79 º Mensaje histórico.
Germán CARRERA DAMAS
Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Educación
Universidad Central de Venezuela.
Dos largas hileras de ataúdes. Al lado de cada uno, una viuda, una madre y un padre afligidos, niños. Todos proyectando tristeza y desamparo. Un oficial me informa que algunos de los yacentes fueron asesinados cuando, heridos, la ambulancia que los trasladaba fue detenida por un destacamento guerrillero, que también asesinó a los dos socorristas.
Así lo viví en un recinto de la Academia de la Policía Nacional, en Bogotá. No una sino varias veces, expresando con mi presencia las condolencias del Gobierno cuya representación diplomática entonces me honraba ejercer.
¿Una ceremonia luctuosa vuelta rutinaria, como manifestación de una situación caracterizada por la gota de sangre a diario derramada?
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Antepongo este vívido recuerdo a lo que me siento obligado a apuntar en relación con la actual negociación de la paz en Colombia; si bien partiendo del reconocimiento, informado y sentido, de lo que ello significa para su sociedad toda. Dejo de lado mi condición de historiador, desde hace mucho preocupado por la posible correlación entre la Paz, la Justicia, el Olvido y la Impunidad. Así lo hago, igualmente, porque reconozco que esta significación jurídica y ética de la negociación es cuestión, sobre todo, de la sociedad colombiana. Pero no puedo sino corresponder también con una preocupación propia de mi condición de ciudadano venezolano.
En el ejercicio de tal condición fui miembro fundador de la Comisión Presidencial para la reforma del Estado (COPRE), y me cupo el honor de ser designado Director de la Subcomisión de Reforma Institucional; en cuyo ejercicio participé en la elaboración del Proyecto de Reforma integral del Estado; al cual contribuí con el Capítulo II, titulado “El Proyecto de Reforma Integral del Estado dentro del contexto histórico: sus objetivos”.
La Parte 5 de dicho capítulo versa sobre “Las amenazas al régimen democrático”. En estas distinguí tres categorías: las amenazas …”respecto de las cuales la sociedad venezolana tiene una capacidad de acción, en acto o en potencia, relativamente alta y autónoma”…. Las amenazas …”respecto de las cuales la capacidad de acción de la sociedad venezolana es menor, o está condicionada determinantemente por esquemas de cooperación, o de competencias internacionales”…; y las amenazas… “resultantes de la combinación de dos o más factores individualizables, o del juego del conjunto de los mismos”…
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Me permito transcribir, textualmente, lo concerniente a la segunda categoría de amenazas. Ellas eran, vistas en prospectiva histórica:
“1. Las migraciones no controlables. Vale decir que no lo son, y que probablemente no podrían serlo, ni en su origen ni en su ingreso, situación que se expresa en los siguientes términos: las migraciones no controlables como factor de deterioro de la calidad de vida; como factor de desquiciamiento social, y como factor de rigidización del sistema político.
“2.- La internacionalización de la violencia, en sus modalidades frecuentemente vinculadas: desestabilización política y social en áreas vecinas o vinculadas.
“3.- El tráfico de estupefacientes, como uno de los problemas más serios que ha tocado enfrentar en los últimos tiempos, que se ha convertido en un asunto de difícil contención, que desafía abiertamente nuestros países. Su erradicación amerita acciones efectivas que van mucho más allá del esfuerzo nacional aislado. El narcotráfico es una manifestación transnacional que debe ser abordada en el marco de la cooperación internacional.” (La Reforma del Estado. Proyecto de Reforma integral del Estado. Caracas, Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, 1988, pp. 95-96).
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Resultaba obvia la relación entre esta categoría de amenazas ….”al régimen democrático”…, y la severa y prolongada situación de subversión política y criminalidad vivida entonces en nuestra hermana república de Colombia; situación que tendía a agravarse, pareciendo superar las posibilidades represivas del Estado colombiano, hasta el punto de conducirlo a concluir con los Estados Unidos de América el denominado Plan Colombia; lo que motivó airadas reacciones de varios gobiernos latinoamericanos.
La transformación del escenario al cual me referí en el Capítulo II del Proyecto de Reforma integral del Estado, me indujo a publicar en el Diario El Nacional, de Caracas, el 30 de octubre de 2000, un artículo que intitulé “El triunfo del Plan Colombia”, del cual me permito transcribir la parte conclusiva:
““En medio de tanto debate ha pasado inadvertido el hecho de que el Plan Colombia ya triunfó, y ello independientemente de su perdurabilidad e incluso de su eficacia sobre el terreno, pues el objetivo central para el gobierno colombiano ya ha sido logrado gracias a la diplomacia personal del Presidente Andrés Pastrana, quien ha tenido éxito en la empresa política que vio fracasar al Presidente César Gaviria. Se ha alcanzado el objetivo, por largo tiempo procurado, de internacionalizar el que hasta ahora había sido visto como un conflicto interno colombiano, y, lo que es aun más significativo, el narcotráfico se ha convertido en un problema internacional no ya en su distribución, lo que había sido admitido al menos de manera declarativa, sino en su origen, allí donde la responsabilidad primaria pesaba sobre Colombia como una culpa irredimible y no compartida.
“Al ceder espacio, el Presidente Andrés Pastrana acreditó hasta el límite su determinación de negociar la paz. Al lograr la decisión aprobatoria norteamericana en la negociación del Plan Colombia, y la contribución, aunque reticente o indirecta, de la Unión Europea al financiamiento y la legitimación del mismo, el tratamiento del múltiple conflicto colombiano fue elevado al rango de cuestión internacional.”…“Al mismo tiempo, al internacionalizar el conflicto por la vía de la lucha contra el narcotráfico en su nueva modalidad, el Presidente Andrés Pastrana ha conseguido situar a la guerrilla en el campo de la delincuencia internacional”.
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Si me he permitido plantear las consideraciones precedentes, ha sido porque el conocimiento, por los medios noticiosos, de lo oficialmente informado sobre los resultados alcanzados en las negociaciones entre el Estado colombiano y la jefatura narco-guerrillera, me ha suscitado algunas inquietudes que estimo legitimadas por lo antes expuesto.
1.- No parece que la cuestión haya sido tratada en su condición de conflicto internacional. Es más, parece haberse creado en este plano una situación algo desconcertante en lo concerniente a la desventaja así asumida por el Estado colombiano.
2.- La corresponsabilidad del régimen castrista ¿quedaría disminuida hasta ser eclipsada por su desempeño como ecuánime anfitrión? ¿De dónde procedía la droga cuyo tráfico fue alegado para llevar al paredón al Gral. Ochoa?
3.- La corresponsabilidad del régimen chavista quedaría borrada por su papel de acompañante ¿de quiénes?. ¿Cabe olvidar que su cooperación con el movimiento narcoguerrillero llegó hasta plantear la conveniencia que se le reconociese el estatus de beligerante; y ganarse la acusación de servir de santuario al mismo.
4.- ¿Hizo presente el acompañante venezolano algún reclamo de reparación por los daños causados a Venezuela como Estado y a los venezolanos como ciudadanos, civiles y militares? Según la prensa, a lo largo de la frontera se paga la vacuna.
5.- ¿Obtuvo garantías el régimen chavista de que el Estado Colombiano se compromete a impedir que los guerrilleros amnistiados contaminen la migración no controlable, pero sí bienvenida, de honestos ciudadanos colombianos?
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La decisión edificante que tome la sociedad democrática colombiana en esta trascendental situación será motivo de alta complacencia para la sociedad democrática venezolana. En la certidumbre de que para la sociedad democrática colombiana será, igualmente, motivo de alta complacencia, la comprobación de que han sido atendidos debidamente los intereses de la sociedad democrática venezolana.
Caracas, 26 de septiembre de 2015.