1 de enero de 2013, 19 aniversario del EZLN. Foto:
Centro de Medios Libres de la Ciudad de México
A la Memoria de Julio Antonio Mella
México DF, diez de Enero de 2013
Doctor Mario Héctor Rivera Ortiz
Doctora Carlota Guzmán de la Garza.
A partir de la autodisolución de los partidos obreros y/o de su desprestigio profundo frente a las masas de trabajadores de México y buena parte del mundo se pusieron de moda los movimientos sociales como forma de lucha contra las clases sociales explotadoras y el Estado capitalista. Por su parte algunos demócratas “instruidos” dieron por muerto el marxismo-leninismo y predicaron una nueva era del social-populismo.
Dichos movimientos sociales se constituyeron casi siempre sobre la base de alianzas de grupos e individuos revolucionarios resueltos con elementos vacilantes y a veces “neutrales” de la pequeña burguesía: pequeños propietarios, burócratas, campesinos, intelectuales, religiosos y simples aventureros políticos.
Ello explica porqué la mayoría de estos “movimientos populares sostenidos”, como los denomina Enrique Semo, devinieron en agrupaciones que dejaron de expresar un pacto de lucha de clases para únicamente representar un performance en el espectáculo de la neutralidad política, revestido de membretes radicales y humanistas y frases generales sobre la “igualdad”, el “amor” la “regeneración” la “unidad”, la “pluralidad”, y demás cosas similares de la retórica liberal-populista., pasándose de este modo al lado del capital. El predominio de elementos no proletarios dentro de ellos explica ese peligroso viraje, al igual que la ausencia de una cultura marxista-leninista.
Ejemplos de estos movimientos y asociaciones “neutros” son las ONGs… las agrupaciones en pro-derechos humanos, los frentes populares y los partidos democráticos de “izquierda”, con sus muy contadas excepciones.
Pero el auge de dichos movimientos en algunas regiones del país se explica no sólo por el descrédito de quienes se adjudicaron el título de “comunistas” o “socialistas”, sino también porque en las regiones donde aparecieron y se desarrollaron subsisten formas de producción y división del trabajo muy atrasadas y por consiguiente la clase obrera nunca ha existido o asume formas de organización y conciencia muy atrasadas.
No quiere decir por lo consiguiente que tales expresiones del movimiento social, que en mayor o menor grado adolecen de los problemas planteados, sean por ello reaccionarias, pues en las condiciones concretas donde están, responden a la situación concreta que durante siglos les ha impuesto el capital, como sucede con las poblaciones organizadas en el Congreso Nacional Indigenista y en particular en el EZLN, que han cumplido y cumplen actualmente, una función progresista y revolucionaria.
Otra cosa es el discurso indigenista y pluralista de los intelectuales mexicanos, patriarcas de los centros universitarios y algunos de ellos fundadores de la revista el Machete y de los suplementos culturales de la prensa liberal. En la tarea de difundir el pluralismo, el “aquí y ahora” y el minimalismo orgánico y político se han distinguido intelectuales como Armando Bartra, Pablo González Casanova, Rolando Cordera Campos, Hermann Bellinghausen y sus discípulos, combatientes ideológicos activos contra los conceptos de “lucha de clases”, “vanguardia”, “revolución”, “partido obrero”, “centralismo democrático”, “dictadura del proletariado” etc.,
En una aparente contrapartida, la experiencia histórica enseña que el proletariado no puede marchar solo en la lucha contra el capitalismo y que forzosamente tiene que aliarse con diversos sectores sociales no proletarios por un largo periodo histórico antes y después de la toma del poder político. La experiencia demuestra, además, en forma inequívoca, que muchos de estos aliados son inconsecuentes y frecuentemente traicionan al movimiento revolucionario, por lo que, en el camino deben ser combatidos y aislados de las masas. La revolución y la construcción del socialismo ponen a prueba la capacidad de los comunistas para forjar y mantener esos pactos en la guerra de clases y ganar su hegemonía.
La intelligentsia antimarxista-leninista argumenta en favor de sus posiciones demócrata-populistas el fracaso de las grandes transformaciones que impulsaron Lenin, Stalin y Mao, como antes lo hicieron los oportunistas europeos en relación con el fracaso de La Comuna de París, sin pensar que jamás un cambio de época histórica se ha logrado de un solo golpe y mucho menos de la noche a la mañana. Por otro lado estos críticos acérrimos del socialismo, curiosamente nunca incluyeron en sus reflexiones consideraciones y dudas acerca del fracaso de los mandamientos de la Ley de Dios, promulgada desde hace muchos siglos.