Archivo de noviembre 2015

16
Nov
15

EL MAL HUMOR

» Mal humor». Foto: Lúcio Carvalho Follow

Algunas veces salimos de nuestros hogares con alegría. Una alegría que quisiéramos transmitirla a los demás y vivir en un mundo feliz, pero en muchas ocasiones nos encontramos con personas tan malhumoradas, que da hasta miedo hablarles porque responden con altanería.

El mal genio es una actitud negativa que causa daño, no sólo a la persona afectada por él, sino a quienes la rodean.

Una sonrisa abre muchas puertas, un rostro en el que se refleja la ira y la amargura, las cierra.

Hay sonrisas hipócritas que, generalmente, van acompañadas de algún interés, sobretodo, económico. Pero son falsas, más que sonrisas son máscaras, como las de los abogados que dicen que «lo que desean es ayudar», o la del vendedor que quiere, valga la redundancia, vendernos su producto y cuando no lo logran, cambian totalmente de actitud.

Es obvio, que si estamos predispuestos a que las cosas nos van a salir mal, muy probablemente, así saldrán.

Si estamos malhumorados, proyectamos una imagen negativa y no podemos llevarnos bien con los demás y por esa causa, nos ganamos la desconfianza y la antipatía de la gente.

Los malhumorados, por lo general, son personas intratables, hurañas y tercas que no aceptan cambios ni razones.

Estar en el mundo nos exige estar dispuestos al cambio, porque la vida es un continuo movimiento desde el nacimiento hasta la muerte. Somos seres humanos, seres mutables, no estatuas ni robots.

Para vivir en armonía dentro de la sociedad, es necesaria una gran dosis de tolerancia, porque nuestros semejantes son individuos que piensan diferente, que tienen sus propios problemas y anhelos que debemos respetar.

Un buen diálogo está basado en el respeto mutuo y la tolerancia, nunca en el enojo y la terquedad.

La discordia y el odio que existe en el mundo son causados por la intolerancia, por pretender que los demás piensen igual en cuestiones políticas, religiosas y culturales y eso no es posible.
Estar de mal humor nada soluciona, todo lo contrario, incrementa los problemas y dificulta una comunicación coherente y bondadosa con nuestros semejantes.

El mal humor mata al amor, destruye hogares, amistades, relaciones personales y comerciales y lo peor, nos deja solos, porque nadie quiere tener contacto con una persona malgeniada.

El dinero y el malhumor son una pésima combinación, toda vez que si un malhumorado tiene riquezas, se convierte en un tirano con sus subalternos. Cuanto más dinero, más egoísmo para acumular poder, y cuanto más grande es el ego, más grandes son los deseos de imponer su voluntad y abusar de los subalternos.

Si las personas meditaran acerca de la brevedad de la vida y tuvieran en cuenta que la muerte no hace diferencia entre pobres y ricos, quizás así se percataran de que la riqueza más grande radica en la paz interior.

El mal humor es consecuencia del pesimismo y la frustración, por la desdicha de no estar conformes consigo mismos, por querer ser lo que no se es.

Pero podemos cambiar, si lo deseamos. Nadie nace con mal genio. Este es un defecto que se desarrolla por la intolerancia, por esperar que los demás piensen y actúen como nosotros queremos. Podemos cambiar, pero para que eso ocurra, necesitamos atrevernos a ser lo que somos y dejar que los demás sean como son.

La vida es breve, vale la pena meditar todos los días, y en vez de mostrar un rostro lleno de amargura y frustración, regalar una sonrisa.

Es bueno recordar que el buen humor es el mejor tratamiento para gozar de buena salud y prolongada existencia.

José M. Burgos S.
burgos01@bellsouth.net

10
Nov
15

LA FELICIDAD

Foto: Pepino

Todos anhelamos ser felices y erróneamente creemos que el poder y la riqueza son los mejores medios para lograr la dicha.

Pero en realidad, la felicidad no siempre se consigue a través del poder y la riqueza porque sin salud y sin amor, es imposible.

La felicidad es un estado de ánimo que produce una gran satisfacción.

La persona que está feliz se siente en paz, contenta y complacida.

No obstante, su concepto es subjetivo y relativo. No existe un índice de felicidad o una escala que pueda medir el grado de dicha de un individuo.

Por lo general, el ser humano siente una felicidad temporal cuando logra un objetivo o cuando consigue solucionar algún problema que lo intranquiliza. La sensación de paz que nos proporciona el deber cumplido y una conciencia limpia se puede traducir como una especie de felicidad.

Hay gente que busca la felicidad en un futuro que va más allá de la muerte. Es decir, personas que creen que la alcanzarán a través de una interesada fe inculcada por la familia o por algún predicador que promete que lograrán la dicha eterna en un edén que ellos mismos no conocen.

La mayoría de los seres humanos prefieren aparentar una felicidad inexistente y ser admirados, que infelices y ser compadecidos.

José M. Burgos S.
burgos01@bellsouth.net

09
Nov
15

Desde Uruguay: «Educación y capital cultural»

En el marco de los festejos por el Día de la Tierra que se celebró el 22 de abril de 2012, el Centro de Documentación de la Embajada de Estados Unidos en Uruguay, junto a la Coordinadora del Programa Globe en Uruguay, Andrea Ventoso, llevaron adelante una actividad de extensión en escuelas públicas de Uruguay. En la imagen Marcela Serra, del Centro de Documentación, lee un libro acerca de los pingüinos a alumnos de 2do. año de la Escuela 309 de Santa Catalina. Foto: Embajada de los Estados Unidos en Uruguay.

Estimados, adjunto mi proyecto «Educación y capital cultural», que si bien está pensado para trabajarse fundamentalmente en Educación Secundaria, su propuesta (particularmente en las actividades en concreto, que aparecen esbozadas al final del texto, en la pág. 14 en adelante) podría adaptarse a otros niveles educativos, ya sea en instituciones formales o no formales, públicas o privadas, o llevarse adelante en Centros Culturales, grupos de reflexión y producción, espacios y actividades de gestión cultural, etc,etc, en el marco de una fundamentación mayor que tiene que ver con asumir y enfrentar el déficit de capital cultural que estamos vivenciando quienes trabajamos en el área de la docencia y la gestión cultural y que repercute finalmente en todas la zonas culturales de la sociedad. En tal sentido, se plantean –por ejemplos- prácticas dirigidas justamente a enriquecer la reflexión sobre el plano de la cultura, condición previa para que en muchos casos luego se ponga en funcionamiento la necesaria sensibilidad que arrime gente a actividades culturales de toda índole. O sea, no solo generar reflexión, sino, a la par, generar el público subjetivo. Instancias de reflexión que busquen fomentar la inclusión ciudadana a partir de lo cultural, desde un espacio que fomente el incremento del capital cultural de nuestra gente. El rol educativo es central en tal tarea, por eso es que en la dupla educación/cultura nos jugamos buena parte de nuestra suerte como sociedad. Y esa tarea debe llegar a cada barrio de la capital,, a cada pueblito perdido del interior, involucrando la mayor cantidad de personas posibles. Fallará toda política de gestión o proyecto técnico en áreas como la educación y la cultura sino es abordada desde el concepto central que es el del fortalecimiento del capital cultural, abordaje que requiere ir más allá de la mirada meramente economicista o del modismo de la diversidad carente de valoraciones. Una cultura de valores y valores culturales que fortalezcan la idea de convivencia y bien común es la propuesta que debe encabezar una política educativa que logre superar las actuales dificultades (que son globales y suponen el signo de una época). Articularla y ponerla finalmente en juego es el desafío por el que se debemos estar trabajando los educadores y gestores culturales.

Mi idea al socializarlo es encontrar una mayor cantidad de espacios y apoyos para su desarrollo, en la certeza de que puede resultar un aporte positivo, que aunque mueva pequeñas olas, sumadas a otras, pueden ir generando esa marea de cambios que estamos necesitando.
Transcribo las primeras líneas del proyecto, con la esperanza de que resulte de interés y que quienes tengan tiempo y ganas finalmente se arrimen a leerlo, esperando sus comentarios, invitaciones a trabajar juntos, propuestas, contrapropuestas, etc.

“En la medida que todos realizamos (ya sea desde nuestro rol familiar y/o profesional) conscientes o no de ello, una tarea que supone recortar el mundo, tomar posiciones y decisiones que definen los valores culturales deseables de comunicar y hacer visibles en una sociedad, se vuelve central la dimensión ética de la labor cultural.

En tal sentido, el sistema escolar es absolutamente clave, siendo un espacio donde lo cultural -y lo político, en su sentido más amplio- juega un papel central en el proceso social de producción de significaciones. En esta perspectiva, el educador es concebido como un trabajador cultural y la educación como una cultura política, y su tarea supone trabajar en torno a los problemas directamente relacionados con la vida diaria de los sujetos y con su capital cultural.

Y esta tarea debe darse en el devenir de un contexto histórico donde, justamente, a la actual disminución del capital cultural se asocia (como causa y consecuencia a la vez) una modernidad “líquida”, en la cual se han dejado de lado los valores de la modernidad “sólida”, fundada en los viejos pilares de la Ilustración, motivo por el cual se vuelve vital reivindicar la necesidad de pensar, haciéndolo desde la reactivación de los vínculos de cooperación y acción colectiva. En tiempos donde el conocimiento ya no se asocia a la idea de autorrealización ética vinculada al mejoramiento del colectivo, sino que parece estar demasiado atado meramente a los vaivenes del mercado laboral y/o la formación estrictamente técnica, los educadores debemos retomar fuertemente la impronta humanística, centrándonos –entre otros puntos- en la perspectiva aristotélica de “felicidad”, la cual presupone una faceta ética vinculada al conocimiento y se basa en la autorrealización dentro de un colectivo humano, adquiriéndose mediante el ejercicio de la razón que valora.

La educación -inseparable del campo valorativo- tiene por finalidad principal -más allá de otros papeles que le caben- el generar espacios de reflexión y acción, espacios de la sensibilidad, que nos permitan alcanzar la felicidad colectiva, el mejoramiento individual que redunde en el mejoramiento de la “polis”. La gran función de la educación es mejorarnos como sujetos individuales y como especie colectiva. Y, en este sentido, los educadores jugamos un rol transformador en la definición de ese espacio de la cultura y la felicidad.

La educación es una forma de participación social y un espacio vital de formación ciudadana y, por esto mismo, nunca es un espacio políticamente neutral y siempre está en el centro de las tensiones que generan los diferentes intereses que se ciernen sobre ella. Democracia y educación se tornan palabras claves en nuestro contexto histórico-político y urge el pensar la democracia como discusión pública y a las instituciones educativas como parte de esos espacios públicos.

Desde este proyecto, desde su fundamentación y de las actividades que se proponen, se impulsará la tarea ética/política del docente como educador cultural y transformador de su contexto inmediato, en busca de aumentar el capital cultural de los distintos actores que forman parte de su comunidad educativa, en busca de consagrar aquella idea de felicidad colectiva que desde la cuna de nuestra civilización planteaba Aristóteles.

Para ello, es necesario avanzar en la lectura de algunas claves de nuestro tiempo y los desafíos que tiene tal tarea.” (Y hacia allí se dirige luego la escritura del proyecto, paso previo a sus propuestas en concreto)

Abrazos,

Pablo Romero

Baje el Proyecto pochando aquí: Proyecto capital cultural

Escuche la edición de La Tertulia de Estocolmo dedicada a este proyecto ponchando aquí: Ir a descargar

09
Nov
15

Expectativas moderadas

El populismo y la demagogia han dejado huellas que no se borran de la noche a la mañana. No se puede pretender que este colosal deterioro cicatrice espontáneamente. El punto de inflexión parece estar a la vuelta de la esquina y el eventual cambio va más allá de lo meramente electoral.

El hartazgo ha hecho su parte y, a estas alturas, es evidente que la mayoría espera que la dinámica actual se modifique pronto dándole lugar a un período diferente. Pero es indispensable eludir ese exitismo que antepone lo emocional por sobre lo racional, con todo lo que eso conlleva.

Ningún país salió de procesos funestos y prolongados a gran velocidad. La historia mal contada, a veces, simplifica en demasía haciendo creer a muchos que el odio, el resentimiento y el caos, pueden ser reemplazados mágicamente por el amor, la convivencia y el progreso. Nada de eso ha ocurrido en un breve lapso, en ninguna parte del planeta.

La transición, aun en la hipótesis de que se recorra el sendero correcto y con escasos tropiezos, no da sus frutos rápidamente. Es vital disponerse a superar cada etapa, sabiendo que cada una de ellas implica sobrepasar desafíos específicos, que se lograrán solo con grandes esfuerzos, pero también con importantes sacrificios en el presente.

El futuro se muestra de un modo atractivo y por eso entusiasma tanto. Pero es central no equivocarse y fantasear con la idea de que todo sucederá en un conveniente contexto de éxitos concluyentes y triunfos categóricos.

No se trata de suavizar la euforia. Todo es bastante más complejo y tiene que ver con establecer expectativas absolutamente razonables. Es saludable evitar frustraciones innecesarias y esquivar las grandes decepciones, pero también sirve esta postura para disfrutar, como corresponde, cada avance.

Es fascinante soñar con lo mejor, ser ambiciosos y aspirar al logro de extraordinarias metas. No es bueno ponerse límites y se deben intentar alcanzar elevados estándares. Pero esos enormes retos deben obtenerse, con impulsos sucesivos, con pequeñas victorias que propicien la siguiente.

La situación actual es preocupante. Muchos de los indicadores han sido deliberadamente alterados y la basura se ha escondido bajo la alfombra. Ahora vendrá la difícil tarea de transparentarlo todo. Se visualizará renovada información que algunos imaginaban pero que no estaban disponibles. Es imperioso construir ese diagnóstico para evaluar la gravedad de lo acaecido y empezar, desde allí, a diseñar ese camino que permita resolver uno a uno los desmadres de este tiempo perdido.

Suponer que ese procedimiento será simple sería de una gran ingenuidad. Que algunos ciudadanos estén exultantes porque entienden que el ciclo vigente ha llegado a su fin es esperable, pero la clase dirigente tiene la inmensa responsabilidad de advertir a todos acerca de lo que ha sucedido en el pasado y lo que ahora tienen en sus manos de cara al porvenir.

Los groseros despilfarros, los obscenos excesos, la dilapidación imprudente de los recursos de todos ha sido una de las características de esta era. No se sale de allí solo con emotivos discursos, excitantes festejos, ocultamientos piadosos y mentiras que intenten mitigar el malhumor social.

Desactivar el explosivo coctel que engendraron los gobernantes demandará no solo de varios años, sino de una singular inteligencia que permita desarticular cada torpeza cometida, dominar cada adversidad concreta, minimizando el seguro impacto negativo que recaerá sobre tantos.

Algunos asuntos llevarán mucho tiempo. Tal vez sea necesario esperar varias generaciones para olvidar estos infortunios. Un mandato de gobierno no bastará para resolverlo todo. El daño ha sido gigante y no debe ser subestimado. Aún resulta imposible dimensionar la magnitud del desorden.

La destrucción de la cultura del trabajo y una perversa mutación de los valores morales no se solucionan con cuantiosas inversiones, mayor seguridad jurídica, el sinceramiento de las variables, la apertura de los mercados y la integración con el mundo. Ni siquiera una alta dosis de sensatez y el regreso del sentido común alcanzan para restablecer parcialmente esas profundas heridas que el régimen deja como legado.

Pese a lo que muchos sostienen, lo económico no es lo más importante. Es solo una parte del problema que, claramente, debe ser abordado para evolucionar. Pero es trascendente entender que la batalla que asoma se dará en otros campos que precisarán de más esmero y dedicación.

Por astutas que sean las decisiones y empeño que se le asigne a la gestión, la recuperación será invariablemente lenta y gradual. Habrá que prepararse para esta dificultosa fase, acompañando apropiadamente su ritmo.

Después de todo, no se ha llegado hasta aquí de casualidad, sino con la imprescindible complicidad de esta sociedad que hoy parece dispuesta a darse una nueva oportunidad. La autocrítica tendrá que ser la protagonista excluyente si realmente se espera una transformación con mayúsculas.

Se necesitará entonces de mucha paciencia, de bastante prudencia y de una tenaz perseverancia, para no cometer los mismos errores del pasado. La actitud adecuada será la verdadera clave. Por eso resulta fundamental disponer de esa madurez cívica que admita expectativas moderadas.

Alberto Medina Méndez

albertomedinamendez@gmail.com

skype: amedinamendez

http://www.existeotrocamino.com

54 – 379 – 4602694

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Twitter: @amedinamendez

09
Nov
15

UN INTRUSO LLAMADO CELULAR

Fbar celular antropafago

La hora de las comidas es sagrada y durante este tiempo nadie debería ser interrumpido por el timbre de un teléfono celular.

Según informaciones, ya hay algunos restaurantes europeos en los que decomisan a los clientes sus celulares, para que así ellos puedan tener tranquilidad, mientras disfrutan del placer de comer, beber y conversar amenamente con los amigos, sin ser interrumpidos por los molestos timbres ni tener que soportar a personas dando vueltas como fieras enjauladas caminando por entre las mesas hablando a los gritos.

Es que en verdad es bastante molesto estar hablando con alguien y de pronto, ser interrumpidos por el molesto timbre del teléfono móvil y quedarnos con la palabra en la boca y, por lo tanto, perder el hilo de la conversación o el interés en ella, a causa del intruso aparato.

Naturalmente, el teléfono celular es muy útil y práctico cuando se le da un buen uso. Pero, desafortunadamente, parece que muchas personas no pueden vivir sin el dichoso aparato pegado a sus orejas a toda hora como si fuera un apéndice.

Y cada día es peor, antes la gente se alejaba a un rincón para hablar, pero ahora han perdido el respeto hacia los demás. Muchas personas gritan como locos sin importales el lugar donde se encuentren y han llegando al extremo de hablar y conducir el auto con una sola mano, mientras con la otra sostienen el celular, poniendo no solamente en riesgo sus vidas, sino las de otras personas.

Indudablemente, el teléfono celular es un aparato de gran utilidad, pero sólo debería ser utilizado para llamadas breves o en casos urgentes.

José M. Burgos S.
burgos01@bellsouth.net

01
Nov
15

No bajar la guardia

Guardia.En Buenos Aires, en la plaza San Martin se encuentra el monumento de los caídos en la guerra de las Malvinas. Está formado por 25 placas de mármol negro con los nombres de los 649 combatientes caídos en la guerra acontecida en 1982. La Guardia está compuesta por miembros del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, ataviados con sus respectivos uniformes históricos.El gesto, el temple y la firmeza con que sostiene el arma este marino hacen honor a las victimas. Foto y pie de Foto: Hernán Piñera.


La euforia irracional y el entusiasmo desmedido pueden convertirse en una verdadera trampa cuando las batallas son prolongadas. Las tensiones políticas del continente vienen de larga data y pueden perdurar en el tiempo. Este proceso no se ha iniciado ahora. Es el patético resultado de décadas de populismo creciente y un estatismo a prueba de todo.

No se debe cometer el error de creer que ciertas victorias circunstanciales son éxitos concluyentes. El cansancio, el hartazgo, los desaciertos propios de los demagogos, pueden encaminarlos hacia eventuales tropiezos.

No se trata de no festejar los logros, sino de tomar conciencia del contexto, de dimensionar apropiadamente los acontecimientos y comprender que los actores de la política contemporánea serán reemplazados por otros. Ellos se suceden entre sí, pero sus ideas centrales permanecen. Podrán mutar o adaptarse, pero solo para tomar fuerza y arremeter bajo un nuevo disfraz.

Es lo que dice la historia reciente de estos países. El populismo tiene una extensa trayectoria. Se ha transformado e innovado, buscando nuevos perfiles para volverse más eficaz, hábil y perverso. Casi sin percibirlo, quienes intentan reemplazarlo en el poder, terminan utilizando idénticas tácticas, aplicando similares recetas e imitando ese peligroso recorrido.

Es importante tener cuidado, conocer la coyuntura en profundidad y tener los pies sobre la tierra. La amenaza nunca desaparece. En todo caso, frente a cada logro concreto, a cada pequeño paso en positivo, se debe tomar posición, fortalecer ese espacio para consolidar lo obtenido y sostener el apoyo popular que, en el actual esquema, es el pilar vital del sistema.

La política es dinámica. Los escenarios se modifican rápidamente y, por imperceptible que parezca, a veces, la sumatoria de insignificantes hechos aislados son los que van construyendo un todo que en un momento determinado se manifiesta con vigor y sin contemplaciones.

Los sistemas electorales pueden ayudar a unos a triunfar y perjudicar a otros conduciéndolos al fracaso, pero el termómetro del clima de ideas que impera en una sociedad es bastante más difícil de interpretar.

Es imprescindible no confundirse. Son esas ideas que la sociedad defiende, esos valores con los que la comunidad comulga, esas premisas y creencias, esos paradigmas, los que determinan las políticas de largo plazo.

Una nación que cree que el Estado debe hacerlo todo, que su progreso depende más de las dádivas de sus gobernantes que de sus propios talentos, méritos y esfuerzos, que pretende ayudar a los más débiles saqueando a otros usando coercitivamente la ley, no tiene futuro alguno.

Esa sociedad está condenada a vivir bajo las reglas de la demagogia y el populismo, solo porque no se anima a promover con convicción un sistema que priorice la cultura del trabajo y establezca incentivos para que aquellos que lo deseen genuinamente puedan generar riqueza y prosperar.

Los equilibrios siempre son inestables. Suponer que lo logrado es absoluto implica no entender la naturaleza humana. Todo está en constante movimiento y como bien decía Heráclito «lo único inmutable es el cambio».

Si se entiende esta realidad no es posible darse el lujo de relajarse. Los que defienden el colectivismo como matriz, los que creen que los individuos deben subordinar sus libertades al bienestar general, solo tropiezan de tanto en tanto, pero suelen tomarse revancha y volver con más ímpetu.

Es posible que los personajes de turno se retiren del juego. Ya ha sucedido eso en el pasado. Pero no menos cierto es que serán otros los que heredarán su voracidad por el poder e intentarán ocupar ese lugar.

Ellos saben conquistar el poder. Es posible que se equivoquen, pero siempre retoman la lucha y dan la pelea política. Cuentan con la ventaja de no tener escrúpulo alguno y de apelar al «vale todo» para recuperar lo perdido.

Es trascendente entonces, mantenerse en vigilia, ser constantes y perseverantes, evitar la soberbia de quienes creen que sus adversarios han sido definitivamente derrotados, cuando en realidad solo han retrocedido algunos pocos metros y usarán ese desliz para tomar mayor impulso.

Lo que viene puede ser una gran oportunidad, solo en la medida que se comprenda adecuadamente lo que realmente está ocurriendo. Pero lejos se está de haber logrado un triunfo con mayúsculas.

La tenacidad no es una virtud de esta era en la que la fugacidad parece marcar el ritmo. Las actitudes espasmódicas de esta sociedad se han manifestado muchas veces, pero sin lograr afirmarse como corresponde. Es por eso que se corre permanentemente el riesgo de caer en el abismo.

El desafío consiste en estar alertas, en prestar mucha atención a lo que sucede alrededor, porque el futuro depende, en buena medida, de esa conducta constante de resguardar cada victoria, fortalecer ese escalón, para recién luego avanzar hacia el siguiente. Si se hacen los deberes, tal vez se pueda dar vuelta la página en algún momento y soñar con un porvenir mucho mejor. Para eso será indispensable no bajar la guardia.

Alberto Medina Méndez

albertomedinamendez@gmail.com

skype: amedinamendez

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Twitter: @amedinamendez




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