderado, que se salvó del Terror gracias al éxito de su himno. Autor de romanzas y de algunas óperas, vivió oscuramente durante el Imperio y la Restauración, hasta su muerte en Choisy-le-Roi en 1836.El 171 natalicio de José Martí. El pasado 28 de enero se cumplieron 171 años del natalicio del apóstol de Cuba, José Martí. El breve ensayo «Mi raza» de José Martí que publicamos aquí, apareció el 16 de abril de 1893 en el periódico Patria de Nueva York, y coincide con la publicación de la Constitución de Guáimaro, cuando todavía existía la esclavitud en Cuba; la abolición comenzó en 1880, pero no terminó hasta 1886; es decir, pocos años antes de que Martí escribiera su lúcido ensayo. Hasta su último minuto Martí dedicó su vida a lograr la plena independencia de Cuba. Su creencia intransigente en la democracia y la libertad para su patria, es lo que caracterizó su ideología política.Una sinfonía para Jorge Aguilar Mora. Jorge Aguilar Mora (1946-2024), ensayista, crítico literario, poeta y novelista, fue uno de los escritores mexicanos más importantes, pero menos conocidos. Saltó a la palestra pública en 1978 cuando se publicó su tesis doctoral, La divina pareja: Historia y mito en Octavio Paz, en donde habla a favor y en contra de Paz. El artículo nos informa detalladamente las fricciones surgidas entre los diferentes intelectuales que participaron en la contienda, a partir de la publicación de La divina pareja.ENTREVISTA.«Un psicópata realmente es un monstruo, inteligente y con un punto muy humano». «Muerte en tres texturas» Cristian Schleu «Cuando la muerte reserva mesa, reza para que no sea tu nombre». Es una trama que genera mucha dopamina inicial, pero realmente son los personajes los que al final liberan en ti esa oxitocina que crece más a largo plazo. Al final de la entrevista el autor articula su gusto de lo que significa una buena novela…

Entrevista a Victor Sebestyen. “Lenin siempre supo que tendría que haber terror para crear su Estado”. A propósito del centenario de la muerte de Vladimir Lenin, Daniel Gascón conversa con el historiador húngaro acerca de la publicación en español de su biografía del líder bolchevique. En la charla se habla de la importancia del libro ¿Qué hacer? que escribió Lenin, se dice que ese libro fue usado por Hitler, Mussolini, los musulmanes lo han usado en sus tácticas terroristas, y nos extraña que no mencionen el nombre de Fidel Castro, el máximo líder de la dictadura comunista cubana.

El discurso de Milei en Davos contra el socialismo: ¿Arcaico o necesario?. El mandatario argentino, Javier Milei, que asumió la presidencia el pasado 10 de diciembre, afirmó en el pasado Foro Económico Mundial (en Davos) que «Occidente está en peligro». Su discurso estuvo repleto de elogios al liberalismo económico, culpó al socialismo de la pobreza, de promover la idea de que el hombre daña el medioambiente y de la agenda del aborto. El Foro con sede en Ginebra (Suiza) fomenta una cooperación público-privada, que integra a los principales líderes económicos, políticos y empresariales del mundo. El Foro Económico Mundial fue fundado por el economista de origen alemán, Klaus Schwab, en 1971, y su fin consiste en poner en valor determinados aspectos en las agendas globales y regionales.Trujillo y la resistencia dominicana. Este delicioso artículo pone al descubierto todos los desmanes llevado a cabo por el dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, que dominó con mano de hierro a la República Dominicana desde 1930 a 1961. El Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, da a conocer todas las atrocidades y crímenes de la dictadura trujillista, y la desigual lucha que tuvieron los dominicanos, para deshacerse del sanguinario tirano y de su camarilla asesina. La UNESCO ha declarado el museo como Memoria del Mundo. Vale la pena visitar este museo si alguna vez nos encontramos en Santo Domingo.
Poesía: vario autores. Sobre la poesía dejó dicho Gustavo Adolfo Bécquer: «No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía«. Los poetas aquí incluidos son: Antoine-Vincent Arnault (Francia, s. XVIII); Aleister Crowley (Inglaterra, s. XIX); Dereck Walcott (Santa Lucia, s. XX); Boris Pasternak, (Rusia, s. XX); Michel Houllebecq, (Francia, s. XX, XXI).
Pierre Bonnard (Francia, 1867-1947). Extraordinario pintor, fotógrafo y litógrafo francés, perteneció al grupo simbolista de Los Nabi, todos ellos fueron influenciados por Gauguin y los japonistas. En sus óleos prevalece el color y el arte de Gauguin. La producción tardía de Bonnard se considera precursora de la pintura abstracta, al menos en alguna de sus variantes. Su larga vida le facilitó conocer el período cubista y surrealista, pero nunca fue absorbido por ninguno de esos movimientos pictóricos. Con sus pinturas damos por finalizada esta caravana de arte y literatura que compartimos con ustedes a través de una rendija, y esperamos que algunos de los textos enviados sean de vuestro agrado, y nos hagan llegar -si así lo desean- cualquier comentario que serían bienvenidos.
Sin más, les saluda atentamente,
Rafael Bordao.

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Palabra amiga: memoria de Louis Milton  Bourne 

Louis Bourne en el restaurante Versailles de Miami, el 15 de septiembre del 2023.                                                 / Foto: Rafael Bordao.

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Por Antonio Domínguez Rey

ANTONIO DOMÍNGUEZ REYFilósofo, Catedrático de Lingüística y escritor.149 artículosAntonio Domínguez Rey artículos en El ImparcialEl Imparcial

Hace un mes aproximado, falleció en su domicilio de Milledgeville (Georgia) el hispanista norteamericano Louis Milton Bourne (1942-2023). Lo hallaron muerto el 23 de diciembre después de alertar a la policía amigos suyos españoles, pues no respondía a las llamadas ni contestaba a mensajes digitales. Había anunciado su llegada a Madrid el día 15 del mismo mes. Louis era profesor emérito de lengua y literatura española en el Georgia College & State University, pero había vivido casi cuarenta años en Madrid, adonde regresaba por Navidad y en vacaciones de verano. En la sede madrileña de la Universidad de Nueva York inició el doctorado con una tesis sobre Rubén Darío, dirigida por Antonio Regalado y sostenida en el centro neoyorkino (1998), publicada luego en Málaga. Asiduo de tertulias, actos y especialmente del Museo del Prado -poesía pictórica-, vivió como traductor y profesor de inglés en diversos organismos (más de un año en Radio Exterior de España), empresas y para particulares. Pertenecía a la Real Academia de Doctores de España. Su verdadera vocación era la poesía, la traducción al inglés y la pintura. “Mis traducciones también son poemas, pero con el guión de otro poeta”, me escribió en cierta ocasión, subrayando la palabra “poemas”.

Desde Vicente Aleixandre, Premio Nobel de 1977, traducido por Bourne en antología de 1966 (The Crackling Sun), otros poetas de la generación del 27, Alberti, Gerardo Diego, Jorge Guillén, diseminados en revistas inglesas o norteamericanas -Poetry Review, Sunk Island Review, Stand, New Directions, International Poetry Review, Illuminations-, y poetas de décadas posteriores hasta los años 80, 90, primera del siglo XXI, el goteo traductológico de Bourne ha sido ejemplar y sin apenas reconocimiento alguno. Inclúyase en esto el casi sordo agradecimiento de los autores escogidos. Se trata de una verdadera selección antológica de la poesía española contemporánea en lengua inglesa. Cabe citar, del 36, a Carlos Bousoño, Blas de Otero, José Hierro, José L. Hidalgo, Rafael Montesinos, Rafael Morales (estos dos últimos poetas representantes del garcilacismo); del 50, especialmente, a Claudio Rodríguez, José Á. Valente, Francisco Brines, Gil de Biedma, Edmundo de Ory (postismo), Ángel González, Manuel Álvarez Ortega, José M. Caballero Bonald, Manuel Mantero, Victoria Atencia, Antonio Gamoneda; del 60, a Rafael Soto Vergés, Jesús H. Tundidor; del 70 y novísimos: Clara Janés, Pureza canelo, Justo Jorge Padrón (The Circles of Hell. On The Cutting Edge, Memory of the Fire, de 1981, 1988 y 2004, respectivamente), Jaime Siles, Antonio Colinas, Guillermo Carnero; del 80: Andrés Sánchez Robayna (The Book, Behind the Dune, 217), Carlos Marzal y otros poetas, tanto españoles como hispanoamericanos. Entre estos, Octavio Paz, Roberto Juarroz, Nicanor Parra, Germán Belli, Arturo Corcuera, Olga Orozco, Reinaldo Arenas, Heriberto Padilla, Jorge Valdés, Jorge Valls, Rafael Bordao. Asimismo, portugueses, particularmente Casimiro de Brito, rumanos, como Ion Caraion, y de otras nacionalidades, en cuya versión al castellano intervenía también Justo J. Padrón. Tradujo además poemas de David Gascoyne, Rodney Pybus, Galway Kinnell, Robert Bly, de quien deja una antología pendiente de edición. Dirigió, por otra parte, la revista The Carolina Quartely (EEUU, 1962-1964) y fue redactor jefe de Equivalencias (Madrid,1982-1993), revista internacional de poesía editada por la Fundación Fernando Rielo y dirigida por su amigo Justo J. Padrón. Contribuyó asimismo como asesor literario y autor en la Revista Iberoamericana. SERTA. Poesía y Pensamiento Poético, editada por la UNED desde 1996 hasta la actualidad.

Únanse a todo esto los numerosos artículos, estudios y conferencias sobre novelistas en diversas publicaciones literarias y profesionales, entre otros los narradores Juan Goytisolo, Javier Marías, Jesús Ferrero, Antonio Ferres Bugeda, etc.

La vocación poética y traductora de Bourne quedó sellada en 2021 con la creación de una beca anual (Professor Louis Milton Bourne Fellowship) en el Centro Rey Juan Carlos I de España de la Universidad de Nueva York y el Master of Fine Arts in Creative Writing in Spanish. Va destinada a estudiantes con escasos recursos económicos e interesados por la escritura en español y la traducción inglesa. Doy fe, por otra parte, de que pensaba donar asimismo su legado español al malagueño Centro Cultural Generación del 27 o al Instituto Cervantes, más inclinado a la primera opción que a la segunda. Esto queda, no obstante, en el aire, pendiente de si Bourne redactó testamento o consta su voluntad en algún escrito, pues solo conservamos el testimonio verbal de sus últimas intenciones. La preferencia obituaria de sus cenizas eran, por otra parte, mitad y mitad, como su vida trasatlántica, Virginia y Madrid.

Además de poeta, crítico literario y traductor minucioso, Bourne poetizaba la imagen con ojo pictórico y fotográfico. Dominaba el “punctum” resaltado por Roland Barthes. Fue un singular retratista con la cámara. Deja una verdadera y copiosa semblanza fotográfica de las generaciones poéticas antes mencionadas. Sus traducciones y fotos serían un magnífico testimonio de la creación poética española en lengua inglesa desde 1927 a lo que será un siglo en 2024. Algo que España, esto y otras múltiples posibilidades, nunca supo promocionar pese a las instituciones estatales, diplomáticas y autonómicas, esparcidas por el mundo. La presencia hispana en Estados Unidos ya supera a la población de España. Nuestra cultura echa por la borda su lengua olvidando la raíz histórica, cuando no la banaliza, posterga e incluso desaira “a tergo”.

Como poeta, Louis (Milton) Bourne concentró su obra española e inglesa en dos respectivas publicaciones, Los Recodos del Río. Poesía Reunida, 1981-2011 (2013) y The Thought of Seeing (2019). El “punctum” del foco poético capta el instante diluido o irradiado de una surgencia dinámica: el ritmo. En él se concentran el ojo, el oído, el tacto vibrante de la lengua al articular el lenguaje, el movimiento del cuerpo caminando por calles, campos, llanuras, bordeando ríos, y alzando la mirada, desde el contorno, al cielo lúcido de Castilla o al horizonte rizado del mar en sus costas peninsulares, especialmente la mediterránea. El colorido y olor vital que siempre atrajo y sedujo a extranjeros y cuya huella se notaba en el talante artístico de Bourne, con Hemingway, Gerald Brenan, Robert Graves, Ian Gibson, Antonio Regalado, cuyo origen madrileño se transterró a Nueva York, ida y vuelta continua, como Jorge Guillén, Pedro Salinas, Jaime Ferrán, Manuel Mantero, etc. Lo dice el propio Louis en el breve Prefacio a The Thought of Seeing: “España fue una revelación en lengua y cultura. La vida en Madrid traduciendo a poetas españoles, el interés por la flora, se convirtieron en una preocupación por las cicatrices de la historia, las vidas de los campesinos, los castillos de los recuerdos perdidos”, donde describe a la poesía como “un vuelo a un lugar desconocido”. Vuelo desde cotas concretas, un paisaje, cuadro, rostro, oficio, labor rural, huella histórica, circunstancias socialmente vivenciadas.

En su vida literaria influyó el mundo cultural irlandés, sobre todo el folklore, la canción folk, viva aún en Norteamérica -Louis cantaba muy bien-, y la formación clásica de Oxford, en cuya universidad cursó un segundo ciclo de estudios, tras el primero en Carolina del Norte. Seguía a los poetas contemporáneos estadounidenses y su estela traductológica. Continuaba en esto, tal vez, la huella de Robert Frost, Joseph Brodsky, Jon Silken, Seamus Heaney. Bourne circuye en la métrica escanciada del ritmo la sinergia y sinestesia del foco antes mencionado. Su vestigio pervive en el verso de los poemas españoles, en cierto modo ocasionales. Y en ambas tradiciones resuena el fondo latino, románico, cuya onda expansiva aún continúa en el idioma y cultura inglesa. Es una de nuestras tesis culturales persistente, sobre la que departimos ambos en varias ocasiones y actos públicos. La romanización perdura globalmente en el mundo cultural y lingüístico, no solo de Occidente. A España le corresponde rentabilizar este patrimonio, pero los españoles, sus políticos, mandarines culturales, académicos, económicos, parecen ciegos de foco, sordos a la vibración milenaria, lisos de tacto, hipoestésicos, y con parosmia endémica. Solo interesan el agio, lucro, el pillaje de un país colonizado.

En la poesía contemporánea estadounidense predominan la innovación métrica del “sprung rythm” (combinación numérica en el verso de sílabas acentuadas e inacentuadas), ideada en la segunda mitad del siglo XIX por el jesuita inglés Gerad M. Hopkins y difundida por su amigo Robert Bridges, el “insight” (imagen dinámica y profunda de intuición concreta de la realidad) resaltado por el “criticism” americano, especialmente a partir de T. S. Eliot, y el canto épico, vital, de Walt Whitman, romanizado por Ezra Pound con la poética gradación escotista aplicada a la gramática y al ritmo de ideas, concentradas al unísono en un “opsigne” de música concreta, diría Deleuze, compacta, bajo la influencia oriental del I Ching. Recordemos que Bourne pasó años de su pubertad en la India y Egipto. En el fondo de esta tradición subyace, a nuestro entender, la “ilación sensitiva” del cardenal John H. Newman trasladada al ritmo como inferencia natural poética. Newman influyó considerablemente en Hopkins. Por otra parte, en Estados unidos, y en paralelo, la figura y filosofía literaria de Ralph W. Emerson -viajó dos veces a Europa- actúa aún hoy como sombra cultural implícita en el imaginario colectivo norteamericano, pero desde la particular “infinitud del hombre privado”. Y George Santayana, otro español transterrado a Norteamérica (Harvard) y revenido a Europa (Oxford, Roma, donde murió), explicita el trasfondo trópico de este a priori perceptivo.

Tanto en una como en la otra técnica rítmica citadas (“sprung rythm” e “insight”) subsiste como ideal sensofónico la métrica latina y románica (Dante, Petrarca, Jorge Manrique, Garcilaso, Góngora y un selecto etcétera). Pues bien, en la poesía de Bourne resuena como guía este fondo elucidado además críticamente por su amigo Carlos Bousoño, a la zaga del común maestro Dámaso Alonso. El ojo intuye, piensa, pinta, toca, canta, huele: siente. Y el río suena, reverbera.

“Poetry is a flight to an unknown location, armed with a chart to find a way, and ordinances of emotion to make a verbal friend”. En la poesía buscaba Louis Bourne la amistad de la palabra, su sentido moral, ético.

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Yo acuso: la llamada de Stalin a Pasternak

Por Joaquín Torán

El 23 de junio de 1934 se producía una llamada telefónica que iba a agitar el curso de la Historia. El receptor de la llamada era Boris Pasternak, por aquel entonces el mayor poeta soviético. Al otro lado de la línea, inicialmente, se encuentra una voz áspera, la del secretario personal de Stalin, Alexander Poskrebyshev. A continuación, sucede lo imposible: el primer secretario del Politburó, jefe supremo de la Unión Soviética, se pone al teléfono. Pregunta a Pasternak por la reciente detención de Ósip Mandelstam, el otro gran vate de las letras rusas. Pasternak, azorado, titubea, balbucea, y no intercede por Mandelstam. La respuesta incomoda a Stalin; tras un reproche desdeñoso, despectivo (“un comunista no abandona a sus camaradas”, parece ser que dijo), cuelga el teléfono. El silencio retumba en el pequeño piso como una sentencia. La llamada apenas duró tres minutos, pero su impacto en el mundo soviético fue devastador. Sus ecos resuenan todavía hoy, y dan lugar a múltiples interpretaciones.

Ismaíl Kadaré acaba de recuperar el episodio, uno de los grandes traumas del “mundo soviético”, en su último libro, Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak, una suerte de ensayo (inclasificable, por inabarcable en su variedad temática) que recapitula todas las tesis e inquietudes de su bibliografía, y que recicla la estructura de un estudio aparecido en 2009 (Stalin y Pasternak, Izzi Vichnievski, sin traducción al castellano). Kadaré utiliza la llamada como un pretexto para volver a reflexionar sobre las relaciones de poder, sobre la autoridad que ejercen las dictaduras sobre los ciudadanos y sobre sus mecanismos de control. Y también sobre la posición –generalmente incómoda– que ocupan los literatos en el engranaje represor. Esta vez, sin embargo, Pasternak no es slo una víctima sino también un verdugo involuntario. 

Pasternak es una figura ambigua en este libro, el personaje controvertido ante el que Kadaré tiene sentimientos encontrados. El escritor albanés siente que debe identificarse con él, pero el contexto, la realidad, la propia Historia, le impiden hacerlo. Hasta el posicionamiento personal le resulta vedado: ¿por quién hay que tomar partido, por el tirano que representa al Estado, por el escritor que se enfrenta al Estado (y que es del Estado) pero cuya existencia permite este por el mero hecho de oponerse, o ante ninguno? Pasternak toca la fibra más íntima de Kadaré, y por eso este libro suena a confesión, a revelación de un secreto íntimo. El poeta ruso es el espejo ante el que se mira Kadaré; el reflejo que le devuelve inquieta al albanés, por la cantidad de similitudes que hermanan a ambos escritores. Tantas como para que no haya margen para la coincidencia: a los dos les llama su sátrapa nacional –mientras trabajaba en un periódico local, Enver Hoxha telefoneó a Kadaré para felicitarle por unos versos, y este, sorprendido y atemorizado, no supo cómo reaccionar–, ambos tienen una relación compleja con la fama; para los dos su presencia en las listas del Nobel –Pasternak como ganador en 1958 y Kadaré como eterno aspirante al menos desde 1974– les supone el escarnio de su país, la etiqueta de traidor a una patria y a unos valores. Tres minutos es la primera obra en la que Kadaré habla expresamente sobre sus ideas sobre el gran premio literario, y la mención suena tanto como un mensaje de ayuda como un postulado. Parece prepararse para recibirlo. Es la única concesión a la tranquilidad de conciencia que realizará en sus páginas. Porque el tema mayúsculo de su nuevo libro es la culpa. 

Culpa por parte de Pasternak, por haber abandonado al rival amigo en 1934. Culpa por parte de Kadaré, por haber asumido –en 1958 es un estudiante de 22 años– los postulados duros de la Albania soviética que exigía un castigo ejemplar contra Pasternak por haber ganado un Nobel –finalmente rechazado– con el que parecía haber seducido a la burguesía occidental. Culpa del mundo soviético, por haber demonizado a un escritor y haber silenciado el recuerdo de otro (Mandelstam). Culpa de todos los implicados, directos e indirectos, por contar su versión de los hechos y por alimentar la polémica con sus contradicciones. Culpa de la literatura, por deformar la realidad, y de la realidad por no ser capaz de ser literatura. Y culpa de Stalin, el tirano de la llamada, que telefonea para poner a prueba, para someter, para aplacar sus propias dudas mediante la cobardía de descargar la responsabilidad de sus actos en otros.

Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak narra trece veces una misma llamada. Pero lejos de ser un día de la marmota, se convierte en una excusa. Las trece versiones sirven para ir ampliando el cuadro de la llamada, para sacarla de la limitación de un espacio y extenderla a una órbita más humana. Tres minutos abarca varios años y varios personajes. Habla tanto del acto de publicar un libro como de historia albanesa o del mundo literario (de salón) presoviético; es un lamento por lo que pudo ser y no fue, y un retablo de esperanzas frustradas. Todos los intervinientes –amigos, amantes, familiares– parecen ser sospechosos de algo, impostores. La habilidad de Kadaré consiste en transformar el hecho en un thriller policíaco, político, y a la vez en un estudio sociológico-literario. Quizás en su propio canto de cisne.

Como es habitual en la obra del albanés, contradicciones, dudas, personajes parecen envueltos en una niebla que los exagera, los parodia, los vuelve grotescos, difusos, irreales. Tres minutos podría haberse titulado “Tres tiempos”, porque en ella se superponen realidad, sueño y literatura como tres registros, como tres capas de una misma cebolla. Así lo expresa el propio autor en un momento cualquiera de su propio ajuste de cuentas personal consigo mismo, con su mundo, con sus recuerdos: “[…] De vez en cuando despuntaba un tercer tiempo, el de la literatura, muy parecido a los sueños, donde las tribulaciones y los posibles peligros palidecían tanto que se volvían una suerte de garabatos que se quedaban fuera de mí”. Quizás, en el fondo, todo se reduce a lo que tan amargamente lamenta Kadaré: “El problema residía en que hacía demasiado tiempo que [los albaneses] no sabíamos llorar”. Cuando empezaron a hacerlo ya fue demasiado tarde. 

Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak

Ismaíl Kadaré, traducción de María Roces González

Alianza editorial, 2023, 152 pp. 

Joaquín Torán es periodista. Escribe en Dirigido Por y El Confidencial, entre otros.

__________________________________________________________________________________LA PALABRA DEL DÍA

La masacre de los inocentes. Óleo de Rubens (1611)

masacre

Matanza de personas, generalmente indefensas, que ocurre en las guerras o por obra de delincuentes.

La palabra proviene del francés massacre, derivado del francés antiguo (s. X) macecre ‘carnicería y matadero de reses’ (glosas de Raschi), pero ya se usaba la forma marçacre con la denotación de ‘matanza masiva de personas’, de donde se deduce el rasgo semántico de que eran muertas como animales (Roman de Thèbes [1150]). En el siglo XVI, ya se escribía en francés marchacre de bestes ‘matanza de animales’, y también, la acción de desmembrar un ciervo. Por otra parte, massacre aparece en heráldica en el siglo XVIII, con el significado de ‘astas de buey con el hueso frontal que las sustenta’.

En castellano no aparece hasta el siglo XX, como en este fragmento de Miguel Hernández (1937):

En holocausto sagrado,
ante la masacre infecta
del fascismo, entregaré
mi sangre de gotas férvidas.

_________________________________________________________________________________________________ Para salir del laberinto Por Fernando García Ramírez1. Para salir del laberinto es necesario reconocer que se está dentro de un laberinto, así como para resolver un problema lo primero es reconocer el problema.
2. Hay varios tipos de laberintos. El más obvio es el edificio construido para extraviar a quien entra en él. Pero como señaló Borges, que algo sabía del tema, un desierto que se extiende para todos lados, sin paredes, puede ser también un laberinto. Los hay psicológicos (el laberinto de la soledad), mitológicos (como el de Creta, que encerraba en su interior al Minotauro), solipsistas (el laberinto de espejos). Todos ellos se resumen en uno: un lugar donde se está perdido.
3. Un laberinto no es una cárcel porque tiene salida. Es difícil encontrarla, puede uno dar muchas vueltas, pero la tiene. Hay quien piensa que la solución es ideológica: siempre dobla a la izquierda y encontrarás el sentido de la Historia. Está demostrado que es una salida falsa.
4. Un laberinto es un problema. Salir de él es resolverlo. La vida es un gran laberinto. Hay días y años como pasillos largos que no llevan a ningún lado. Días tortuosos de inútiles vueltas y quiebres. Nos afanamos por encontrar la salida. Al final comprendemos que la única solución definitiva a todos los problemas es la muerte. 0
5. Dice la leyenda que dentro del laberinto habita un monstruo. Mitad hombre, mitad toro. Dante lo imaginó como un toro con cabeza de hombre. Si lo encuentras dentro del laberinto lo más seguro es que te devore. El monstruo, claro, eres tú mismo, tu cerebro atormentado.
6. México es ahora un inmenso laberinto. Vagamos sin rumbo por galerías ensangrentadas. Se escuchan gritos. Hay más de cien mil desaparecidos (aunque el gobierno los trate de volver a desaparecer). Hay cientos de madres que buscan a sus hijos. Van por los caminos perdidos de México con una vara. La clavan en la tierra con la esperanza y el terror de encontrar una fosa. Con frecuencia encuentran fosas con decenas de cadáveres. El subsuelo mexicano está lleno de pirámides, grandes y chicas, monumentos funerarios enterrados, cubiertos por la tierra o disimulados por la vegetación. No solo pirámides. El territorio mexicano está repleto de fosas clandestinas. Casi cada semana se reportan hallazgos macabros. Fosas con veinte, treinta, cincuenta cuerpos. El suelo del laberinto mexicano está repleto de pirámides y fosas, está lleno de muerte.
7. Los mexicanos vagamos sin rumbo. Doblamos a la derecha neoliberal y topamos con un muro. Giramos a la izquierda populista, y de nuevo: un muro. ¿Hay países que han salido de su laberinto, que no tienen problemas qué resolver? Una nación sin problemas es una utopía. Se ha traducido la Utopía como “No hay tal lugar”. Utopía, precisaba Alfonso Reyes: lugar que no está en ninguna parte. Fuimos expulsados del paraíso y arrojados a un inmenso laberinto.
8. Hay, eso sí, de laberintos a laberintos. Hay laberintos de avenidas claras, con bancas para reposar en el camino; laberintos donde hay leyes y éstas, inexorables, se cumplen. Y está el laberinto mexicano, caótico, lleno de baches y fosas, doblas una esquina y un minotauro en forma de sicario te persigue para secuestrarte o extorsionarte o meterte una bala; doblas otra esquina y ahora el minotauro adopta la forma de un soldado que igual te persigue o te mata. Un laberinto al que no le encontramos solución. Nos salvará el petróleo, y no fue así. Nos salvará el litio, y no va a ser así. Nos salvará el mesías del trópico, y tampoco. Caminamos a oscuras y de pronto escuchamos gritos de terror.
9. Nadie dice: el hilo de Ariadna de este laberinto es la educación, el trabajo, el ahorro, la innovación, el respeto a la ley, la solidaridad. No queremos escuchar ese discurso. Queremos soluciones instantáneas. Hombres o mujeres providenciales que al día siguiente de asumir el poder resuelvan todos los problemas. Nadie quiere escuchar que para dejar de darnos de topes en la oscuridad debemos asumir un camino de sacrificio, de sangre, sudor y lágrimas. Soñamos con candidatas que nos llenen de esperanza. Soñamos con que el dinero que el gobierno reparte en sus programas sociales nos va a sacar de la pobreza. Soñamos con encontrar la salida de nuestro laberinto y no nos damos cuenta de que cada vez nos hundimos más, que el pasillo que pensamos que nos conduciría a la salida está lleno de fango, de trampas, de hoyos y de espinas. ¿Hay salida?
10. Ni el gobierno actual, ni el que promete continuidad, tiene la solución a nuestros problemas. Tampoco la tuvo el gobierno anterior. Ni el anterior al anterior. Ni ninguno hasta ahora. ¿Cómo se llama la salida? ¿Modernidad, bienestar, solidaridad?
11. Debemos primero buscar el centro, el meollo, y enfrentar al monstruo. Nos vamos a encontrar que el monstruo tiene nuestra cara y nuestras costumbres. Nos vamos a encontrar que nosotros somos el monstruo de nuestro propio laberinto. Si no asumimos quiénes somos, qué buscamos, qué necesitamos, nunca podremos encontrar la ruta. Seguiremos extraviados por túneles, corredores, caminos secretos en medio de sombras espesas.
12. Nosotros somos el monstruo, el laberinto y la salida. 

____________________________________________________________________________________________________ Tarea del traductorPor WALTER BENJAMIN
La tarea del traductorCuando nos hallamos en presencia de una obra de arte o de una forma artística nunca advertimos que se haya tenido en cuenta al destinatario para facilitarle la interpretación. No se trata sólo de que la referencia a un público determinado o a sus representantes contribuya a desorientar, sino de que incluso el concepto de un destinatario “ideal” es nocivo para todas las explicaciones teóricas sobre el arte, porque éstas han de limitarse a suponer principalmente la existencia y la naturaleza del ser humano. De tal suerte, el arte propiamente dicho presupone el carácter físico y espiritual del hombre; pero no existe ninguna obra de arte que trate de atraer su atención, porque ningún poema está dedicado al lector, ningún cuadro a quien lo contempla, ni sinfonía alguna a quienes la escuchan. 
Pero ¿se hace acaso una traducción pensando en los lectores que no entienden el idioma original? Esta pregunta parece explicar suficientemente la diferencia de categoría entre original y traducción en el reino del arte. Por lo demás, es esta la única razón posible para repetir “la misma cosa”. ¿Qué “dice” una obra literaria? ¿Qué comunica? Muy poco a aquel que la comprende. Su razón de ser fundamental no es la comunicación ni la afirmación. Y sin embargo la traducción que se propusiera desempeñar la función de intermediario sólo podría transmitir una comunicación, es decir, algo que carece de importancia. Y este es en definitiva el signo característico de una mala traducción. Ahora bien, lo que hay en una obra literaria –y hasta el mal traductor reconoce que es lo esencial– ¿no es lo que se considera en general como intangible, secreto, “poético”? ¿Se trata entonces de que el traductor sólo puede transmitir algo haciendo a su vez literatura? De ahí arranca en realidad una segunda característica de la mala traducción que, según esto, puede definirse diciendo que es una transmisión inexacta de un contenido no esencial. Y en esto quedará, mientras la traducción no tenga más propósito que servir al lector. Pero si la traducción estuviera realmente destinada al lector, también tendría que estarlo el original. Y si no fuera esta la razón de ser del original, ¿qué sentido debería darse entonces a la traducción basada en esta dependencia? 
La traducción es ante todo una forma. Para comprenderla de este modo es preciso volver al original, ya que en él está contenida su ley, así como la posibilidad de su traducción. El problema de la traducibilidad de una obra tiene una doble significación. Puede significar en primer término que entre el conjunto de sus lectores la obra encuentre un traductor adecuado. Y puede significar también –con mayor propiedad– que la obra, en su esencia, consiente una traducción y, por consiguiente, la exige, de acuerdo con la significación de su forma. En principio, la primera cuestión admite sólo una solución problemática y la segunda una solución apodíctica. Únicamente una mentalidad superficial, que se niegue a reconocer el sentido independiente de la segunda, las declarará equivalentes… A este criterio podría oponerse que ciertos conceptos correlativos conservan su sentido exacto, y tal vez el mejor, si no se aplican exclusivamente al hombre desde el comienzo. Así podría hablarse de una vida o de un instante inolvidables, aun cuando toda la humanidad los hubiese olvidado. Si, por ejemplo, su carácter exigiera que no pasase al olvido, dicho predicado no representaría un error, sino sólo una exigencia a la que los hombres no responden, y quizá también la indicación de una esfera capaz de responder a dicha exigencia: la del pensamiento divino. Del mismo modo podría considerarse la traducibilidad de ciertas formas idiomáticas, aunque fuesen intraducibles para los hombres. Y basándose en un concepto riguroso de la traducción ¿no podrían en cierto modo serlo realmente? Teniendo en cuenta esta diferencia, cabría preguntar si es conveniente favorecer la traducción de ciertas formas idiomáticas. Y así es como adquiriría significación la frase: si la traducción es una forma, la traducibilidad de ciertas obras debería ser esencial. 
La traducibilidad conviene particularmente a ciertas obras, pero ello no quiere decir que su traducción sea esencial para las obras mismas, sino que en su traducción se manifiesta cierta significación inherente al original. Es evidente que una traducción, por buena que sea, nunca puede significar nada para el original; pero gracias a su traducibilidad mantiene una relación íntima con él. Más aun: esta relación es tanto más estrecha en la medida en que para el original mismo ya carece de significación. Es una relación que puede calificarse de natural y, más exactamente aun, de vital. Así como las manifestaciones de la vida están íntimamente relacionadas con todo ser vivo, aunque no representan nada para éste, también la traducción brota del original, pero no tanto de su vida como de su “supervivencia”, pues la traducción es posterior al original. Y sin embargo, para las obras importantes que nunca encuentran a sus traductores adecuados en la época de su creación, indica la fase de su supervivencia. La idea de la vida y de la supervivencia de las obras debe entenderse con un rigor totalmente exento de metáforas. Ni siquiera en las épocas de mayor confusión mental se ha supuesto que sólo el organismo pudiera estar dotado de vida. Pero ello no es razón para pretender extender el imperio de la vida bajo el frágil cetro del alma, como lo intentó Fechner; ni tampoco para decir que sería posible definir la vida basándose en los actos todavía menos decisivos de la animalidad o en el sentimiento, que sólo la caracteriza ocasionalmente. Este concepto se justifica mejor cuando se atribuye a aquello que ha hecho historia y no ha sido únicamente escenario de ella. Porque en último término sólo puede determinarse el ámbito de la vida partiendo de la historia y no de la naturaleza, y mucho menos de cosas tan variables como el sentimiento y el alma. De ahí que corresponda al filósofo la misión de interpretar toda la vida natural, partiendo de la existencia más amplia de la historia. Y en todo caso ¿la supervivencia de las obras no es incomparablemente más fácil de reconocer que la de las criaturas? 
La historia de las grandes obras de arte arranca de los orígenes de la vida, se ha formado durante la vida del artista, y las generaciones ulteriores son esencialmente las que le confieren una supervivencia duradera. Cuando se manifiesta esta supervivencia, toma el nombre de fama. Las traducciones que son algo más que comunicaciones surgen cuando una obra sobrevive y alcanza la época de su fama. Por consiguiente, las traducciones no son las que prestan un servicio a la obra, como pretenden los malos traductores, sino que más bien deben a la obra su existencia. La vida del original alcanza en ellas su expansión póstuma más vasta y siempre renovada. 

Esta expansión es como la de una vida peculiar y superior y se halla determinada por un objetivo peculiar y superior. Vida y objetivo: su relación aparentemente evidente y que sin embargo casi se sustrae al conocimiento, se revela sólo si esa finalidad para la cual colaboran todos los objetivos singulares de la vida no es a su vez buscada en la esfera misma de la vida, sino en una esfera superior. En último término, todos los fenómenos vitales y su objetivo no sólo son útiles para la vida, sino también para expresar su esencia y para subrayar su importancia. La traducción sirve pues para poner de relieve la íntima relación que guardan los idiomas entre sí. No puede revelar ni crear por sí misma esta relación íntima, pero sí puede representarla, realizándola en una forma embrionaria e intensiva. Y precisamente esta representación de un hecho indicado mediante el tanteo, que es el germen de su creación, constituye una forma de representación muy peculiar que apenas aparece fuera del ámbito de la vida idiomática, pues ésta encuentra en las analogías y los signos otros medios de expresión distintos del intensivo, es decir, la realización previa y alusiva. Pero este vínculo imaginado e íntimo de las lenguas es el que trae consigo una convergencia particular. Se funda en el hecho de que las lenguas no son extrañas entre sí, sino a priori, y prescindiendo de todas las relaciones históricas, mantienen cierta semejanza en la forma de decir lo que se proponen. 
En todo caso, como consecuencia de este intento de explicación el análisis parece desembocar de nuevo en la teoría tradicional de la traducción, después de haber dado unos rodeos inútiles. Si el parentesco de los idiomas ha de confirmarse en las traducciones, ¿cómo puede hacerlo, si no es transmitiendo con la mayor exactitud posible la forma y el sentido del original? Naturalmente, esta teoría no podría expresar el concepto de dicha exactitud, ya que no lograría justificar lo que es esencial en una traducción. Ahora bien, el parentesco entre los idiomas aparece en una traducción de manera más intensa y categórica que en la semejanza superficial e indefinible de dos obras literarias. Para comprender la verdadera relación entre el original y la traducción hay que partir de un supuesto, cuya intención es absolutamente análoga a los razonamientos, en los que la crítica del conocimiento ha de demostrar la imposibilidad de establecer una teoría de la copia. Si allí se probara que en el conocimiento no puede existir la objetividad, ni siquiera la pretensión de ella, si sólo consistiera en reproducciones de la realidad, aquí puede demostrarse que ninguna traducción sería posible si su aspiración suprema fuera la semejanza con el original. Porque en su supervivencia –que no debería llamarse así de no significar la evolución y la renovación por que pasan todas las cosas vivas– el original se modifica. Las formas de expresión ya establecidas están igualmente sometidas a un proceso de maduración. 
Lo que en vida de un autor ha sido quizás una tendencia de su lenguaje literario, puede haber caído en desuso, ya que las formas creadas pueden dar origen a nuevas tendencias inmanentes; lo que en un tiempo fue joven puede parecer desgastado después; lo que fue de uso corriente puede resultar arcaico más tarde. Perseguir lo esencial de estos cambios, así como de las transformaciones constantes del sentido, en la subjetividad de lo nacido ulteriormente, en vez de buscarlo en la vida misma del lenguaje y de sus obras –aun admitiendo el psicologismo más riguroso– significaría confundir el principio y la esencia de una cosa o, dicho con más exactitud, sería negar uno de los procesos históricos más grandiosos y fecundos de la fuerza primaria del pensamiento. E incluso, si pretendiéramos convertir el último trazo de pluma del autor en el golpe de gracia para su obra, no lograría salvarse esa fenecida teoría de la traducción. Pues así corno el tono y la significación de las grandes obras literarias se modifican por completo con el paso de los siglos, también evoluciona la lengua materna del traductor. Es más: mientras la palabra del escritor sobrevive en el idioma de éste, la mejor traducción está destinada a diluirse una y otra vez en el desarrollo de su propia lengua y a perecer como consecuencia de esta evolución. La traducción está tan lejos de ser la ecuación inflexible de dos idiomas muertos que, cualquiera que sea la forma adoptada, ha de experimentar de manera especial la maduración de la palabra extranjera, siguiendo los dolores del alumbramiento en la propia lengua. Si es cierto que en la traducción se hace patente el parentesco de los idiomas, conviene añadir que no guarda relación alguna con la vaga semejanza que existe entre la copia y el original. De esto se infiere que el parentesco no implica forzosamente la semejanza. Y aun así el concepto de la afinidad se halla a este respecto de acuerdo con su empleo más estricto, ya que no es posible definirlo exactamente basándose en la igualdad de origen de ambas lenguas, aun cuando, como es natural, para la determinación de ese empleo más estricto siga siendo imprescindible la noción de origen. 
Dejando de lado lo histórico ¿dónde debe buscarse el parentesco entre dos idiomas? En todo caso, ni en la semejanza de las literaturas ni en la analogía que pueda existir en la estructura de sus frases. Todo el parentesco suprahistórico de dos idiomas se funda más bien en el hecho de que ninguno de ellos por separado, sin la totalidad de ambos, puede satisfacer recíprocamente sus intenciones, es decir el propósito de llegar al lenguaje puro. Precisamente, si por una parte todos los elementos aislados de los idiomas extranjeros, palabras, frases y concordancias, se excluyen entre sí, estos mismos idiomas se complementan en sus intenciones. Para expresar exactamente esta ley, una de las fundamentales de la filosofía del lenguaje, hay que distinguir en la intención lo entendido y el modo de entender. En las palabras Brot y pain lo entendido es sin duda idéntico pero el modo de entenderlo no lo es. Sólo por la forma de pensar constituyen estas palabras algo distinto para un alemán y para un francés; son inconfundibles y en último término hasta se esfuerzan por excluirse. Pero en su intención, tomadas en su sentido absoluto, son idénticas y significan lo mismo. De manera que la forma de entender estos dos vocablos es contradictoria, pero se complementa en las dos lenguas de las que proceden. Y a decir verdad se complementa en ellas la forma de pensar en relación con lo pensado, Tomadas aisladamente, las lenguas son incompletas y sus significados nunca aparecen en ellas en una independencia relativa, como en las palabras aisladas o proposiciones, sino que se encuentran más bien en una continua transformación, a la espera de aflorar como la pura lengua de la armonía de todos esos modos de significar. Hasta ese momento ello permanece oculto en las lenguas. Pero si éstas se desarrollan así hasta el fin mesiánico de sus historias, la traducción se alumbra en la eterna supervivencia de las obras y en el infinito renacer de las lenguas, como prueba sin cesar repetida del sagrado desarrollo de los idiomas, es decir de la distancia que media entre su misterio y su revelación, y se ve hasta qué punto esa distancia se halla presente en el conocimiento. 

En todo caso, esto permite reconocer que la traducción no es sino un procedimiento transitorio y provisional para interpretar lo que tiene de singular cada lengua. Para comprender esta singularidad el hombre no dispone más que de medios transitorios y provisionales, por no tener a su alcance una solución permanente y definitiva o, por lo menos, por no poder aspirar a ella inmediatamente. En cambio, el desarrollo de las religiones tiene un carácter mediato, porque hace madurar en los idiomas la semilla oculta de otro lenguaje más alto. Así resulta que la traducción, aun cuando no pueda aspirar a la permanencia de sus formas –y en esto se distingue del arte– no niega su orientación hacia una fase final, inapelable y decisiva de todas las disciplinas lingüísticas. En ella se exalta el original hasta una altura del lenguaje que, en cierto modo, podríamos calificar de superior y pura, en la que, como es natural, no se puede vivir eternamente, ya que no todas las partes que constituyen su forma pueden ni con mucho llegar a ella, pero la señalan por lo menos con una insistencia admirable, como si esa región fuese el ámbito predestinado e inaccesible donde se realiza la reconciliación y la perfección de las lenguas. No alcanza tal altura en su totalidad, pero tal altura está relacionada con lo que en la traducción es más que comunicación. Ese núcleo esencial puede calificarse con más exactitud diciendo qué es lo que hay en una obra de intraducible. Por importante que sea la parte de comunicación que se extraiga de ella y se traduzca, siempre permanecerá intangible la parte que persigue el trabajo del auténtico traductor. Ésta no es transmisible, como sucede con la palabra del autor en el original, porque la relación entre su esencia y el lenguaje es totalmente distinta en el original y en la traducción. Si en el primer caso constituyen éstos cierta unidad, como la de una fruta con su corteza, en cambio el lenguaje de la traducción envuelve este contenido como si lo ocultara entre los amplios pliegues de un manto soberano, porque representa un lenguaje más elevado que lo que en realidad es y, por tal razón, resulta desproporcionado, vehemente y extraño a su propia esencia. 
Esta incongruencia impide toda ulterior transposición y, al mismo tiempo, la hace superflua, ya que toda traducción de una obra, a partir de un momento determinado de la historia del lenguaje representa, en relación con un aspecto determinado de su contenido, las traducciones en todos los demás. Es decir que la traducción trasplanta el original a un ámbito lingüístico más definitivo –lo que, por lo menos en este sentido, resulta irónico–, puesto que desde él ya no es posible trasladarlo, valiéndose de otra traducción y sólo es posible elevarlo de nuevo a otras regiones de dicho ámbito, pero sin salir de él. No por azar la palabra “irónico” puede hacernos recordar aquí ciertas argumentaciones de los románticos. Éstos fueron los primeros que tuvieron una visión de la vida de las obras, de la cual la traducción es la prueba suprema. Claro está que apenas la reconocieron como tal y que dirigieron más bien toda su atención a la crítica, que representa igualmente, aunque en una proporción menor, una circunstancia importante para la supervivencia de las obras. Pero aun cuando su teoría se refirió difícilmente a la traducción, la grandiosa obra de traductores que cumplieron coincidió con un sentimiento de la esencia y de la dignidad de esta forma de actividad. Este sentimiento –como todo parece indicarlo– no es forzosamente el más poderoso en el escritor. Y hasta es posible que éste, en su calidad de autor, lo considere insignificante. Ni siquiera la historia apoya el prejuicio tradicional según el cual los traductores eminentes serían poetas y los poetas mediocres pésimos traductores. Muchos de los mejores, como Lutero, Voss, Schlegel, son incomparablemente más significativos como traductores que como poetas; otros entre los máximos, como Hölderlin y George, no se pueden entender, en el ámbito total de su creación, sólo como poetas, y mucho menos como traductores. 
Precisamente por ser la traducción una forma peculiar, la función del traductor tiene también un carácter peculiar, que permite distinguirla exactamente de la del escritor. Esta función consiste en encontrar en la lengua a la que se traduce una actitud que pueda despertar en dicha lengua un eco del original. Esta es una característica de la traducción que marca su completa divergencia respecto a la obra literaria, porque su actitud nunca pasa al lenguaje como tal, o sea a su totalidad, sino que se dirige sólo de manera inmediata a determinadas relaciones lingüísticas. Porque la traducción, al contrario de la creación literaria, no considera como quien dice el fondo de la selva idiomática, sino que la mira desde afuera, mejor dicho, desde enfrente y sin penetrar en ella hace entrar al original en cada uno de los lugares en que eventualmente el eco puede dar, en el propio idioma, el reflejo de una obra escrita en una lengua extranjera. La intención de la traducción no persigue solamente una finalidad distinta de la que tiene la creación literaria, es decir el conjunto de un idioma a partir de una obra de arte única escrita en una lengua extranjera, sino que también es diferente ella misma, porque mientras la intención de un autor es natural, primitiva e intuitiva, la del traductor es derivada, ideológica y definitiva, debido a que el gran motivo de la integración de las muchas lenguas en una sola lengua verdadera es el que inspira su tarea. (Fragmento de “La tarea del traductor” (1923), de Walter Benjamín, traducido por Hans Christian Hagedorn). 
Walter Benjamín, filósofo, crítico literario, traductor y ensayista alemán de origen judío. Nació en Berlín en 1892 y falleció en 1940. Como crítico literario produjo ensayos sobre Goethe, Franz Kafka, Karl Kraus, la teoría de la traducción, las historias de Nikolái Leskov, la obra de Marcel Proust y la poesía de Charles Baudelaire.

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Algunos libros del añoPor Aloma Rodríguez

DESLUMBRAMIENTOS. El año que termina ha sido un año de deslumbramientos: en marzo murió Dubravka Ugrešić y de su Ficcionario americano fui a Baba Yagá puso un huevo, que me había recomendado Bárbara Mingo con entusiasmo y vuelvo a Gracias por no leer, un libro de ensayos sobre literatura, como quien se acurruca en el sofá en invierno. Peter Orner y Debora Eisenberg, cada uno con dos libros, ¿Hay alguien ahí? y Sigo sin saber de ti; Relatos y La venganza de los dinosaurios, son los culpables de otro deslumbramiento. Los ensayos de Orner parecen responder a la pregunta de por qué leemos, mezclan análisis literarios con episodios de su biografía, tiene humor y gracia. Los relatos de Eisenberg encierran una especie de sabiduría sobre, perdón, la complejidad del alma humana y de las relaciones. Me gusta por la indiferencia hacia la trama y por su interés en el paso del tiempo. En Yo recordaré por ustedes –cuarto deslumbramiento– están reunidas piezas de Juan Forn, bajo la edición de la editora Andrea Palet, son piezas sobre libros y escritores que componen una historia lateral del siglo XX alrededor del mundo. Como todos los casos del detective están relacionados, aquí sale Dubravka Ugrešić, Dovlatov, Jonas Mekas, Natalia Ginzburg, Gospodínov, Hrabal… 

CUENTOS. Repasando lo leído este año, veo que me han gustado más libros de cuentos que novelas, a pesar de la mala fama que tienen entre los editores –prospecto es mejor argumento de venta que libro de relatos–. Se han publicado los cuentos de Laura Fernández en Damas, caballeros y planetas, novelas en miniatura que expanden el universo literario de la autora. Debutó María José Hasta con Se te oscurece el pelo, libro de relatos sobre crecer, en el sentido más amplio del término. Chica de interior, de Frankie Barnet –escribí de él aquí– lo leí en verano y cada cuento me gustaba y a la vez me ponía un poco triste. Una nueva vida rescata algunos cuentos inéditos en español de Lucia Berlin, además de fragmentos de sus diarios y artículos. No tiene el brillo de Manual para mujeres de la limpieza, pero tiene cuentos estupendos. Todo lo que aprendimos de las películas, de María José Navia: de las películas, en el cine o en el salón de casa, se extraen lecciones no necesariamente dichas, otras funcionan como profecía de la vida de los protagonistas y siempre son un lugar seguro y feliz. Pero el tema que reaparece en diferentes variaciones es la filiación, no hay necesariamente con vínculo de sangre. Mujeres y otros animales, de Bonnie Jo Campbell es otro volumen de relatos magistrales de la única beneficiaria de una beca Guggenheim que sabe cómo castrar a un cerdo. 
NOVELAS. El sótano de Begoña Huertas, La maestra y la Bestia de Imma Monsó; Castigado sin dibujos de Julio José Ordovás; Las voces de Ariadna de Elvira Navarro; La casa de caramelo de Jennifer Egan; Las tempestálidas de Gueorgui Gospodínov;  Poética del empleo de Noémie Lefebvre; La filial de Sergei Dovlatov; El reloj de sol de Shirley Jackson, Consumir preferentemente de Andrea Genovart y la reedición de El columpio de Cristina Fernández Cubas, que este año ganó el Premio Nacional de las Letras. 

DIARIOSHÍBRIDOS Y OTROS ANIMALES. José Antonio Montando ha publicado este año unos diarios de juventud, Oficio pasajero; Ricardo Dudda ha publicado Mi padre alemán, retrato-conversación con el padre e investigación histórica; se publicó un primer tomo de los diarios de Jane Birkin, Monkey diaries. Entre los híbridos están algunos de mis favoritos, como Derivas, de Kate Zambrano; Aurelia, Aurélia, de Kathryn Davis, Los buscadores de loto, de Charmian Clift, Historia de mi lengua, de Claudia Apablaza o Mi propiedad privada, de Mary Ruefle. Destacan los ensayos Vidas paralelas de Phyllis Rose y El ruido de una época de Ariana Harwicz, las conferencias de Carmen Martín Gaite reunidas en A viva voz y del puñado de correspondencia rescato Escribe si vendrás, Szymborska-Filipowicz. 
MUERTOS (O ALGO MEJOR). Martin Amis murió en mayo y Milan Kundera en julio. Volví a los dos, renové mis votos con ambos. Los testamentos traicionados de Kundera sigue siendo estimulante y la defensa que hace del humor y de la ficción resulta valiosa hoy. Volví a novelas como La ignorancia y a los cuentos de El libro de los amores ridículos. Se cumplieron cien años de Italo Calvino, de quien Siruela ha ido reeditando su biblioteca. No hay Calvino malo, y da un poco de vergüenza leer sus Seis propuestas para el próximo milenio y ver que le hemos fallado en casi todo. 
DECEPCIONES Y AUSENCIAS. Chevreuse de Modiano se me caía de las manitas, no me gustó Literatura infantil de Alejandro Zambra por su entrega en la primera parte al sentimentalismo y a la cursilada, que tiñó mi lectura e hizo que las piezas buenas de la segunda parte me gustaran un poco menos. Falta aquí poesía, porque picoteo y me falta sistematización en la lectura, aunque sí hay poetas. Tampoco hay novelas gráficas porque he leído pocas, aunque he disfrutado mucho con Alison de Lizzy Stewart, por ejemplo. Otras ausencias se explican por la falta de tiempo. No se llega a todo, Imagen fantasma de Hervé Guibert me guiña el ojo desde la mesilla, justo en lo alto de la pila de galeradas de 2024 y caprichos atrasados. 
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NOVELA HISTÓRICAJornadas medievales en ÁvilaPOR JAVIER VELASCO OLIAGA 
Este año que está a punto de acabar nos ha traído novelas históricas de gran envergadura. Como siempre ha sido difícil escoger este ramillete de obras de ficción histórica que hemos seleccionado por los gustos de nuestros redactores y colaboradores, además del número de visitas que han tenido las diferentes informaciones que hemos publicado durante el año. La elección ha estado reñida y ya podemos adelantar que los libros de los que nos hacemos eco han sido, de largo, los mejores del 2023.
Regresa al número uno la escritora británica Maggie O´Farrell, la gran sorpresa en 2021 con su celebérrimo “Hamnet”; en esta ocasión su obra, “El retrato de casada”, se hace con la primera posición. La novela versa sobre la vida de Lucrezia di Cosimo que en 1560 salió de Florencia para casarse con el duque de Ferrara. Murió, y aunque no sabemos bien al año de su matrimonio, se supone que fue su marido quien acabo con su vida.

A O´Farrell le gusta narrar la historia que hay detrás de la historia. Las que se han quedado de lado, las que se han quedado en el olvido. Ha conseguido una composición exquisita de detalles que sumergen al lector en una historia que se hace sentir como si tuviese vida por sí sola, pero no salgan corriendo hacia una librería a comprar el libro hasta leer todo el artículo, así de un solo viaje podrán comprar varios de los que recomendamos.
En segundo lugar, nos encontramos con “El tablero de la reina”, del escritor borsaunense Luis Zueco. En él, nos descubren los orígenes del ajedrez moderno y las intrigas de la Corte de Isabel de Castilla, cuando la figura de la reina, tanto en el juego como en la Historia, se convirtió, por primera vez, en la más poderosa del tablero, tanto en los escaques como en el reino. En la novela tienen un papel determinante personajes secundarios como Beatriz Galindo “La Latina” o el escritor Jorge Manrique y una trama que mantiene en tensión al lector hasta el final. Zueco consigue lo que muy pocos escritores de novela histórica logran: dar verosimilitud a una trama llena de complots. Para él, el ajedrez es una metáfora de la vida. Una gran verdad.
En tercera posición nos encontramos con “Si yo te contará”, la nueva novela de José Luis Gil Soto con la que consiguió el Premio Ateneo de Sevilla de este año. A finales de julio de 1936, la embajada de España en París se convierte en el centro de armas para la República. Los oportunistas y los comisionistas desfilan por sus despachos, enriqueciendo a unos y a otros. La pareja protagonista trabaja cada uno para bandos diferentes. Amor y espionaje se dan cita en una novela llena de tensión que mantiene al lector pegado a la lectura.

Álvaro Arbina y “Los años del silencio” ocupan la cuarta plaza. Una mujer y sus seis hijos pequeños desaparecen en una pequeña aldea de Bidasoa. Corre el año 1936… Nunca se aclararía la desaparición de la familia, todo quedó envuelto en una nube de silencio. Partiendo de estos hechos, el autor vasco reconstruye unos acontecimientos realmente extraños. Con su ágil pluma, da voz a los silenciados, a los olvidados. Una novela que nos hará reflexionar sobre los horrores de nuestra guerra civil. Imprescindible para conocer nuestra historia desde una perspectiva diferente y atractiva.

Con “Berenguela”, el autor madrileño José Ángel Mañas concluye su trilogía sobre la Reconquista. Ocupa el quinto puesto de nuestra clasificación. El libro está dedicado a dicha reina, muy importante en la historia de España, que logró aunar los reinos de Castilla y León y que sólo estuvo en el trono un día. Con esa unión se logró un avance importante al devolver la península a sus legítimos dueños. Mañas tiene la gran cualidad de saber escoger con acierto a los protagonistas de sus novelas. Berenguela la Grande era un personaje olvidado por la historiografía y que ha sabido poner en su lugar con su pluma acerada y certera como el astil de una flecha.

La sexta posición es para la escritora lucense Olga Romay y su novela histórica «El ascenso de Pericles»; en esta ocasión vuelve a la Grecia clásica que tanto le gusta teniendo como protagonista absoluto al general ateniense Pericles y su ascendente carrera. El llamado «siglo de Pericles» fue el momento de esplendor de Atenas, sus luchas contra los persas y Esparta definió su liderazgo. La cultura y la arquitectura fueron realzadas de su mano. En la novela, conoceremos al político, pero también al niño y su formación, cómo se crio y cómo evolucionó hasta llegar a ser el jurista, orador, político y general más prominente de su época.

En la séptima posición nos encontramos con “El infierno”, de Carmen Mola, formado por un triunvirato de los mejores guionistas y escritores de los últimos años. Jorge, Antonio y Agustín nos llevan al Madrid de 1866, un par de años antes de que se produjese La Gloriosa, en ese momento se llevó a cabo un levantamiento del ejército contra la reina Isabel II que fue llamado por el pueblo como «la sargentada». Este evento causó una gran cantidad de sangre y muertes en las calles de la ciudad. En medio del caos, una bailarina llamada Leonor y un estudiante de Medicina llamado Mauro se ven involucrados en un homicidio involuntario que cambiará sus vidas para siempre. Carmen Mola desarrollan la trama, ateniéndose a los hechos histórico, pero los dan una pátina de thriller que hace que el lector no pueda dejar la lectura hasta el final. Vigorosa y original, su nueva novela, que no deja indiferente a nadie.

El octavo puesto es para Javier Alandes y su novela “La última mirada de Goya”. Esta obra ha sido la mayor sorpresa del año por la madurez con la que está escrita y por tratar un acontecimiento relativamente desconocido. Ha compuesto una trepidante novela histórica de aventuras, que roza el thriller, y que explora los últimos días de Goya y la misteriosa desaparición del cráneo del artista. Aún sigue sin resolverse el misterio. Podemos afirmar que la novela está escrita de manera muy fresca y sugerente, que hace de la lectura una delicia.

La novena posición es para “Gladiadoras”, de Juan Tranche. Todo un apasionado del mundo de los gladiadores, sólo que, en esta ocasión, ha querido tratar el tema de las mujeres en el circo romano. El tema de Roma está demasiado manido en la actualidad. Tranche ha sabido dar un toque diferente a la historia de las dos protagonistas, mujeres de diferente condición económica y cultural que luchan en un mundo de hombres por mantener su dignidad. Esta es una de las pocas novelas que sobre Roma se han publicado este año y que merece la pena ser leída.

La lista se cierra con el sorpresón del año: “La sombra del padre”, del joven escritor Alfonso Goizueta. La novela se hizo merecedora de ser finalista del Premio Planeta y recorre el periplo de Alejandro Magno en su conquista del Oriente. Comienza cuando tenía 18 años en Macedonia y con un reducido grupo de amigos, emprende la gran aventura de su vida que cambiaría el mundo conocido. Esto lo conocen muchas personas, lo que no se sabe tanto es cómo va evolucionando el militar personalmente y se va convirtiendo en un tirano. Relato ágil e imaginativo, una buena novela para cerrar nuestra clasificación.
Listado de obras:
    1. “El retrato de casada”, de Maggie O´Farrell
    2. “El tablero de la reina”, de Luis Zueco
    3. “Si yo te contará”, de José Luis Gil Soto
    4. “Los años del silencio”, de Álvaro Arbina
    5. “Berenguela”, de José Ángel Mañas
    6. “El ascenso de Pericles”, de Olga Romay
    7. “El infierno”, de Carmen Mola
    8. “La última mirada de Goya”, de Javier Alandes
    9. “Gladiadoras”, de Juan Tranche 
    10. “La sombra del padre”, de Alfonso Goizueta 

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El 25 de abril de 1792: cae por primera vez la guillotina

Jacques Pelletier, bandolero, entra en la historia de la pena capital contra su voluntad: es el primero al que le cortan la cabeza en la guillotina.

Bajo el Antiguo Régimen francés, sólo los nobles condenados tenían derecho a ser decapitados por la espada. Los plebeyos fueron ahorcados o llevados en ruedas. Con la Revolución Francesa y la abolición de los privilegios, se reconsideró la forma de ejecutar a los condenados.El 10 de octubre de 1789, Joseph Ignace Guillotin, médico y diputado de París, propuso a la Asamblea Constituyente la igualdad ante la pena de muerte. Así, en el Código Penal de 1791 está escrito que “a todo aquel condenado a muerte se le cortará la cabeza”. Pero la decapitación por espada sigue siendo una práctica rechazada, en particular por el verdugo Charles Sanson, verdugo oficial de París. Entonces tenemos que encontrar otra manera. Esta misión se confía en primer lugar al doctor Guillotin, que se inspira en máquinas antiguas que ya se utilizaban en el siglo XVI. Luego, el proyecto fue confiado al cirujano Antoine Louis, quien dio como resultado la “máquina para separar cabezas de los cuerpos” más eficiente de la historia: la guillotina. Pero la velocidad de la decapitación desagrada al público, el espectáculo ya no es tan “entretenido” como antes. Desde muy pronto se criticó la elección de la guillotina._________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________                                                                  Celebramos el pasado 28 de enero el natalicio 171 de José Martí 

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José Julián Martí Pérez (La Habana, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, 19 de mayo de 1895) fue un poeta, político, ensayista, periodista y filósofo cubano, fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba, durante la que murió en combate. Se le ha considerado el iniciador del modernismo literario en Hispanoamérica. Ver su biografía en Wikipedia

   “La libertad ha de ser una práctica constante para que no degenere en una fórmula banal. El mismo campo que cría la era, cría las ortigas. Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entre buscan, y se hombrean unas a otras

.” 

 “… Nada embriaga tanto al hombre como sentirse centro de hombres. Le entran pujanzas divinas, y ya no cabe en la piel de un mercader, ni en el blusón azul de un cosechero.” José Martí.Mi raza1. Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: «Mi raza»; peca por redundante el negro que dice: «Mi raza». Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común. Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se la llame así, porque no es más que decoro natural y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se aleja de la condición de esclavitud, no acusa inferioridad la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y a probar que su color no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana. 
2. El racista blanco, que le cree a su raza derechos superiores, ¿qué derechos tiene para quejarse del racista negro que también le vea especialidad a su raza? El racista negro, que ve en la raza un carácter especial, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco? El hombre blanco que, por razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza y autoriza y provoca al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que acaso proclama únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de todas las razas, autoriza y provoca al racista blanco. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza; los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que se aísla, aísla al negro. El negro que se aísla, provoca a aislarse al blanco. 
3. En Cuba no hay temor a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla murieron por Cuba, han subido juntas por los aires, las almas de los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco hubo siempre un negro. Los negros, como los blancos, se dividen por sus caracteres, tímidos o valerosos, abnegados o egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan los hombres. Los partidos políticos son agregados de preocupaciones, de aspiraciones, de intereses y de caracteres. Lo semejante esencial se busca y halla por sobre las diferencias de detalle; y lo fundamental de los caracteres análogos se funde en los partidos, aunque en lo incidental o en lo postergable al móvil común difieran. Pero en suma, la semejanza de los caracteres, superior como factor de unión a las relaciones internas de un color de hombres graduado y en su grado a veces opuesto, decide e impera en la formación de los partidos. La afinidad de los caracteres es más poderosa entre los hombres que la afinidad del color. Los negros, distribuidos en las especialidades diversas u hostiles del espíritu humano, jamás se podrán ligar, ni desearán ligarse, contra el blanco, distribuido en las mismas especialidades. Los negros están demasiado cansados de la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavitud del color. Los hombres de pompa e interés se irán de un lado, blancos o negros; y los hombres generosos y desinteresados se irán de otro. Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán con lealtad y ternura, por el gusto del mérito y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos, negro o blanco. La palabra racista caerá de los labios de los negros que la usan hoy de buena fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de apariencia válida y de validez en hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la plenitud de sus derechos de hombre. Dos racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro. Muchos blancos se han olvidado ya de su color, y muchos negros. Juntos trabajan, blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime. 
4. En Cuba no hay nunca guerra de razas. La República no se puede volver atrás; y la República, desde el día único de redención del negro en Cuba, desde la primera constitución de la independencia el 10 de abril en Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba para seguir dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia, que no podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la servidumbre. 
5. Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y continua de cultura y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza en negros y blancos. 

____________________________________________________________________________________________________ Una sinfonía para Jorge Aguilar MoraPor Christopher Domínguez MichaelMurió el autor de Una muerte sencilla, justa, eterna, Jorge Aguilar Mora, en Bethesda, Maryland, pocos días antes de cumplir los setenta y ocho años. Ese libro de 1990, como algunos otros suyos (Un día en la vida del general Obregón, 1982 y 2008, o El silencio de la Revolución, 2011), refleja la obsesión de quien había nacido en Chihuahua, en 1946, por la cultura y la guerra durante la Revolución mexicana. Compartió con el historiador Friedrich Katz “la pasión villista” y con José Clemente Orozco la fascinación por la figura del fusilado, que ocupa páginas magistrales de Una muerte sencilla, justa, eterna, como las escritas sobre Nellie Campobello, Martín Luis Guzmán o Rafael F. Muñoz. Irritante y erudito, profesoral (fue un distinguido profesor en la Universidad de Maryland durante décadas), es imposible leer sus ensayos sin entrar en confrontación. ¿Se puede pedir algo más a un crítico o a un historiador, que ese empeño en enseñar, pero también en cambiar la comprensión de las cosas, en ejercer la crítica, valga la redundancia, desde la raíz?

También murió uno de los escritores mexicanos más importantes, pero menos conocidos. 
Por voluntad propia, decidió dedicarse a la vida académica en los Estados Unidos, aunque a su vanidad no le molestara la palabra “autoexilio” que, a mí, me parece exagerada, resultado, más que de una condición existencial, de un temperamento un tanto maniático. A fin de cuentas, Jorge era indescifrable. No buscó con demasiado ahínco el reconocimiento en México, aunque merecidamente obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 2015 por Sueños de la razón 1799 y 1780, que yo reseñé con entusiasmo en Letras Libres, como en 2002 (no sin reparos), lo hice con su tercera y última novela, Los secretos de la aurora, publicada, como casi toda su obra de madurez, por Era.
No creo, andando el tiempo, que sus novelas sean tan importantes como su obra de historiador. Sus primeras novelas, eso sí, tienen dos de los títulos más hermosos de la literatura mexicana, originados, uno en Vallejo y otro en una letra de Chucho Monge que inmortalizaría José Alfredo Jiménez: Cadáver lleno de mundo (1971) y Si muero lejos de ti (1977). Son obras con fama de estar demasiado fechadas por la vanguardia narrativa de los años sesenta y setenta, o así me lo pareció cuando las releí hace veinte años. Hoy, muerto Jorge, me gustaría releerlas y preferiría que me gustaran, sin darle crédito a aquella fama, como sería maravilloso que las redescubriera otra generación. Alguna vez, comentando con Daniel Sada (otro admirador suyo) Los secretos de la aurora, me dijo ese otro norteño esencial ya fallecido, que como narrador Aguilar Mora era, sencillamente aburrido: carecía, me dijo, del “ingenio dinámico de narrador”, que era un hombre de ideas y sus ideas succionaban el aire que debe circular en una novela. Algo así dijo Cioran de Thomas Mann.

Su poesía, de eso estoy más cierto, merece la relectura cuidadosa de los jóvenes, habiendo sido ninguneada por su propia generación y de la siguiente, la mía, sólo José María Espinosa apostó por ella, ante el silencio generalizado y perezoso del entorno. No hay otro cuerpo (1977), que al principio iba a llamarse “Cuando conocí a Roland Barthes”, según me contó Héctor Manjarrez, su amigo durante cincuenta y dos años, tiene mucho que decirle, para bien o para mal, a quienes practican hoy día la “selfie poetry” (abro el libro de Joaquín Mortiz al azar: “prefiero vagar por los cafés/regresar a la literatura por suficiencia/aunque me duela que Antonio no me escriba/ que ya no me escriba más sino el silencio”). 
Si aquella poesía es autorreferencial y narcisista acaso, los siguientes títulos quizás pecan de retóricos, pero a mí me impresionaron y me estremecieron, precisamente, por ser tan distintos a lo que entonces se escribía en México: Esta tierra sin razón y poderosa (1986) y Stabat Mater (1996), tan cercanos a esa música sacra que fue otra pasión de Aguilar Mora, también gran melómano. Con su poesía, quiso cantar. Espero la opinión de críticos más calificados, desde luego porque “El futuro, de viaje, abrió su vientre”, según leo en Esta tierra sin razón y poderosa
Quien había sido, en efecto, alumno de Roland Barthes en un seminario (hacia 2002 pude distinguirlo en una foto monumental de grupo montada en el Centre Georges Pompiduo en homenaje a Barthes), fue un verdadero hombre de ideas, ensayista literario que se dio a conocer publicando su tesis de doctorado en El Colegio de México, del cual fue delegado en el Consejo Nacional de Huelga de 1968. Era sobre y en contra de Octavio Paz: La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz (1978). Incluso sus editores vacilaron en dar a la imprenta un libro que rompía, a la vez, con la adulación y con la incuria: los críticos de Paz se conformaban con insultarlo. Pocos pensaban con él y si era necesario, contra él. Meses después de la polémica entre Paz y Carlos Monsiváis en el invierno de 1977-1978, La divina pareja se convirtió en el primer libro crítico, serio y profundo que se publicaba frente a ese fenómeno que en mi biografía de Paz llamé “La jefatura espiritual” del poeta. Aguilar Mora, por cierto, se había escindido, radicalizado, de La cultura en México dirigida por Monsiváis, en noviembre de 1977, en compañía de Manjarrez y David Huerta, entre otros.
Paz le agradeció en privado el libro (me lo dijo él y me lo confirmó por escrito Aguilar Mora, contándome de su encuentro casual con Paz en la vieja librería francesa de Havre y Reforma) pero La divina pareja fue ignorada. Aquellas “guerras culturales” eran duelos singulares, clandestinos, desdeñosos de una opinión pública recatada y famélica. Pero curiosamente, cada vez que releo La divina pareja la encuentro más paradójica. En efecto, a Paz lo conducía ese binarismo entre la historia y el mito. Pero como diría Francis Ponge de la queja de los absurdistas: ¿Qué hay de malo en que el mundo sea absurdo? ¿Qué Paz sea inconsecuente a la vez con Nietzsche y con Marx, como se lo reclamaba Aguilar Mora, qué tenía de aberrante o sospechoso? Jorge perteneció, me parece, a esa nutrida y con frecuencia brillante familia que los franceses llaman “nietzscheanos de izquierda”, para quienes la crítica materialista que Marx hiciese del capitalismo es compatible con el soplo de Nietzsche contra toda “moral de los esclavos”, venga del poder o venga del pueblo. Paz, sin duda, no calificaba como nietzscheano de izquierda. Ni de derecha, por supuesto.
Tras La divina pareja, las malas lenguas “autoexiliaron” a Aguilar Mora, víctima de la mafia de Paz, mientras Monsiváis y José Joaquín Blanco, otros de sus críticos, habían sido “perdonados” por alguna misteriosa razón y “autorizados” a permanecer en el país. La noche del 5 de enero de 2024 volvía a circular en las redes la tontería de que Paz corrió a Aguilar Mora, etc. ¡Pruébenlo, señores comisarios!
Más allá de esas suspicacias ridículas, supongo que el alejamiento de Aguilar Mora tenía algo de autosacrificio. Pulsión rara en quien tenía flema de gurú: tuvo y tendrá prosélitos secretos y no tanto, porque no hablaba en vano y sus cóleras parecían más propias del solitario Zaratustra. Pero lo suyo era el augurio menos que el cenáculo. Es difícil imaginar a Aguilar Mora en el centro de la mesa; lo ubico mejor en un refugio a la San Jerónimo, ávido de soledad y de estudio, rumiando rencores y leyendo siempre entrelíneas, pues de otra manera no leía. Ante el enigma, prefiero recordarlo jugando con los niños, comprando pan en Trico para su mamá enferma, o haberlo visto muy enamorado, planeando más excursiones por las bibliotecas de los Estados Unidos, por Quito o por Buenos Aires. Acaso prefería eso a estarse peleando todo el tiempo con los mexicanos, a cuya historia le dedicó algunos buenos libros.
La siguiente crítica de Aguilar Mora contra Paz, de la que fui plenamente contemporáneo y donde aparezco citado como involuntaria “prueba” en contra de Paz (La sombra del tiempo. Ensayos sobre Octavio Paz y Juan Rulfo, 2010) sí, a diferencia de La divina pareja, me molestó. No solo porque le daba estatura intelectual a una legión de mediocres que carecieron de la valentía (que sí tuvo Jorge) de atacar las ideas de Paz en vida, exponiéndose a una respuesta fulminante y enérgica, sino porque era resultado de la impotencia. Una vez publicada en 1999 la Miscelánea I, de las Obras completas de Paz, bajó su supervisión y en edición de Adolfo Castañón (en su día muy próximo a Jorge), el asunto cambió de color. Estas incluían, esencialmente los “Cantos españoles [1936–1937]”, con el mítico “¡No pasarán!” muy destacado, lo cual dejaba caer el argumento de que Paz había censurado lo más comprometido de su poesía, aquella en la cual se puso al servicio no solo de la República española agredida por los sediciosos, sino de los comunistas.
Se necesitaba no conocer en nada a Paz o actuar con mala fe (como lo hizo Aguilar Mora), para creer que él ocultaría su pasado como compañero de viaje, cuando el principal tema de su vida política fue, precisamente, el haber sido, como tantos “hombres en su siglo”, cómplice del totalitarismo, aquí y allá. ¡Cuántos no lo vimos enfurecerse, en varias circunstancias, cuando se rebajada la pasión de su compromiso! Él sentía que lo vivido en la izquierda leninista, como agnóstico, era algo similar al pecado –o una ceguera que daña el alma–, se le escamoteaba y ansiaba, tras la comunión, la confesión. Al disminuir ese pasado, se le privaba a su vida, de su esencia: la rectificación. Lo que Paz hizo, como muchos poetas, fue sacar de su obra versos balbuceantes, primerizos y circunstanciales, mismos que fueron repuestos, en su mayoría, en las Obras completas.
Desaparecida la prueba textual, “empírica”, de la autocensura paciana, Aguilar Mora, en La sombra del tiempo, dobló la apuesta hacia la metafísica: al ejercer lo que en otros poetas se aplaude como “reescritura activa”, en Paz era la impostura de estarse cincelando a sí mismo, lleno de lascas, como un eterno poeta joven, regresando “muchas veces a sus poemas para cambiarlos, para borrarlos, buscando en una tarea de Sísifo au rebours, alterar el pasado” (p. 51).
Paz, tantas veces acusado de levantar su propia estatua, para nadie resultó ser tan pétreo –vaya paradoja– como para Aguilar Mora, quien, por cierto, se negó siempre a decir cuántos eran esos poemas modificados y qué porcentaje de su Obra poética representaban. (Se lo pregunté expresamente sin obtener como respuesta otra cosa que una mueca). Para Jorge, Paz terminó por ser el Gran Comendador que se le aparecía en sueños con su luz enceguecedora, al cual oponía la sombría pureza, sedante, de Juan Rulfo, sobre quien escribió, en La sombra del tiempo, páginas conmovedoras. Si para eso sirvió derribar, siendo binarios, la estatua del otro, bien está.
Como siempre en los escritores que importan, hay un buen Aguilar Mora y uno malo. En ese libro, acierta, por ejemplo, al afirmar que “el modernismo hispanoamericano fue nuestro romanticismo”, Paz crea más problemas que soluciones. En compañía de Luis Villoro y de Enrique González Rojo, Aguilar Mora fue un crítico de aquellos que un Paz merecía. En cambio, eran tristes de leer, por ejemplo, exabruptos racistas de Aguilar Mora en contra de Paz y Carlos Fuentes por ser “criollitos”, como si él no fuese el alumno de Barthes que trajo, desde su fuente, el posestructuralismo a México.
No fui muy amigo de Aguilar Mora, pero tuvimos amigos comunes tan cercanos que descubrí que ser amigo suyo era difícil hasta para quienes no lo éramos, porque padecíamos de las tormentas implícitas en su privanza. Para ilustrar el asunto: en 2013, Gustavo Guerrero me invitó a conmemorar, en París, los veinte años de la muerte de Severo Sarduy. Sabía que él y Jorge habían sido muy cercanos, y le pregunté por aquella amistad. Me respondió por correo electrónico con una recordación maravillosa, de doce páginas. Preparando mi ponencia, le pedí permiso para citar algunas líneas y le mandé un borrador de lo que sería, de darme el sí, el texto. Me lo negó furioso, retándome a atreverme a hacer lo que Gustavo Sainz (su íntimo en los años sesenta) hizo con él, es decir, a citarlo sin permiso, ni recato. No lo cité, desde luego y sabiendo que había caído de su gracia para siempre, me atreví a preguntarle cuál era la razón de su furia. Me contestó enseguida.
En el borrador de mi ponencia, yo decía que Sarduy o Rosario Ferré –la escritora portorriqueña que fue, además, su esposa– “habrían” escrito alguno de los capítulos de Si muero lejos de ti, cuando él lo daba por un hecho al comenzar la novela. La bronca había sido la declinación del verbo que él interpretó como una desautorización de mi parte. Le contesté secamente que en la Obra completa (1999), de Sarduy, en la colección Archivos preparada por Guerrero y François Wahl, legatario y pareja de toda la vida del escritor cubano, nada se decía de ese capítulo. “Jorge”, le dije, “no dudo de tu palabra, pero no hay prueba filológica de que Sarduy haya escrito ese capítulo”.
Conociendo que así era Aguilar Mora, dejé pasar el incidente y su siguiente libro, Sueños de la razón 1799 y 1800, me encantó, pues compartíamos esa pasión decimonónica, y más me encantó que se anunciase Fantasmas de la luz y el caos 1801 y 1802, que apareció en 2018. “¡Ojalá ese loco de Jorge viva un siglo para completar la entrega!”, me dije jubiloso. Ya escribía yo mi libro de Sainte-Beuve, al que me dedico desde hace años, sabiendo frustrado que mi lector de ensueño, Aguilar Mora, pese a ser el fantasma atrás de mi espalda cuando escribo sobre los saintsimonianos y otros amigos de juventud del crítico, nunca aceptaría leer una sola página. Recordaba como leyó con lupa Tiros en el concierto (1997) y rebatió todo lo que decía yo de Alfred de Vigny y la torre de marfil. Reseñé Sueños de la razón 1799 y 1800 en Letras Libres, y como si no hubiese ocurrido nuestro “caso Sarduy”, Jorge me escribió agradecido.
Nunca olvidaré la hospitalidad y la música que me brindó Jorge. Dos o tres veces, invitado por él a Maryland a preparar un curso que la crisis del 2008 abortó, estuve en su departamento de Silver Springs oyendo a Bruckner, comparando a Celibidache con Karajan, o la tesitura que solo alcanza el King’s Consort en el Stabat Mater, de Vivaldi, todo ello cenando una comida china maravillosa que mandaba pedir en el cantonés de la esquina. O las excursiones a los Tower Records de Washington, de las cuales llegaba satisfecho de haberme hecho comprar demasiadas sinfonías de Raff, una debilidad suya. ¿Muerto, el huidizo, el afantasmado, el rencoroso y conmovedor Jorge Aguilar Mora tendrá los lectores que no quiso tener? Lo ignoro. Pero si no los tiene, qué importa. Me tocó, dada la distancia, poco de su cólera. Extrañamente, a un ser de tan bien ganada fama de tormentoso y atormentado, lo recuerdo feliz, concentrado felizmente en una sinfonía, esperando, en segundos, la llegada del Scherzo. Que siempre llega. ~

* IN MEMORIAM JORGE AGUILAR MORA

Christopher Domínguez Michael. En 2020, El Colegio Nacional publicó sus Ensayos reunidos 1984-1998 y las Ediciones de la Universidad Diego Portales, Ateos, esnobs y otras ruinas, en Santiago de Chile.

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ENTREVISTA«Un psicópata realmente es un monstruo, inteligente y con un punto muy humano»

«Muerte en tres texturas» Cristian Schleu «Cuando la muerte reserva mesa, reza para que no sea tu nombre»
«Es una trama que genera mucha dopamina inicial, pero realmente son los personajes los que al final liberan en ti esa oxitocina que es más a largo plazo»

Rosa pasa página tiene una cita con Cristian Schleu escritor que debuta en una novela y lo hace con un buen emplatado. Víctimas sentadas a la mesa con el abdomen abierto y sin vísceras, dejando al descubierto un agujero en el que se encuentra el bolo alimenticio perfectamente presentado y emplatado. Un asesino que comete crímenes gastronómicos.
–Filippe Bouvier quiere ganar su segunda estrella Michelin. Eso supone una presión no siempre fácil de gestionar. ¿Cómo es la visión de un chef a la hora de preparar un plato enfocado a ganar esa segunda estrella?
He trabajado en dos restaurantes, no a este nivel, pero claro, estamos hablando de alta gastronomía, entonces el nivel de exigencia todavía es mayor. El grado de perfeccionismo que intenta el personaje, ese grado de perfección de agradar, de que todo salga a la minute, ¡ostras! Es una presión muy fuerte para él. Entonces, claro, juega bajo estas presiones, necesitas un buen equipo, un buen tándem. Y en su caso yo creo que lo tiene.
—Estás hablando de Tsu. Preséntanos a este personaje.
Pues Tsu es un poco el antagonista de Philippe. Es decir, yo cuando pensé en los perfiles, pensé en un cocinero. Y después pensé, ¿y por qué no los dos? De hecho, a Filippe muchas veces se ve reflejado en Tsu y le sirve un poco como de espejo. Y conocer a Tsu a través de los ojos de Filippe, yo creo que también es enriquecedor. De hecho, creo que se complementan muy bien.
—Te voy a hacer una pregunta que te va a descolocar. ¿Cómo se limpia una lubina?
La descamas. La cortas a lo largo. Y a partir de ahí la fileteas e intentas sacar lo que es la espina central.
—El oyente se preguntará por qué se me ha ocurrido, pero solo necesitan leer el libro.
–Vamos a ir dando cuchilladas. Yo creo que no hay nadie que esté más próximo y durante más tiempo de un arma blanca que no sea un cocinero. Y has de tener la cabeza muy amueblada para que ese objeto no haga una función diferente de la que tiene preparada, vamos, de la que marca su destino. Pero sí, realmente mucha gente tiene a mano cosas que a priori podrían parecer peligrosas. La cuestión es la sensatez y la cabeza.
—Exacto. Abríamos la entrevista con una escena dantesca, un asesino que lo que hace es que corta el abdomen y lo vacía. Apenas se necesitan 30 segundos para introducir el bolo alimenticio en la boca y pasar por el esófago. Justo son 30 segundos el tiempo necesario para que esa persona esté viva.
¿Cómo se puede digerir una escena tan dantesca?
Pues yo la digiero por mis años de publicidad y yo he dedicado mucho a pensar, a tener ideas, a escribir anuncios e historias, entonces surgió que un día que yo iba en moto por Barcelona.. Entonces pasé al lado de un restaurante que conozco y que hacen unos garbanzos espectaculares. Y, ostras, se me vino a memoria esos garbanzos que están realmente buenos. Entonces, al cabo de unos pocos metros, vi un accidente de moto y una ambulancia estaba socorriendo a una persona en el suelo de la cual solo veía los pies.
Entonces ya mi cabeza se disparó, empezó a… pues eso, a derivar ideas, y me imaginé lo peor, fracturas, heridas abiertas, entonces ahí es donde relacioné realmente el tema de los garbanzos de los que venía a qué es lo que se podría encontrar en ese accidente, entonces pensé, esto podría estar bien como punto de partida, como una premisa para una trama.
Y ahí, como tú antes me lo has dicho, pensé, ostras, claro, aquí si lo plantas en medio de un panorama de homicidios y tal, entonces tendría que meter a los al sargento de turno, al teniente, al capitán, y pensé que todo eso estaba muy manido ya en el sentido de que hay mucho y muy bien escrito. Y pensé, ostras, pero es que la temática me lo está ofreciendo una bandeja.
—¿Cómo lo puede digerir el lector?
Estamos acostumbrados a muchas cosas, hemos leído mucho, muchas vísceras, mucha casquería humana y muchas series. Entonces cada vez nos han ido educando y haciendo más insensibles a estos primeros impactos.
—La investigación, como bien dice, tiras de Philippe y de Tsu conjuntamente con el inspector. ¿Cuál es la relación que hay entre ellos? Bueno, pues el capitán es el cuñado de Philippe, y al cual hace como dos años y pico que no ve. Se han distanciado por motivos y, claro, volverlo a ver es un bofetón.
Desde el inicio de la novela a Philippe no paran de darle bofetones, la vida, su familia, sea política o no, entonces él como buenamente puede va intentando encajarlos y situándose en ese panorama que se le viene encima.
— Estamos hablando de su hija, de Charlotte, a quien no digo que tenga aparcada, pero quizás enfrentarse a ella o escucharla le traiga de nuevo a una realidad que no quiere vivir.
Exacto. Sí a veces es una huida a la desesperada de sus problemas reales, de su día a día. Entonces lo que hace es buscar en la cocina y qué mejor lugar que en su cocina. En este sentido es muy duro.
—¿Lo importante debería tener prioridad sobre lo urgente?
Sí. pero muchas veces nos olvidamos de eso. El día a día, las redes sociales, la vorágine en la que vivimos, nos olvidamos por completo hasta que no nos dan un buen bofetón. La vida no nos da un buen bofetón o hasta que por otro motivo no nos plantamos y pensamos un poco y recapacitamos.
—Charlotte vive una adolescencia difícil, voy a decir, y luego está la abuela.
La abuela debería ser esa paz. Pero obviamente lo ha pasado mal y de hecho es un poco el pilar de esa casa. La abuela es un poco el pilar. Claro, también es verdad que ese pilar por su manera de ser, de gestionar las emociones, de cómo es ya, por naturaleza, por genética esta persona, ya se le da bien, y se toma las cosas con mucha filosofía.
—¿Qué hay en el estómago de un asesino como éste?
Creo que hay mucha inteligencia, mucha recapacitación y también mucha humanidad. Humanidad. Dentro de la psicopatía que padece, porque es un psicópata realmente es un monstruo, tiene un punto muy humano.
Y esto no quería dejarlo perder. Quería que este hilo estuviera ahí, al margen de que, obviamente, un psicópata se caracteriza por ser una persona fría y calculadora. Y el nuestro, aparte de emplatar bien, tiene eso.
—Esa forma de humanizarlo consigues que el lector no lo culpe, no lo quiera juzgar tan pronto.
Exacto.
—Con esta presentación que hacíamos al principio, en la que es totalmente imaginable dentro de lo que nos alcanza la imaginación, en esa presentación de esa víctima, lo primero que te surge es por qué. Tiene que haber una razón. Y en ese por qué, en esa búsqueda de la razón, ya estás empezando a no juzgar, a no acusar al psicópata.
Yo creo que eso es un muy buen planteamiento. Muchas veces nos obcecamos con el quién y es lo de menos. Es el porqué. Sí, es el porqué y es el cómo, el cómo te han llevado hasta ahí, cómo la trama te ha ido conduciendo.
–Es una novela donde se abren muchos interrogantes, como es en el caso de la trama, ¿no?
Es una trama que te engancha, es muy trepidante, genera mucha dopamina inicial, pero realmente son los personajes los que al final liberan en ti esa oxitocina que es más a largo plazo. Es con lo que realmente te puedes llegar a enamorar de los personajes. Y a mí las novelas lo que me gusta es que al final vivir la novela desde todos los ángulos, que sea lo más poliédrico posible y poder excusarlos a todos y poder cagarme en todos, eso es lo que me gusta que haga una novela conmigo…
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El discurso de Milei en Davos contra el socialismo: ¿Arcaico o necesario?
Por Marcelo Duclos 

No hay dudas de que la intervención del mandatario argentino, Javier Milei, fue la más importante en el Foro Económico Mundial. En Argentina, sus partidarios celebraron sus palabras, pero sus críticos fueron lapidarios. Consideraron que se trató de un discurso “arcaico”, para otro momento.

En materia de ciencias sociales, las definiciones son, lógicamente, más amplias que en las ciencias duras, donde el significado de un átomo o una partícula es inapelable. En la actualidad, hay autodenominados socialistas que no descreen de la propiedad privada y auto percibidos liberales que consideran que es rol del Estado generar, por ejemplo, mecanismos de redistribución secundarios al proceso de mercado. Claro que, en pos de la seriedad del argumento, cada uno debería poder justificar su perspectiva.
Más allá de estas cuestiones, para que las definiciones tengan algún tipo de sentido –sino sería imposible la comunicación básica de los seres humanos- uno no puede darle el contenido que desee a las palabras. En un marco mínimo, podemos denominar al socialismo como el conjunto de ideas colectivistas, que pueden ir de la planificación centralizada total, hasta la convivencia con un sector privado regulado, con impuestos progresivos y políticas denominadas redistributivas. En este universo, que busca por sobre todas las cosas la “igualdad”, ese proceso se hace mediante la ley.
De la vereda de enfrente, podríamos acordar que el universo liberal tiene como piedra fundamental la libertad individual. Aquí también tenemos diferentes matices, ya que el pensamiento libertario puede ir desde el anarcocapitalismo hasta el liberalismo clásico, donde el sector privado convive con un Estado, que, a diferencia del socialismo, no busca la igualdad, sino la protección de los derechos individuales, para que cada uno busque su propio modelo de vida. Aquí la única igualdad que existe es ante la ley o no mediante ella.
A pesar de la distancia en la teoría, en la mayor parte del siglo XX (entre 1917 y 1989) el mundo vio competir a ambos modelos en el marco de la Guerra Fría. Con el desastre soviético y la caída del Muro de Berlín, en grandes rasgos, la discusión debería haber quedado saldada. Ayer, los críticos de Javier Milei señalaron que su discurso no eran compatibles con el mundo actual, ya que retrotraían a esos tiempos, donde medio planeta estaba bajo las garras del socialismo.
Luego de lo que generó el discurso de Milei, se abren varias preguntas en el marco de la discusión entre sus detractores y críticos: ¿Está muerto el socialismo? ¿Es una amenaza para Occidente en la actualidad? ¿Somos víctimas, sobre todo los argentinos, de la vigencia de las ideas colectivistas?
Los que compartimos y suscribimos el discurso de Milei ayer tenemos claro nuestras respuestas; sin embargo, para que el debate sea más fértil y constructivo, es necesario fundamentarlo. Del otro lado se han limitado a decir que el discurso fue demodé y que el país estuvo pésimamente representado por un fanático. Pero no han argumentado absolutamente nada para fundamentar esta posición.
Dicen que los que ganan la guerra escriben la historia. Pero la democracia liberal y la economía de mercado son sistemas que no escriben, a pesar de sus probados beneficios. En cambio, los burócratas que gozan de los privilegios del poder, sí. Lamentablemente (al menos hasta ahora, donde el discurso de Milei pudo haber sido la primera etapa “contrarrevolucionaria”) la batalla cultural la ganó el socialismo.
Una muestra de la influencia del colectivismo en la actualidad es que el nacionalsocialismo alemán sea repudiado por todo el mundo (con lógica razón), mientras que el socialismo proletario es reivindicado moralmente, hasta en la mayoría de los centros del mundo. A pesar que el segundo se haya cargado entre 10 y 15 veces más vidas humanas que el primero.
Este proceso es el resultado de un trabajo de décadas, que pudo sí haber empezado durante la Guerra Fría. El ex espía y desertor soviético Yuri Bezmenov reconoció en los ochenta que la URSS le dedicó mucho más tiempo, dinero y recursos humanos a la infiltración ideológica socialista en Estados Unidos y Occidente. Puede que esta infiltración de subversión cultural haya tenido más éxito que la Unión Soviética en sí, ya que la visión socialista tiene influyentes partidarios en las democracias occidentales en las escuelas, universidades, medios de comunicación y credos religiosos. Tan fuerte y exitoso ha sido este proceso, que las premisas marxistas aparecen hasta en curas y rabinos, a pesar de la opinión del padre fundador del “socialismo científico” sobre las religiones, las que consideraba como “el opio de los pueblos”. TAMBIÉN:  VOX desmonta el sectarismo histórico de la izquierda: ‘La radicalización del PSOE fue la causa principal de la Guerra Civil’
A pesar de la caída de la URSS, el que niegue que las premisas fundamentales que dieron razón de ser al comunismo real tienen absoluta vigencia, está mirando otra película. Cabe destacar que este drama no es exclusivo de Argentina. En España, la “igualdad” tiene hasta su propio ministerio, bajo un gobierno (del Partido Socialista) que estuvo largo rato en alianza con un espacio que se reivindica como comunista (Podemos). Si algo evitó que la tragedia sea total para los españoles, esto fue la pertenencia a la Unión Europea y el euro como moneda, lejos de la discrecionalidad de un Pedro Sánchez, que hubiera hecho destrozos con sus propias pesetas.
Ejemplos como el de Colombia y su fallido gobierno actual sobran en el mundo, sin caer en el extremo venezolano del que ya escribimos más que suficiente. Hasta en Estados Unidos se escuchó en más de una oportunidad al presidente actual insistir con la necesidad de los impuestos progresivos, que no son más que una recomendación del mismo Karl Marx, que tenía como finalidad “despojar de modo progresivo a la burguesía”.
Es necesario reparar un instante en esta cuestión del impuesto progresivo, ya que suele ser defendida con base a una mentira. Para implementarlos, se le suele preguntar a la ciudadanía si es justo o no que los ricos paguen más impuestos que los pobres, lo que suele tener una respuesta clara en la sociedad. Sin embargo, el flat tax (carga impositiva de preferencia de los liberales y única compatible con la igualdad ante la ley) ya hace que las personas de mayores recursos paguen más impuestos. Supongamos que el gravamen es de 10 %. El que gana 10 paga 1, el que gana 100 paga 10, el que gana 1000 paga 100 y el que gana 1000000 paga 100000. Es decir, el rico siempre paga más que el de menores ingresos. Sin embargo, este modelo no altera las posiciones relativas y sigue incentivando a la creación de riqueza. En cambio, el impuesto progresivo dice que el que gana 10 paga el 1 %, que el que gana 1000 paga el 10 % y el que gana 1000000 paga el 50 %. Este esquema, que produce “exiliados fiscales” daña considerablemente a las sociedades, ya que las descapitaliza. A esto se refería Milei ayer cuando habló de los ministerios inútiles (como el de la Mujer) que se financian con la voracidad fiscal de Estados quebrados, a los que nunca les alcanzan los recursos. Detrás de todas iniciativas, siempre está presente el horizonte moral de la igualdad socialista, aunque no se exhiba como estandarte el martillo y la hoz.
Volviendo a nuestra región, es imposible separar el éxito político del colectivismo con la estrategia planteada por el Foro de Sao Pablo, que tuvo entre sus principales figuras al actual mandatario de Brasil. En los documentos de estas reuniones, el socialismo moderno se planteó abiertamente la reformulación del sujeto revolucionario del comunismo original, por nuevas figuras de identificación para los latinoamericanos. El obrero proletario ya no podía ser la piedra fundamental de la aventura colectivista, ya que el capitalismo de libre mercado dejó en evidencia que un trabajador norteamericano vivía mucho mejor que su equivalente soviético, al momento del derrumbe de la URSS. 
Allí se establecieron nuevas luchas como la de la mujer, los homosexuales, los pueblos originarios, minorías raciales y el ambientalismo. Claro que todo esto está enmarcado en la tradicional hipocresía socialista de siempre. En Occidente, las mujeres, los gays y las diversas minorías fueron garantes de derechos igualitarios ante la ley mucho más que en el universo soviético, que, además contaminó durante su existencia mucho más el medioambiente que las potencias capitalistas, que fueron mejorando sus procesos de producción de la mano del sistema de precios y mercado.
Todos estos sujetos de la “nueva lucha” son la excusa mentirosa de una agenda política actual y vigente que, le digan como le digan, tiene la finalidad de la concentración de poder en manos del Estado y la reducción de autonomía individual ante la burocracia.
Si los críticos de Milei, que aseguran que ayer hizo el ridículo en Davos, desean dejar de lado el término “socialismo”, está bien. Lo que no pueden apartar del debate son las causas que llevan a ese modelo económico al fracaso y su vigencia, en mayor o menor medida, en países como la Argentina.
Pocos años después de la revolución bolchevique, cuando el mundo miraba con expectativas los primeros resultados del experimento soviético, Ludwig Von Mises advirtió con precisión quirúrgica que este estaba condenado al fracaso. Anticipó que la eliminación de la propiedad privada traería consigo la supresión de los precios de mercado. Para el pensador austríaco, este es el único coordinador de la economía y los agentes sociales. Su tesis fue que sin propiedad no había precios. Sin ellos, el colapso total de la economía estaba asegurado. Así sucedió, al pie de la letra. Al día de hoy, los socialistas siguen buscando hipótesis ad hoc para justificar un modelo que no falla en la práctica (como la mayoría en Occidente cree), sino que tiene su error fundamental en la teoría.
Si el siglo XX dejó como enseñanza que la planificación centralizada, con el Estado como dueño de “los medios de producción” fue un fracaso, que terminó en las más sanguinarias dictaduras, las primeras dos décadas del 2000 ya enseñaron otra cosa. Si la supresión de la propiedad elimina las señales que emiten los precios, la sobrerregulación sobre la misma termina generando otros problemas: las distorsiones que descapitalizan la economía, generando pobreza y aumentando los índices de miseria. Los dolores de cabeza que atraviesa la economía argentina hoy tiene mucho que ver con la reinstauración de los precios relativos. ¿A quién se le ocurre que un boleto de autobús salga cuatro o cinco veces menos que una medialuna en una panadería? Así está toda la economía actualmente y la transición no será nada sencilla. 
El estatismo híperegulador del kirchnerismo generó desincentivos económicos, planteó cambiar los precios de mercado por “precios justos” y limitó a las personas a que puedan hacer uso libremente de su propiedad. El que no le quiera llamar “socialismo” a este modelo está en su derecho, pero al menos, en pos de la honestidad intelectual, debería discutir las consecuencias concretas del modelo en cuestión. Si se hace eso, el nombre es lo de menos. Sin embargo, no lo hacen. Se limitan a decir que Milei combate en su discurso con enemigos imaginarios, sin analizar el desastre que dejaron, sus causas y consecuencias. Es que, si lo hacen públicamente, se llegaría de forma inequívoca a una sola conclusión: que, a pesar de como quieran denominar al conjunto de ideas que nos llevó hasta acá, la única solución posible para revertir la situación se encuentra en la receta del capitalismo de libre mercado.
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ENTREVISTA

Entrevista a Victor Sebestyen. “Lenin siempre supo que tendría que haber terror para crear su Estado”

Por Daniel Gascón1 enero 2024

“Hice tres libros sobre la Guerra Fría: Twelve days, sobre Budapest en 1956; 1946. The making of the modern world, sobre el comienzo de la Guerra Fría, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y Revolution 1989, sobre la caída del imperio soviético. Pensé: ¿dónde empezó todo? Eso me llevó a la Revolución rusa, y a su figura central, que era Lenin”, cuenta el historiador Victor Sebestyen (Budapest, 1956), cuya biografía del líder soviético, fallecido hace cien años, ha publicado Ático de los Libros.

“Y es una gran historia. ¿Cómo un hombre, un tipo raro, obsesivo, que la mayor parte del tiempo vive en pensiones en las pequeñas ciudades de Europa con su esposa y su suegra y con unos pocos seguidores, acaba haciéndose con uno de los mayores imperios del mundo? Para un escritor y para un periodista es una historia personal asombrosa. Eso es lo que he intentado transmitir en el libro.”

-Usted dice que Lenin era marxista, pero que ante todo era ruso. ¿Por qué es eso tan importante?

Porque los bolcheviques reaccionaban específicamente a las condiciones de Rusia. Era un Estado policial, no era una democracia liberal agradable, decente, lo que estaban derrocando. Crearon un nuevo Estado que era, y en muchos sentidos todavía es, una imagen especular de lo que era el Estado zarista: con su burocracia, con su violencia, con su opresión. A eso me refería con la idea de que el proyecto de Lenin era una importación de Europa, pero con un sesgo específicamente ruso. Eso llevó a una gran parte de la violencia, a la falta de espacio para cualquier oposición. La mayoría de los bolcheviques había estado en las cárceles bajo los zaristas. Algunos de ellos escaparon. Casi todos estuvieron en el exilio en algún lugar muy frío en el Ártico. Así que reaccionaban a las experiencias que habían tenido. La ideología está ahí, por supuesto, podemos analizarla, pero en cierto sentido era algo secundario. Se convirtió en el lugar en que se convirtió porque es Rusia. Estamos viendo un montón de cosas que no han cambiado mucho.

-Cuando describe el Estado policial zarista, parece brutal y opresivo, y al mismo tiempo, ineficiente. Por ejemplo, en los procedimientos de censura, que eran severos pero dejan que todos estos libros circulen.

Dejaron que El capital se publicara, porque pensaban que nadie lo entendería, que nadie sabría de qué trataba. Pero daba miedo y temor, a pesar de las ineficiencias. Más tarde, la KGB también era bastante inútil a la hora de la verdad. Probablemente sabían lo que millones de personas desayunaban, pero ¿sirvió de algo? No.

-Habla de elementos personales claves de Lenin. La ejecución de su hermano, tras haber intentado matar al zar, fue decisiva.

Ha habido muchas biografías antes de la mía, algunas muy buenas, que intentaban transmitir la idea de que solo era un revolucionario obsesivo y un marxista fanático, lo cual es cierto hasta cierto punto. Pero había mucho más en él, y no era en absoluto una persona fría, calculadora y gélida, como todo el mundo piensa. Era una figura muy emocional, y se enfurecía, y sus respuestas no eran frías, calmadas y calculadas. La mayor fue la reacción a lo que le pasó a su hermano cuando Lenin tenía poco menos de dieciocho años. Y ni siquiera fue solo la ejecución en sí de su hermano, que tenía veintiún años en ese momento. Después de eso su familia también fue rechazada. Ni siquiera podía encontrar gente en Simbirsk, la ciudad donde creció, para llevar a su madre a San Petersburgo para ver al hijo antes de que lo ejecutasen. Y fue eso, más que nada, lo que impulsó su odio absoluto por los burgueses, los biempensantes burgueses liberales, que conservó durante toda su vida. Los odiaba mucho más que a los aristócratas o a los zares: era el tipo de gente que había sido brutal con su madre. Lo estoy simplificando, pero era una persona muy emocional.

-Y obsesiva…

Incluso en su ideología era, por supuesto, obsesivo. Pero la cosa que lo distingue es que también podía cambiar su opinión ciento ochenta grados en un instante, si le convenía tácticamente. Muchos de los otros líderes revolucionarios solo estaban interesados en el dogma de la ideología y no en la práctica de hacer la revolución. Por eso Lenin tuvo éxito. Otros acabaron en el gulag o discutiendo sobre socialismo en los cafés de la orilla izquierda de París. Él se tomaba en serio hacer la revolución. Los otros se tomaban en serio charlar sobre esas ideas. Era un fanático, pero hasta cierto punto. Y esa es su contribución al asunto. Sin un hombre así, la revolución nunca habría ocurrido.

-En la introducción dice que nunca fue amable con un enemigo.

No, no, nunca. Para él, el mejor momento para patear a un enemigo es cuando está en el suelo.

-Y cuando encuentra a otro revolucionario siempre hay un fuerte sentimiento de rivalidad.

Tenía que ser el líder. Nadie más. Tácticamente, a mucha gente le parecía una locura que ya fuera un grupo pequeño y él estuviera dispuesto a dividirlo en grupos aún más pequeños, solo para poder ser el líder. Eso parecería una locura política cuando estás hablando de unos pocos cientos de personas involucradas para hacerse cargo de un vasto imperio. Pero Lenin decía: Dadme cien personas en las que pueda confiar y que dependan de mí, y cambiaré el mundo. Y no le importaban los otros miles de personas. Y funcionó. Y esta también fue su gran contribución al activismo revolucionario, que todavía se utiliza, y que explica en su libro ¿Qué hacer? Allí cuenta cómo se forma un grupo revolucionario, cómo se organiza, cómo se centraliza rigurosamente. Fue utilizado por todos: por Mussolini, por Hitler. Las tropas estadounidenses lo encontraron en las cuevas de Afganistán. Encontraron, en los ordenadores, copias de ¿Qué hacer? de Lenin, así como el Corán. Estoy seguro de que hay algunos locos en Estados Unidos que todavía recurren a ¿Qué hacer? como guía para organizar una agrupación revolucionaria. Ha superado la prueba del tiempo. Lenin no contribuyó mucho en términos de ideología. Hay una cosa que se llama marxismo-leninismo, pero él no era un ideólogo inspirado, como lo fue Trotski, por ejemplo. Pero como gran táctico de la política, y a la hora de organizar un movimiento revolucionario, era único.

-Algo que también es contra intuitivo es que vivió la mayor parte de su vida rodeado de mujeres.

No era exactamente un feminista en el sentido en que pensaríamos ahora, en absoluto. Pero se tomaba a las mujeres tan en serio como se tomaba a los hombres. Eso no era necesariamente muy en serio, porque no tomaba a otros hombres demasiado en serio. Pero la mayoría de las personas más cercanas a él eran mujeres, y las respetaba tanto como lo haría un hombre normal de finales del siglo XIX. Muchas de las mujeres que lo rodeaban estaban dispuestas a hacer cualquier cosa por él. Lenin se benefició de eso, enormemente. Pero también estaba dispuesto a darles tiempo; tanto tiempo como a los hombres, al menos. Y eso no quiere decir que tuviera muchas amantes. Era un fanático y asceta. Pero no estaba realmente interesado en los ornamentos del poder. No le interesaban el dinero, las grandes casas o las mujeres y el sexo. Eso no era lo que lo movía. Lo que quería era imponer su voluntad sobre la gente: eso es mucho peor que el dinero.

-No era muy mesiánico.

Era práctico. Uno de los mayores rebeldes de la historia.

-Otra cosa que me sorprendió es su afición por la naturaleza y los Alpes.

Sí, siempre fue parte de él. Se crio en el río Volga. Iba en bote por el río y caminaba. Mucho de lo que Lenin escribió y publicó carece de interés. Aparte de ¿Qué hacer?, pocas cosas sobreviven. No es solo por la ideología. Simplemente está mal escrito, y es aburrido, impenetrable, difícil. Pero en sus cartas, cuando estaba escribiendo acerca de caminar en los Alpes o la naturaleza o lo que sea, ves que podía escribir muy bien. Cuando empecé a hacer esta investigación, no tenía ni idea de este aspecto de Lenin. Era nuevo para mí cuando empecé a trabajar en el libro. Me sorprendió la claridad con que podía expresar su amor por la naturaleza. Más tarde, cuando estaba muy estresado y trabajaba demasiado, su esposa, Nadezhda Krúpskaya, lo llevaba a las montañas o al lago a nadar. Así se calmaba, porque Lenin a menudo se enfurecía, se ponía de mal humor. Y la única manera de calmarse era caminar. Algunos de los críticos, no muchos, me han reprochado que tratara de hacerlo parecer una persona normal, humana. Pero era humano. Eso no significa que piense que es un gran tipo, solo porque puede hablar maravillosamente sobre los Alpes. No creo que sea un gran tipo en absoluto. Pero no veo cómo resta valor a mi libro decir eso. Algunas personas, en particular algunas personas de derechas, me decían: Usted trata de convertirlo en una persona decente. Pero en el último tercio del libro, cuando hablo de a cuántas personas mató, creo que se ve de manera muy clara que no era una persona decente. En general el libro fue bastante bien recibido, pero un sector de la derecha tenía esa crítica.

-¿Y qué dijo la izquierda?

A la extrema izquierda le pareció detestable. Porque, por supuesto, ese no es el Lenin que ellos quieren. Había una fuerte creencia en la izquierda, por supuesto: el comunismo y la revolución eran buenos. Todo era maravilloso, y lo habría sido gracias a Lenin. Y todo fue destruido por un psicópata asesino, Stalin. Lenin había sido el idealista que creó este nuevo Estado que podría haber sido el paraíso, pero llegó Stalin y lo arruinó todo. Ese relato es una falsedad absoluta. Lenin creó todos los órganos de represión después de la revolución, desde el principio. Creó el gulag. Creó la Cheka, que luego se convirtió en la KGB. Y creó las leyes bajo las cuales Stalin asesinó a la gente en las Grandes Purgas. Lenin inventó a Stalin. Y su mayor crimen fue poner a un hombre como Stalin, hacer posible que un hombre como Stalin tomara el poder y le sucediera. Ese fue su mayor crimen.

-Y siempre fue un defensor del terror.

Lenin siempre supo que tendría que haber terror para crear su Estado. No solo estaba de acuerdo con él, sino que lo acogía con absoluta satisfacción. No todo fue Stalin. Eso es una ilusión de la izquierda, porque tienen que explicar cómo todo salió mal. Así que elaboran ese bonito paquete ilusorio que dice que todo estaba perfectamente bien con Lenin. Era un buen tipo, pero llegó el malvado que lo destruyó todo.

Y ha habido un debate sobre eso en la izquierda, en la extrema izquierda. Todavía sigue… Así que fui bastante criticado por la izquierda. Pero yo no pertenezco a la izquierda así que me da igual. Tampoco soy de derechas. Y eso fue otra cosa, porque la mayoría de las biografías estaban en un lado u otro de la división ideológica en la Guerra Fría. Y fue realmente solo después del colapso de la Unión Soviética, y el descubrimiento de cada vez más material de archivo sobre lo que sucedió de verdad, cuando se pudo escribir un poco más desapasionadamente, con más claridad. Permitió más libertad de expresión, porque antes tenías que ser de derechas o de izquierdas y eso determinaba la biografía que escribieras.

-Otro argumento es el de los que dicen que con Trotski habría ido mejor, que no se habrían producido crímenes como los del estalinismo.

Sí, claro, ese era el argumento de los trotskistas, en La revolución traicionada y todo eso. En realidad no creo que Trotski hubiera sido muy diferente. Puedes hacer una historia contrafactual. Lo intenté en una reseña de una biografía de Trotski. Imagina que no hubiera habido Stalin, que solo hubiera sido Trotski. Creo que habría terminado más o menos de la misma manera. Desde el primer día de la revolución, Lenin gritaba: “¿Creen que podemos hacer una revolución sin terror?” Después de no haber dormido durante dos días, no se fue a dormir hasta que habían tomado el poder y el gobierno provisional había cedido. Y el segundo al mando en ese momento, Kámenev, emitió un decreto que prohibía la pena capital. Y Lenin, cuando se despertó y vio lo que había sucedido, se puso furioso. En el primer día de la revolución. Dijo: Es ridículo, no se puede hacer. ¿Crees que vamos a hacer una revolución sin matar gente? Repito: el primer día de revolución. Así que ahí es cuando salió mal. Cuando quieres que tu revolución idealista se haga a punta de pistola, sabes que es un fracaso.

-Dice que es el padrino de la posverdad.

Sí, habría sido brillante en Twitter o X, como tenemos que llamarlo ahora. Era muy, muy conciso. Su mejor periodismo es en realidad bastante bueno. Lo llamo el padrino de la política de la posverdad. Y me parece más claro ahora ante lo que estamos viendo, lo que hemos visto desde que salió mi libro en inglés en 2017. Lo simplificaba todo. Presentaba soluciones simples a problemas complejos. Contaba cualquier mentira para salir de una posible situación difícil. Siempre culpaba a alguien más: enemigos del pueblo, lo que fuera. Es un clásico, pero tan relevante hoy como entonces. Quiero decir que hay políticos democráticos que operan casi exactamente de la misma manera que Lenin, y los estamos viendo en muchas partes del mundo. Negó la realidad cuando intentaba crear una nueva. Es estándar. Pero de nuevo, creo que han aprendido de Lenin.

-Podría ser una descripción del populismo.

Sí, exactamente.

-Odiaba a los burgueses. Pero al mismo tiempo, vivió una vida burguesa.

Absolutamente, si piensas en muchas de las cosas del campo que le gustaban –cazar, pescar–, podría haber sido un caballero del campo en Inglaterra o España. Algunas personas lo observaron, Gorki escribió sobre ello, Trotski lo menciona en su pequeña biografía.

-Hay un momento muy divertido cuando va a Londres y están todos los otros exiliados rusos, y viven juntos, como en una comuna, y a él le horroriza porque piensa que hay mucho desorden.

Odia las comunas, quiere su propio espacio. Realmente no le gustaba la gente, está claro. Detestaba la vida en común. Cuando la gente llamaba a la puerta, le decía a su mujer que respondiera que no estaba.

-¿Cómo lo marcó el exilio?Sin el exilio no podría haber publicado en el periódico, no podría haber establecido su partido, ni siquiera habrían existido sin el exilio. Por otra parte, lo separó por completo de lo que ocurría en su país. Y Rusia se convirtió en algo teórico para él hasta que se las arregló para volver, hacia el final. Entendió que lo más importante era la guerra: Rusia había perdido la guerra, pero no podía admitirlo. Empezó a hablar de la tierra, de paz, de campesinos. La gente creía que él traería la paz. Y, de acuerdo, lo hizo, a un costo enorme: exageraba, pero quizá sea la única cosa sobre la que no mintió. ~  _________________________________________________________________________________  

 Trujillo y la resistencia dominicana

Trujillo y la resistencia dominicana

En Santo Domingo hay museos muy amables: el del ámbar, por ejemplo, o, más aún, el del chocolate, que es, como cabe imaginar, una delicia. Pero hay también uno muy amargo, aunque también, precisamente por esa amargura, muy edificante: el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana. Se encuentra en un edificio austero, no muy grande, de la ciudad colonial. Su objetivo es dar a conocer los horrores de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y la lucha de los dominicanos contra el tirano y sus secuaces. El museo nació cuando la madre de un opositor a Trujillo, Tony Mota Ricart, se preguntó quién conservaría los bienes de su hijo, y perpetuaría su memoria, cuando ella falleciera. La idea caló en Luisa de Peña, entonces directora de otro museo de la ciudad, que promovió la creación e inauguración del Museo, acaecida en 2011, y hoy es su directora. El centro ha sido declarado Memoria del Mundo por la UNESCO. Reconforta que en un país tan pequeño y pobre –a pesar del turismo que lo invade– como la República Dominicana exista un museo como este, que, bajo la triple invocación de “memoria, verdad y justicia”, explica su pasado y detalla sus calamidades. 

En España, que presume de europea y moderna, no lo hay, y eso que contamos en nuestra historia reciente con un dictador de la misma calaña, si no peor, que Trujillo: Francisco Franco. Igual que se lo ha exhumado de un monumento nacional, habría que exhumarlo de la penumbra en la que pervive su figura, gracias al empeño por el olvido –o la indiferencia– que promueven sus herederos ideológicos. A lo mejor, en el Valle de los Caídos podría situarse ese museo que diese cuenta, para reparación de las generaciones pasadas, que lo sufrieron, e ilustración de las futuras, que ya casi no saben quién fue, de las salvajadas que cometió, empezando por el hecho de que la basílica en la que ha yacido 45 años descanse sobre los cuerpos de decenas de miles de republicanos muertos durante su construcción, o cuyos restos fueron trasladados allí manu militari, y de opositores políticos. 

Lo primero que uno ve al entrar en el Museo de la Resistencia Dominicana es un gran mural en cemento sobre la matanza de los haitianos ordenada por Trujillo en 1937. Con esa masacre –llamada “del perejil”, porque esa era la palabra, perejil, que la policía dominicana obligaba a pronunciar a los sospechosos para determinar, ya que todos eran negros, si se trataba de haitianos o de dominicanos: los primeros eran incapaces de pronunciarla–, Trujillo pretendía deshaitianizar el país, algo que concordaba con su propósito fundamental de “blanquear la raza”, es decir, de reducir el aspecto oscuro –negro o mulato– de su población, incluyendo a él mismo, que era descendiente de haitianos y moreno (aunque en las fotos que se hacía, siempre trucadas, pareciese noruego). Sus esbirros liquidaron, a machetazos –la degollina se ha llamado también “del corte”, porque se ejecutó rebanando cuellos o destripando a la gente: aquellos haitianos miserables no merecían el dispendio de una bala–, a un número indeterminado de personas, que las últimas investigaciones sitúan en torno a las 17.000, entre las que se cuentan también varios cientos de dominicanos que tampoco pronunciaron bien “perejil” o que, simplemente, pasaban por allí. El Gobierno de Haití protestó al cabo de algún tiempo y, con el apoyo de los Estados Unidos, que no quería que se les alborotara el patio de atrás, consiguió que se le reconociera el derecho a una indemnización de 750.000 dólares. Trujillo, por su parte, regateó hasta reducir la cantidad a 525.000 dólares, pero la finalmente pagada fue mucho menor, porque una parte sustancial desapareció en los bolsillos de la propia burocracia trujillista. La enormidad de la escabechina y las presiones internacionales hicieron también que Trujillo montase una farsa de juicio y condenase a 30 inocentes, aunque años después, y discretamente, todos fueron excarcelados. 

Pese a la aparente tosquedad de sus prácticas, como la masacre de haitianos desheredados, Rafael Leónidas Trujillo, que gobernó la República Dominicana de 1930 a 1961, fue un maestro de la crueldad, un virtuoso de la perversión. A los 19 años ya apuntaba maneras: fue cuatrero, falsificador de cheques, ladrón postal y salteador de caminos, pero su tétrica carrera oficial no empezó hasta que, ansioso por encontrar un lugar donde pudiese desarrollar respetablemente su talento para el crimen, se hizo “guardia campestre”, esto es, policía privado, en un ingenio azucarero propiedad de empresarios estadounidenses. Acumuló méritos ante los americanos por la brutalidad que empleaba con los trabajadores y, cuando se creó la Guardia Nacional, durante la ocupación yanqui del país, entre 1916 y 1924, fue nombrado segundo teniente provisional (Franco también creó oficiales provisionales: una más de las muchas coincidencias entre ambos sátrapas). Esta invasión de los Estados Unidos no fue cualquier cosa: en ella, por ejemplo, las tropas de ocupación utilizaron por primera vez a la aviación contra la población civil. 

También como oficial de la Guardia Nacional, Trujillo se dedicó a perseguir con saña a sus compatriotas, ahora los guerrilleros “gavilleros” que se oponían a la presencia de los estadounidenses en la isla. Cuando estos se fueron, Trujillo ya era capitán y, aún más importante, jefe de la Policía Nacional. Tras progresar en el ejército, en 1930 urdió una trama contra el presidente Horacio Vásquez, lo mandó al exilio y, tras unas elecciones convenientemente fraudulentas, accedió a la presidencia de la República. Como Hitler, Trujillo ganó el poder con las urnas. Pronto, en 1933, se auto concedió el título de “Generalísimo”, que Franco importaría para sí pocos años después, y, bajo esa autoridad superlativa, hizo suyo el país: se apropió de sus riquezas, lo corrompió hasta las heces, violó, asesinó y extorsionó, y, en fin, impuso un régimen de terror que duró hasta el 30 de mayo de 1961, cuando un grupo de opositores lo acribilló en su coche (con armas facilitadas por la CIA, que no quería que la barbarie de Trujillo diera pie a una nueva Cuba), aprovechando que había salido sin escolta para visitar a una de sus amantes. Los pobres hicieron un gran bien a la humanidad, pero no escaparon de las iras del hijo de Trujillo, Ramfis, un vampiro con nombre de faraón, que movilizó a los servicios de inteligencia del país hasta localizarlos, torturarlos y fusilarlos (o de otro modo asesinarlos) a todos. 

Algunas de las técnicas empleadas por Trujillo, y expuestas en el Museo, me asombran singularmente, como su uso del chisme como instrumento del terror. “El Foro Público” fue, durante 13 años, y hasta el mismo año de la muerte del dictador, una sección fija en los periódicos y las radios dominicanos. En él se publicaban supuestas cartas de los ciudadanos denigrando y denunciando a los desafectos al régimen. Hoy pueden ser consideradas un antecedente del tuit. En realidad, las redactaban agentes (medianamente letrados) del siniestro Servicio de Inteligencia Militar (SIM) en el Palacio Nacional, supervisadas por el propio Trujillo. Unas 30.000 vieron la luz. Su primera virtud consistía en permitir al dictador practicar el doble juego que tanto le gustaba: aplicaba sus prácticas dictatoriales de forma que le sirvieran para desmentir que esas prácticas existieran. Así, alegaba que “El Foro Público” era una demostración de la libertad de prensa que reinaba en el país, cuando en realidad era un sofisticado medio de represión de la disidencia política, que a menudo culminaba en la detención, tortura y asesinato de las víctimas. 

Aplicó este mismo juego en la eliminación de las hermanas Mirabal –Patria, Minerva y María Teresa–, opositoras al régimen, que habían sido condenadas a prisión, como sus maridos. En agosto de 1960, inesperadamente, Trujillo las dejó en libertad, reclamando para sí una generosidad áurea, pero en noviembre dio orden al SIM de asesinarlas, siguiendo las pautas clásicas: las mataron a golpes, pero hicieron que pareciese un accidente. (El SIM, dirigido por los siniestros Arturo Espaillat, alias Navajita, y Johnny Abbes García, que supliciaba personalmente a los detenidos, que se paseaba por el Palacio Nacional leyendo compendios de las torturas que se habían aplicado a lo largo de la historia, desde los antiguos chinos hasta los recientes nazis, y que acabó trabajando para –y siendo asesinado por– François Duvalier, papa Doc, el patriarca de los dictadores haitianos, fue también responsable del asesinato del exiliado vasco Jesús de Galíndez, como narró Manuel Vázquez Montalbán en Galíndez, y del intento de magnicidio del presidente venezolano Rómulo Betancourt). 

En un sótano al que se accede desde el patio del Museo, se reproduce una sala de interrogatorios de uno de los dos centros de tortura más famosos del trujillismo, “la 40”. El espacio es, quizá por fortuna, demasiado austero, pero pueden contemplarse algunos de los instrumentos con los que los sicarios de Trujillo trabajaban a los presos, o la silla en la que los sentaban para aplicarles bonitas descargas eléctricas en las partes más sensibles del cuerpo. También se escucha el testimonio grabado de un torturado y se lee el escalofriante relato del ambiente que reinaba en aquel antro del horror, donde los aullidos de los que eran azotados con alambres se mezclaban con los de los perros que les echaban a otros prisioneros (o a los mismos azotados) y las risotadas etílico-perturbadas de los verdugos, hecho por alguien que también lo sufrió, Rafael Valera Benítez. Lo narra en Complot desvelado (vol. I, pp. 32-33). 

El Museo de la Resistencia Dominicana alberga mucha más información sobre el sanguinario Trujillo y la evolución política de la República Dominicana, que conoció una segunda intervención militar de los Estados Unidos, en 1965, y no se libró del aura macabra del dictador hasta, prácticamente, los años 80, y acoge en su sede, entre otras instalaciones, un centro de documentación que es también un centro de registro de víctimas de la dictadura. Cuando ya me marcho de este lugar admirable, que debería ser un faro para los españoles, leo en una pared el “Versainograma a Santo Domingo”, de Pablo Neruda, escrito en 1966: “Tuvieron a Trujillo sempiterno / que gracias a un balazo se enfermó / después de cuarenta años de gobierno. / Podríamos decir de este Trujillo / (a juzgar por las cosas que sabemos) / que fue el hombre más malo de este mundo / (si no existiese Johnson, por supuesto). // (Se sabrá quien ha sido más malvado / cuando los dos estén en el infierno) …”. Hoy, los restos de Trujillo descansan en el cementerio de Mingo rubio, el mismo en el que acaban de ser enterrados los de su compadre Franco. Bien está que los que fueron hermanos en su lamentable existencia descansen juntos ahora, en la tierra y en el infierno, para toda la eternidad.                                                      / Eduardo Moga es poeta, traductor literario y crítico.

________________________________________________________________________________________________                  Poesía

: autores diversos 

siglo: XVIII, XIX , XX, XXI

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Antoine-Vincent Arnault (París, 1 de enero de 1766 – Goderville, 16 de septiembre de 1834) fue un político, poeta y dramaturgo francés, padre del también dramaturgo Lucien Arnault. Arnault nació en París el 1 de enero de 1766. Su primera obra, Marius à Minturne (1791), consagró inmediatamente su reputación. Un año después, se publicó su segunda tragedia, Lucrèce. Arnault salió de Francia durante El Terror, pero a su regreso fue arrestado por las autoridades revolucionarias. Fue liberado gracias a la intervención, entre otros, del también dramaturgo y poeta Fabre d’Églantine.

Arnault se convirtió en amigo de Napoleón Bonaparte, quien en 1797 le puso al cargo de la organización administrativa de las Islas Jónicas, ocupadas por Francia. En 1799, Napoleón le hizo miembro del Instituto de Francia, además de darle un puesto en el Ministerio del Interior. Murió en Goderville el 16 de septiembre de 1834. Otras de sus obras son Blanche et Moncassin, ou Les Vénitiens (1798) o Germanicus (1816).

LA HOJA

De la materna rama desprendida,
¿adonde vas perdida,
hoja marchita y seca?—No lo sé:
el fuerte roble que me dio la vida
murió, y suelta quedé.

Voy, desde aquel momento,
adonde quiere conducirme el viento,
blanda brisa ó indómito aquilón;
juguete de su aliento
todos mis vuelos son.

Voy en fugaz carrera
del bosque á la pradera;
subo al monte empinado, y sin cesar,
descendiendo la rápida ladera,
por el llano otra vez vuelvo á rodar.

Sin quejas enojosas,
á mi destino fiel,

yo voy adonde van todas las cosas,

adonde van las hojas de las rosas, 

adonde van las hojas del laurel.

________________________________________________________________________________________________                                                                                                                                                                                                                    

Aleister Crowley


«El otoño llega al tiempo que nos tendemos
En las mullidas nubes de luz de celosía
Que anuncian la oscuridad…»

AC

Aleister Crowley

Edward Alexander Crowley nació en Warwickshire, Inglaterra, el 12 de octubre de 1875. Novelista, poeta y ensayista, fue conocido por sus apodos, «Frater Perdurabo y «The Great Beast 666» (La Gran Bestia 666), apodo que le puso su propia madre. Como ejemplo de su crueldad, y su casi segura psicopatía, a los ocho años cogió un gato, le administró arsénico y, para que no opusiera resistencia, le suministró cloroformo, y tras otras torturas, le despellejó vivo y lo quemó en un horno.

Era hijo de un millonario galés, Edward Crowley, fallecido en 1886. Muy pronto quedó huérfano y heredó una gran fortuna. Fue criado por dos tías solteras que pertenecían al mismo grupo religioso que sus padres, los Hermanos de Plymouth, una denominación evangélica, conservadora y muy puritana. Por esto Aleister empezó a tener aversión a todo lo referente a la Iglesia y la religión, y comenzó sus practicas iniciáticas de magia negra. No soportaba la autoridad y la desafiaba siempre que podía. A causa de esto puede ser por lo que comenzó a ser cruel con todo lo que podía.

Tuvo dos esposas, las cuales acabaron alcoholizadas. Él mismo consumía todo tipo de drogas en grandes cantidades que hubieran podido matar a cualquier hombre. Llegó a ser un influyente ocultista, místico y mago ceremonial inglés, fundador de la filosofía religiosa de Thelema; miembro de la organización esotérica Hermetic Order of the Golden Dawn; co-fundador de la Astrum Argentum y líder de la Ordo Templi Orientis. Murió en Hastings, East Sussex, el 1 de diciembre de 1947.

HIMNO A LUCIFER 

Consúmete, ni por bien ni por mal, ¿qué objetivo tiene actuar?

Sin su clímax, la muerte, ¿qué sabor posee

la Vida? Una máquina impecable, exacta, 

camina por un sendero necio y fútil.

Para saciar apetitos brutales, su única satisfacción.

¡Qué tediosa capacidad para comprenderse a

sí mismo! Aún más, nuestro noble elemento

de ígnea la naturaleza, amor en espíritu, incomprensible

La vida no tiene primavera, ni eje, ni fin. 

Su cuerpo: un radiante rubí sangriento 

De noble ímpetu, Lucifer, con alma de sol

Barrido a través del amanecer colosal, raudo transversal,

En el imbécil perímetro del Edén. 

Él bendijo a la nada con toda maldición 

Y condimentó con tristeza el alma aburrida de los sentidos,

Vida respirada en el universo estéril,

Con Amor y Conocimiento desterró la ingenuidad

La Clave de la Alegría es la desobediencia. 

— Aleister Crowley

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Derek Walcott

Derek Alton Walcott, nació en Castries, Santa Lucia, el 23 de enero de 1930. Poeta, escritor, dramaturgo y artista visual caribeño. «Su obra se encuentra intensamente relacionada con el simbolismo de los mitos y su relación con la cultura, sin embargo, la misma fue desarrollada en forma independiente a las escuelas del realismo mágico que emergían por esa misma época en Sudamérica y Europa. Es especialmente conocido por su poema épico Omeros, una historia alusiva, y reescrita de la historia y tradición Homérica, sobre la tradición de un viaje por el Mar Caribe y más allá hasta África, Nueva Inglaterra, el Oeste Norteamericano, Canadá, y Londres, con abundantes referencias a las Islas Griegas» (Wikipedia). Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1992.

[…] 

La mente primitiva no puede entender el infinito…
DW

«Preludio»

Yo cruzado de piernas, con el alba, contemplo
multicolores puños de nubes que se agolpan
sobre los toscos rasgos de esta, mi isla boca abajo.

Entretanto, los buques de vapor que dividen horizontes
nos comprueban perdidos;
localizados solo
en folletos turísticos, detrás de ansiosos binoculares;
localizados en el azul reflejo de los ojos
que han conocido metrópolis y nos creen felices aquí.

El tiempo gana años a los pacientes que lo son de sobra,
así yo, que hice una elección,
descubro que mi infancia se ha ido.

Mi vida, muy temprana, claro está, para el cigarrillo profundo,
el picaporte girado y el cuchillo que revuelve
la entraña de las horas, no debe darse a todos
hasta que haya aprendido yo a padecer
en rigurosos yambos.

Repaso, claro está, todos los actos aislados,
hago una fiesta de todas las circunstancias,
me ajusto la corbata, pongo jeta importante,
y anoto las vivaces imágenes
de carne que pasean por el ojo.

Hasta que me alejo de todo para pensar cómo,
en medio del camino de mi vida,
oh, cómo puedo dar contigo, mi
esquivo leopardo de lentos ojos.

1948

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Boris Pasternak

Borís Pasternak. (Moscú, 1890-Perediélkino, 1960) Escritor ruso. Hijo del pintor ruso L. O. Pasternak, estudió leyes y filosofía e historia en la Universidad de Moscú. Su obra poética y su narrativa han ejercido una notable influencia en los escritores de su país, a pesar de la censura a la que fueron sometidas por el régimen soviético. Tras unos primeros ejercicios poéticos de inspiración futurista publicó su primer poemario, Un gemelo en las nubes (1914), pero se hizo célebre con Mi hermana la vida (1922), libro de poesía eminentemente lírica, donde el poeta se siente como fundido con la naturaleza y la vida.

Tras escribir numerosos poemas épicos, de inspiración social (El teniente Schmidt y El año 1905, 1927), volvió a publicar una nueva colección de poesías líricas caracterizadas por su intimismo: El segundo nacimiento (1931). En desacuerdo con la poesía oficial, a partir de 1935 publicó muy pocos poemas, exceptuando Los trenes matutinos (1943) y La inmensidad de la tierra (1945).

Es autor, además, de la autobiografía El salvoconducto (1931), de la novela El doctor Zhivago (1957), prohibida en su país y publicada en Italia, y de traducciones de escritores extranjeros, especialmente de Shakespeare (1953). Al publicar El doctor Zhivago en Italia Pasternak fue objeto de duras críticas, que se intensificaron al ser galardonado con el premio Nobel de literatura en 1958, al que tuvo que renunciar. Ese mismo año fue expulsado de la Unión de escritores de la URSS; fue rehabilitado póstumamente en 1987.

5 poemas de Boris Pasternak

Alma

Alma mía, que sufres
por los que te rodean,
te has convertido en el sepulcro
de todos los que penan en la tierra.

Sus cuerpos embalsamas,
les consagras tus versos,
la lira, sollozante,
alza por ellos un lamento.

En nuestra época egoísta
defiendes el temor y la conciencia
como una urna funeraria
donde reposen sus cenizas.

Los tormentos de todos
te han puesto de rodillas.
Hueles a polvo de cadáver,
a fosas y a obitorios.

Alma mía, escudilla,
de todo, todo aquello que aquí has visto,
Has ido haciendo una mixtura
triturando, lo mismo que un molino.

Y muele todavía
cuanto me ha sucedido,
casi cuarenta años de esta vida,
en humus de las tumbas.

Traducción de Pablo Anadón

Michel Houellebecq
La grieta

En la inmovilidad, el silencio impalpable,
Yo estoy ahí. Estoy solo. Si me golpean, me muevo.
Trato de proteger una cosa roja y sangrante,
El mundo es un caos preciso e implacable.

Hay gente alrededor, los oigo respirar
Y sus pasos mecánicos se cruzan sobre el enrejado.
He sentido, no obstante, el dolor y la rabia;
Cerca de mí, muy cerca, un ciego suspira.
Hace muchísimo tiempo que sobrevivo. Tiene gracia.
Recuerdo muy bien los tiempos de esperanza
E incluso recuerdo mi primera infancia,
Pero creo que es éste mi último papel.

¿Sabes? Lo vi claro desde el primer segundo,
Hacía algo de frío y yo sudaba de miedo

El puente estaba roto, eran las siete en punto

La grieta estaba ahí, silenciosa y profunda.Michel Thomas (Saint-Pierre, isla de La Reunión, 26 de febrero de 1956), conocido como Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus novelas Ampliación del campo de batallaLas partículas elementales y Plataforma se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa por su descripción de la miseria afectiva y sexual del hombre occidental de finales del siglo xx y comienzos del xxi. Esas novelas le otorgaron consideración literaria, pero también dieron lugar al llamado «fenómeno Houellebecq», que provocó numerosos y apasionados debates en la prensa internacional.

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Pierre Bonnard: Los Nabis


Pierre Bonnard

Nació en Fontenay-aux-Roses, Francia, el 3 de octubre de 1867. Pintor, litógrafo y fotógrafo, fue miembro y uno de los líderes más importantes del grupo simbolista de Los Nabi*, junto a Paul Sérusier, Maurice Denis, Paul Ranson, Édouard Vuillard, Xavier Roussel y Félix Vallotton, todos ellos influenciados por Gauguin y los japonistas.


Estudió Derecho, y en 1889 comenzó a trabajar como abogado, actividad que compaginó a partir de 1887 con clases de dibujo y pintura en la Académie Julian.


Fue en dicha academia donde entró en contacto con los pintores Maurice Denis y Paul Sérusier, cuyo cuadro: «El talismán», de 1888, actualmente e el Museo D’Orsay deParís, realizado siguiendo el sintetismo de Paul Gauguin, se convirtió en una revelación para Bonnard.


La aplicación del color, distribuido en amplias zonas, y el simbolismo del arte de Gauguin, unidos al gusto por el arte japonés, fueron tomados como referencia por el grupo Nabi.


Con posterioridad evolucionó hacia un estilo personal más cercano al impresionismo, y en su obra más tardía sus pinturas son consideradas como precursoras  del arte abstracto.


La primera exposición en la que expuso el grupo de los nabi se realizó en 1891, además de Bonnard, participaron Sérusier, Maurice Denis, Paul Ranson, Henri-Gabriel Ibels, Ker-Xavier Roussel y Édouard Vuillard.


Cuando ese mismo año apareció en las paredes de París el cartel del France-Champagne, de Bonnard, decidió, abandonar la abogacía para dedicarse a tiempo completo a la pintura, alquilando un taller en Montmartre.


Los contactos de los Nabi hicieron que sus lazos con el teatro fuesen estrechos; realizando Bonnard, junto a otros miembros del grupo, decorados y vestuario para obras de teatro como: «Ubu roi», de Alfred Jarry, en 1896.


Igualmente trabajó en el diseño de vidrieras, muebles, y tejidos, colaboró además en la ilustración de libros, periódicos y revistas, como «La Revue Blanche».


En las oficinas de esta revista conocería a numerosos escritores y personalidades de la época, entre ellas a Misia, esposa de Thadée Natanson, editor de la publicación, que se convertiría en una de sus modelos favoritas.


Coincidiendo con el cambio de siglo realizó numerosos viajes por Europa acompañado en muchos de ellos por Édouard Vuillard.


Alejado de las nuevas corrientes pictóricas parisienses, adoptaría un estilo personal con el que parecía reinterpretar el impresionismo de Pierre-Auguste Renoir y Claude Monet y en el que, a partir de 1909-1910, la luz y el color del Midi francés dejaron una fuerte impronta.


La temática de su obra se centró aún más en escenas íntimas y retratos de familia, con un toque sensual, expresivo y decorativo.


Las dos últimas décadas de su vida celebró gran cantidad de exposiciones y fue reconocido por artistas como Paul SignacHenri Matisse y Georges Rouault.


Sus figuras femeninas aseándose o leyendo, dan fe de por qué a su pintura se la llamara «intimista», aunque sus texturas esfumadas nos pueden recordar al impresionismo, él no pintó la realidad inmediata, sino que describió escenas subjetivas, con encuadres y colorido nada casuales.


Dada su larga vida, conoció el nacimiento del Cubismo y del Surrealismo, aunque no se aproximó a ninguno de estos estilos.


En España hay varias obras suyas en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, que posee entre otras, el Retrato de Misia Godebska, «El establo» (Vaca en la cuadra) de 1912 y «El camino encajonado» de 1922.


En el Museo Reina Sofía hay otro retrato, de Misia de 1906.
Murió en Le Cannet, Provenza, Francia el 23 de enero de 1947.


Nabi es una palabra hebrea, significa profeta.
Los Nabis están relacionados con el simbolismo literario y se oponen al positivismo y naturalismo de la que su última manifestación fue el impresionismo, su visión se distancia de lo natural y se orientan de formas distintas: budismo, misticismo… , en un principio fueron atraídos por el exotismo y lo oriental, para más tarde regresan al cristianismo ortodoxo. Les gustan los símbolos y a todo lo que está «más allá». No podemos decir de un estilo nabi que aglutine a todos sus seguidores, son un grupo ecléctico que hacen suyas las tradiciones en su pintura. Representaron lo más innovador en París hasta la llegada del fauvismo en 1905.

FIN

18
May
24

«El humano, esa materialidad que rehúsa ser modelada por el tiempo, como si pudiéramos oponernos a lo inevitable.»

15
May
24

La muerte de un profesor

Teacher and student cartoon png

Por Clemens Cavallin, rofesor de Cristianismo, religión, filosofías de vida y ética en la NLA University College de Bergen.

Estamos marcados desde el día de nuestro nacimiento con una fecha de fin; todo es, de hecho, vanidad. Olvidar nuestra mortalidad es, por tanto, perder algo humano, volverse inhumano. Clemens Cavallin — 27 de abril de 2023

El nuevo chatbot de IA, ChatGTP, lanzado al mundo el año pasado, ha producido ya millones de textos que van desde poemas cortos en noruego sobre la angustia existencial hasta filas de código para juegos de computadora. Incluso ha aconsejado humorísticamente a alguien poner castillos hinchables en los centros de votación. No es sorprendente que haya una masa creciente de palabras sobre sus habilidades apocalípticas, aunque algunas de ellas están escritas por el propio bot. Por lo tanto, para disipar dudas sobre mi humanidad, les aseguro que no soy un robot y no he estado usando circuitos de inteligencia artificial. Solo editores humanos han contribuido a hacer este texto inteligible y no demasiado divagante, pero confieso que mi computadora me ha asistido continuamente con consejos sobre la ortografía y gramática en inglés. A pesar de esto, soy totalmente responsable de cualquier expresión infeliz; tendrán que confiar en mí en eso.

Muerte y conocimiento

Un tema que ha persistido en mi mente, mientras me movía a través del sistema educativo hasta mi posición actual como profesor de mediana edad, es el de la muerte. Cuando era joven y estaba decidido a dejar mi huella de alguna manera, la mortalidad no era un problema urgente, pero siempre estuvo ahí tratando de decirme algo importante. Entiéndanme bien, no me refiero principalmente a mi propio tiempo limitado. Es la muerte del conocimiento, de la sabiduría y del entendimiento. Tendemos a crear pequeños mundos a nuestro alrededor a través de costumbres, adornos, procedimientos, roles y expectativas. Ellos forman el entorno estable en el cual vivimos y, en muchos aspectos, este orden es necesario para la vida humana. Somos tanto creadores como sostenedores de reinos en miniatura que afirman quiénes somos. En nuestro cosmos doméstico depositamos fragmentos de conocimiento, recuerdos del pasado e ideales. Aunque de esta manera adquieren una estabilidad que evoca levemente la perfección de la eternidad, son como nosotros, fusionados con materia mutable.

La sociedad mecanizada desafía esta naturaleza incorporada del conocimiento. Las universidades modernas tienen aulas ‘funcionales’ con los últimos dispositivos tecnológicos impersonales; las paredes son blancas y desnudas, las sillas y mesas abstractas y rígidas. No hay rastros de personas que hayan vivido allí, no hay depósitos de conocimiento y entendimiento. El aula promedio es eminentemente práctica, lo que significa que cualquier cosa puede tener lugar allí. Es un contenedor neutral en cuanto a valores e imparcial, sin historia y sin futuro, atemporal e inhumano. En consecuencia, el conocimiento no es más que información valorada por su utilidad. Se hacen intentos, por supuesto, de involucrar a los estudiantes como sujetos que piensan críticamente sobre la información presentada. La conferencia incluso es mal vista por ser monológica, pero también, sospecho, porque hace difícil escapar de la naturaleza encarnada del aprendizaje. Las idiosincrasias del profesor, el pequeño mundo que él o ella intenta construir, contaminan la pureza del aula blanqueada. Una institución educativa perfectamente organizada, con su complejo arreglo de planes racionales, reglas, procedimientos, formularios y sistemas de aseguramiento de la calidad, no permite la creación de hábitats idiosincráticos.

La muerte de un profesor no es entonces el colapso de un mundo en el cual se ha depositado conocimiento, ingenio y quizás algo de sabiduría. Los datos de investigación y los resultados se almacenan en un servidor; el cartel con su nombre se quita; la oficina cúbica desocupada, y un nuevo servidor de información es instalado.

Después de estudiar sánscrito en la universidad durante un año con un instructor jovial y de mejillas rojas, mis compañeros y yo hicimos el examen final, sudando sobre las terminaciones de caso difíciles codificadas en un guion extraño. Dos semanas después, nuestro profesor estaba muerto. Era difícil de creer, ya que parecía perfectamente saludable aunque algo regordete.

El jefe del departamento, un profesor fibroso que se acercaba a la edad de jubilación, había planeado pasar el bastón a su discípulo, nuestro ahora fallecido profesor, pero ahora tenía que continuar solo. La asignatura académica del departamento era el estudio comparativo de las lenguas indoeuropeas, y el profesor era conocedor del avéstico, sánscrito, hitita y lenguas celtas, y por supuesto, latín y griego, etc. El departamento era su reino en miniatura, consistiendo en tres habitaciones pobladas por muchos libros antiguos y algunos estudiantes tenaces.

Ante este desafortunado giro de eventos, la burocracia de la facultad vio su oportunidad y decidió que, con la jubilación del último profesor, el departamento de lenguas muertas dejaría de existir. Aun así, el profesor no se dio por vencido y luchó valientemente por la supervivencia del departamento, por casi cualquier medio posible. Después de la jubilación obligatoria, continuó enseñando a unos pocos estudiantes, incluyéndome a mí, clandestinamente. Organizó un pequeño espacio de trabajo detrás de unas estanterías en un cuarto de utilidades. En su escritorio había una antigua computadora Mac y algunas referencias esenciales, notablemente los libritos naranjas muy manoseados de Mayrhofers Etymologisches Wörterbuch des Altindoarischen. Los otros libros, muchos tan antiguos como la universidad misma, fundada en el siglo XIX, se almacenaron en un antiguo baño de la facultad de artes, ya que la biblioteca no los consideraba necesarios. Esta era una época en que, debido a la ‘falta de espacio’, los libros de las bibliotecas departamentales eran reciclados o regalados. A veces, el profesor sacaba una llave y nos dirigíamos al antiguo baño, cuidando de no ser vistos, ya que el depósito de libros no estaba autorizado desde arriba o al menos no bendecido por las autoridades superiores. Él dirigía el camino, ligeramente encorvado por la edad y como siempre, impecablemente vestido con traje y corbata. Dentro del santuario medio secreto, teníamos que usar una linterna para encontrar nuestro camino, como arqueólogos entrando en la cámara interna de un faraón, pero en realidad no hacíamos nada allí. Solo revisaba los libros, saludándolos por así decirlo y haciéndome sentir su importancia. Eran las semillas de las cuales un departamento renacido debía brotar en algún futuro día feliz.

Después de un tiempo, tanto los libros como el profesor fueron finalmente forzados a salir. La mayoría de los volúmenes de sánscrito terminaron en mis estanterías como monumentos de lo que una vez fue. De esta manera, los recursos y el espacio de la universidad se despejaron para nuevos estudios, como la biblioterapia y las perspectivas ecocríticas sobre los animales en la literatura. Aun así, algo se había perdido, un lugar donde las civilizaciones antiguas se mantenían vivas mediante el acto de la lectura. Ahora eran fantasmas atrapados dentro de delgadas hojas de papel. Por supuesto, todo esto no tenía una utilidad obvia e inmediata; pero con la expulsión de los himnos avésticos y los poemas sánscritos, algo humano se volvió más delgado. Me hizo darme cuenta de la fragilidad del conocimiento alojado en seres humanos perecederos y codificado en materiales combustibles.

Vasijas de barro

Quizás sea bueno que debamos llevar nuestras ideas más preciadas en vasijas de barro. Ser humano significa viajar hacia la muerte. Estamos marcados desde el día de nuestro nacimiento con una fecha de fin; todo es, de hecho, vanidad. Olvidar nuestra mortalidad es, por tanto, perder algo humano, volverse inhumano. La naturaleza personal de la muerte nos proporciona una fuente natural de humildad, pero también una comprensión de la sabiduría y la futilidad de los hechos que es difícil de cultivar en aulas más desoladas que un consultorio dental.

La cultura mecanizada en la que vivimos no acepta la muerte, sino que quiere transformar nuestras vidas en mecanismos perpetuos: cálculos racionales orientados a objetivos cuantificables. Nos está convirtiendo a todos en bots. En demasiadas reuniones del personal universitario, he sufrido a través de diapositivas de PowerPoint que destacan el índice de satisfacción de la última evaluación nacional de estudiantes. El pánico se desata cuando un curso tiene un escaso 3.2, pero se escucha un suspiro de alivio cuando sube por encima de 3.5 o incluso una felicitación del presentador: «Buen trabajo, todos». Un estándar de ‘aseguramiento de calidad’ no solo asegura que la excelencia se mida con exactitud digital, sino también que los profesores se vean obligados a llenar formularios constantemente. ¿Por qué hacemos esto? Es porque los bots no entienden los verdaderos conocimientos cualitativos, los rechazan como los niños rechazan el brócoli. Durante mucho tiempo hemos adaptado nuestros modos a lo que los bots entienden y pueden procesar, y un día, cuando hayan madurado lo suficiente, asumirán nuestros roles. Bots enseñando a bots.

Sin embargo, los bots no mueren. Espeluznantemente, ni siquiera son entidades materiales. Están hechos de código, de relaciones lógicas instanciadas en una unidad de memoria digital.

Fuente: europeanconservative.com

12
May
24

Dialnet: Nuevas Incorporaciones de revistas académicas

revistas1

Dialnet

11/5/2024

Dialnet le informa de los últimos títulos de publicaciones seriadas incorporadas al servicio de alertas, de acuerdo con los perfiles temáticos que usted ha definido.

11
May
24

Novedades de Nueva Sociedad

En qué medida la literatura clandestina contribuyó a crear el estado de ánimo que culminó en la Revolución Francesa? ¿Cómo eran los best sellers filosóficos y eróticos que divulgaban las ideas de la Ilustración? ¿Cómo estudiar esas «obras menores» que sembraban el germen de la rebelión?

      Edición digital l
Los canales subterráneos de la revolución Entrevista a Robert Darnton
En esta entrevista, Robert Darnton analiza la formación de un temperamento revolucionario en el siglo XVIII, a la vez que se sumerge en sus comienzos como historiador y explica de qué modo comenzó su incursión en la llamada historia del libro.
Por​ Mariano Schuster Sahra Wagenknecht divide a la izquierda en Alemania
Proveniente del partido de izquierda Die Linke, Sahra Wagenknecht ha creado una nueva organización que lleva su nombre. Su actual formación política combina perspectivas económicas de izquierda con una variedad de posiciones antiinmigración propias de la derecha radical.
Por Lauren StokesLópez Obrador: acto final
El presidente de México ha construido su sostenida popularidad combinando políticas y posturas tradicionalmente identificadas con la izquierda y la derecha. Con un particular carisma, ha logrado una persistente popularidad, que hoy hace casi segura una victoria de Claudia Sheinbaum en las presidenciales del próximo 2 de junio.
Por Patrick Iber y Humberto BeckRevista en papelÁfrica en el torbellino de la volatilidad global
Pese a los avances de décadas recientes en términos de movilización de la sociedad civil e integración regional, tras la pandemia el continente africano ha visto resurgir los golpes de Estado y la violencia en varios de sus países. Esto sucede en un nuevo contexto global que ha convertido la región en un estratégico tablero geopolítico en el que, además de las potencias occidentales o de China, países como Turquía, la India o Rusia han intensificado y complejizado sus agendas económicas y diplomáticas.
Por Óscar Mateos Martín
Este artículo forma parte de Nueva Sociedad 310: «​Algo va mal: nuevos desórdenes globales», disponible aquí.      
Nueva Sociedad | Humberto Primo 531, Buenos Aires, C1103ACK Argentina

11
May
24

La anarquía no es caos ni es difícil de encontrar

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Por Andreas Granath

En el habla mundana y quizás en cualquier diccionario, anarquía es sinónimo de caos y desorden. Puede que esto no sea una sorpresa, ya que los anarquistas de izquierda han trabajado duro para destruir la reputación de la anarquía.

Como ex estatista, solía compartir esta visión de la anarquía: una distopía caótica. Pero, como he aprendido a lo largo de los años, la anarquía es lo opuesto a eso. Sin embargo, esto sólo puede lograrse si lo analizamos de forma lógica.

Definiendo anarquía
La palabra anarquía proviene del griego antiguo y significa «sin gobernante ni autoridad». Al definir la anarquía es crucial definir el papel de un gobernante. Los anarquistas de izquierda se oponen a las jerarquías naturales, la propiedad privada y el gobierno. Según su lógica, un gobernante es alguien que posee propiedad privada, ocupa un puesto directivo o es un funcionario del gobierno.

Por otro lado, alguien que obliga a otro a compartir sus medios de producción no sería considerado gobernante. Por tanto, esta visión de la anarquía es incoherente y contradictoria. Dicho esto, necesitamos examinar una filosofía política más coherente: el anarcocapitalismo , una filosofía política anarquista de derecha.

Estos anarquistas de derecha definen a un gobernante a la manera libertaria: alguien que utiliza la violencia o la amenaza de usarla para controlar a otros. Esto se deduce del axioma libertario de la propiedad de uno mismo como derecho natural. Por razones lógicas, este derecho debe ampliarse para incluir la propiedad.

Ahora que tenemos una visión lógica y coherente de un gobernante, podemos definir la anarquía. Es una relación social entre personas basada en la ausencia de coerción mediante la violencia o la amenaza de la misma. Estrictamente hablando, la anarquía es la cooperación social voluntaria entre individuos con propiedad propia y sus pertenencias privadas.

Encontrar la anarquía
El estatista típico casi siempre le pedirá a un anarquista que señale un momento y lugar específicos donde la anarquía ha funcionado. A esto, el anarquista típico (de derecha) suele señalar la Commonwealth islandesa o Cospaia . Si bien estos son excelentes ejemplos de sociedades más grandes que funcionan bien, hay muchos otros ejemplos que les mostraré.

La anarquía, que es una relación interpersonal entre individuos sin violencia o amenaza de violencia, se puede encontrar en todas partes. Al mirarlo desde una microperspectiva, encontramos que las relaciones anárquicas son más comunes que las no anárquicas.

La mayoría de las personas mantienen relaciones anárquicas entre sí. Intercambian bienes, servicios, ideas, información, amor y muchas otras cosas valiosas a diario. En otras palabras, el valor se intercambia por valor de forma voluntaria.

Sobre la base de este principio de comercio de valores, construimos familias, sociedades, empresas y otros grupos. Sin embargo, si bien hay anarquía dentro de las sociedades más pequeñas, todavía existe una relación no anárquica con el Estado. La mayoría de la gente no puede ver esto porque no puede haber una relación interpersonal con un individuo y un colectivo ausente. Esto se debe a que sólo los individuos actúan e interactúan.

Así, el Estado se esconde y camufla a través de sus empleados con sus diferentes profesiones. Consideremos a alguien que decide no pagar sus impuestos. Aunque sabe de las consecuencias que sufrirá por el estado, hay muchas relaciones interpersonales que estudiar en esta materia.

Al principio podría recibir un aviso de alguien del Servicio de Impuestos Internos. Después de haber ignorado varias advertencias, policías armados se presentarán en su casa. Mientras esté bajo custodia y en espera de juicio, estará custodiado por algunos guardias de prisión. Con el tiempo conseguirá su juicio, y cuando esté en el tribunal se enfrentará a jueces y fiscales.

Tenga en cuenta que estas personas directamente involucradas representan sólo la punta del iceberg. Debajo del nivel del mar, tenemos políticos que promulgan leyes, contribuyentes y votantes que alimentan al Estado junto con los cabilderos.

Cuando descomponemos la “relación entre el Estado y los individuos” en relaciones interpersonales, el panorama se vuelve más claro. El Estado funciona como una banda de ladrones pero de una manera muy sofisticada y furtiva.

Además, debemos considerar que los servidores públicos también mantienen una relación anárquica entre sí. Mientras tanto, ellos (al igual que los ciudadanos privados) mantienen una relación no anárquica con el Estado. También existe, como señalaron Ludwig von Mises y Murray Rothbard, anarquía entre estados. Al menos hasta que estalle una guerra.

En conclusión, anarquía significa sin gobernante. En una microperspectiva, es una relación social entre dos individuos sin violencia ni amenaza de ella. Esta microanarquía puede extenderse y se extiende para involucrar a grupos más grandes de personas. Por lo tanto, no hay límite de cuán grande puede llegar a ser la sociedad antes de que la anarquía se vuelva ineficiente y el gobierno deba tomar el control.

Finalmente, la anarquía es orden espontáneo , no caos. Este orden espontáneo se puede encontrar en todas partes y ser anarquista no es tan controvertido como la gente piensa.

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Nota: Las opiniones expresadas en Mises.org no son necesariamente las del Instituto Mises.

Fuente: mises.org

11
May
24

«Preguntar a los ciudadanos que tienen toda la vida por delante si prefieren vivir bien o tener democracia creo que es jugar con la confusión»

10
May
24

Reflexiones sobre la Salud Mental de los Refugiados en el Contexto Transcultural

Free mental health crossword background


La crisis mundial de los desplazamientos forzados ha generado una creciente preocupación por la salud mental de los refugiados y solicitantes de asilo. En un artículo reciente publicado en Transcultural Psychiatry y en Public Health Reports, investigadores de la División de Psiquiatría Social y Transcultural de la Universidad de McGill presentan una visión profunda de la experiencia de los refugiados, desde las fuerzas que los impulsan al desplazamiento hasta los desafíos de su reasentamiento.

La investigación en salud mental de los refugiados ha experimentado un notable crecimiento en las últimas dos décadas, abordando una variedad de aspectos que van más allá del trastorno de estrés postraumático (TEPT). Sin embargo, los autores señalan importantes brechas en la investigación disponible, así como desafíos éticos y metodológicos cruciales. Entre estos desafíos se incluye la necesidad de adoptar métodos participativos y decoloniales que amplifiquen las voces de los propios refugiados, así como el desarrollo de marcos conceptuales que trasciendan el TEPT y aborden los amplios impactos del desplazamiento forzado.

Uno de los aspectos destacados en el artículo es la descripción de la recepción ambivalente que reciben los refugiados en los países receptores, reflejando la tensión entre la preservación de la soberanía territorial y la responsabilidad de proteger a los desplazados. La creciente hostilidad hacia los migrantes, alimentada por el populismo xenófobo y la retórica nacionalista, ha llevado a medidas como el cierre de fronteras y la criminalización de la inmigración.

La metáfora del extranjero contaminante es recurrente en el discurso público reciente, donde los refugiados e inmigrantes son representados como «enjambres» invasores. Esta percepción, exacerbada por la pandemia de COVID-19, ha llevado al rechazo y la expulsión de solicitantes de asilo en violación de los principios internacionales de no devolución. La situación se agrava por la falta de provisión en la Convención sobre Refugiados actual para aquellos que huyen de los impactos generalizados del cambio climático, anticipando una crisis humanitaria sin precedentes en los próximos años.

La investigación en salud mental de los refugiados se ha centrado principalmente en los propios refugiados y migrantes, con menos atención a las comunidades de refugiados. Sin embargo, los métodos participativos pueden enfrentar desafíos éticos y pragmáticos, dada la necesidad de amplificar las voces de los migrantes en equipos de investigación y evitar la explotación y exclusión que conducen a la injusticia epistémica.

Otro desafío destacado es la necesidad de desarrollar marcos conceptuales más integrativos que capturen las interacciones complejas entre procesos neurobiológicos, sociales y políticos. Esto requiere una perspectiva ecosocial que integre neurobiología, psicología y experiencia individual con contextos sociales y culturales más amplios.

La traducción de la investigación en práctica clínica también enfrenta obstáculos, incluida la falta de estudios epidemiológicos longitudinales que aclaren el curso temporal del malestar, la psicopatología, la adaptación y la recuperación de los refugiados. Además, la escasez de servicios de salud mental comunitarios en entornos con recursos limitados presenta un desafío adicional para la atención de refugiados.

Los estudios incluidos en este número de Transcultural Psychiatry y Public Health Reports abordan tres temas principales: la experiencia del desplazamiento, modelos de salud mental que van más allá del enfoque en el TEPT y la experiencia del reasentamiento. Estos estudios revelan la complejidad de la experiencia de los refugiados, así como su resiliencia en diversos contextos.

En conclusión, la investigación en salud mental de los refugiados debe abordar una variedad de desafíos éticos, metodológicos y prácticos para comprender plenamente la experiencia de los refugiados y proporcionar la atención adecuada. Al mantener una perspectiva de defensa de los derechos humanos en primer plano, los investigadores pueden trabajar de manera colaborativa con las comunidades de refugiados y las sociedades receptoras para desarrollar políticas y prácticas innovadoras que aborden la urgente necesidad de una respuesta global al desafío del desplazamiento forzado.

Referencia:

*Transcultural Psychiatry, División de Psiquiatría Social y Transcultural, Departamento de Psiquiatría, Universidad de McGill. Public Health Reports, publicado en Sage Journals.
DOI: 10.1177/13634615211002690.®,

01
May
24

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Vol. 7 Núm. 14 (2024): Demandas, necesidades, derechos: las deudas de las políticas públicas

Publicado: 2024-05-01

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