Archivo de diciembre 2015

29
Dic
15

El imprudente recurso del endeudamiento.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAEl Estado precisa de medios económicos para su normal funcionamiento. Para ello apela a los mecanismos habituales, aunque a partir de esas líneas básicas de acción, da nacimiento a algunas variantes muy similares.

Los impuestos han sido el medio más rutinario, ya que le permite al Estado apropiarse una parte importante del fruto del esfuerzo de los ciudadanos que componen una comunidad, en una suerte de saqueo legalizado.

Una forma alternativa, no menos significativa, ha llegado gracias a la cuestionable potestad de emitir moneda artificialmente, abusando de un monopolio que los circunstanciales administradores de la cosa pública han construido, y luego perpetuado, con absoluta premeditación, disponiendo entonces, a su servicio, de un manantial casi inagotable.

Una tercera chance aparece también con bastante frecuencia. Está ligada con la atribución de los gobiernos de endeudarse, obteniendo acceso a dinero en el presente, para gastarlos a mansalva ahora, a cambio de reponerlos en su totalidad en el futuro con un adicional de intereses.

No existe fuente de financiamiento estatal que despliegue bondades. Todas ellas son perjudiciales y lastiman con potencia a las libertades individuales, impactando sobre la actividad económica, alterando el sistema de precios, dañando todo a su paso, de un modo, a veces, casi imperceptible.

Pero tal vez la más patética de esas herramientas es la que le permite endeudarse al Estado. Es que la «fiesta», ese momento en el que se aplica el dinero, la disfruta una sola generación, pero son habitualmente los que vienen los que terminarán pagando ese jolgorio. Nada más ruin que gastar ahora, para que los hijos sean los que abonen los excesos de sus padres.

Algún piadoso analista dirá que cuando esa deuda se asigna para obras de infraestructura que permanecerán en el tiempo, se configuraría cierta clase de atenuante. Es materia opinable. Lo concreto es que los que pagarán, tendrán que hacerse cargo de una deuda sobre la que no han podido opinar.

Es trascendente entender que el tema de fondo es realmente otro bien diferente, que tiene que ver con el volumen y eficacia del gasto estatal, lo que supera largamente la retorcida discusión acerca de cómo efectivamente se cumplen con esos compromisos ya asumidos previamente por el Estado.

Claro que cuando las erogaciones son infinitas, la búsqueda de recursos también recorre el mismo tortuoso camino, y entonces las decisiones inadecuadas se multiplican y muestran la peor cara del sistema. Un Estado austero no tendría esta dimensión de problemas y resolvería la cuestión de un modo mucho más simple, con consensos y sin grandes complicaciones.

En tiempos de inflación, esa que se origina en un fenómeno estrictamente monetario, sin el cual sería imposible su gestación, existe una tentación casi serial por operar sobre sus efectos y no sobre sus indisimulables causas.

Los más ingenuos e ignorantes creen aún en la existencia decisiva de los formadores de precios. Los más heterodoxos recitan aquello del diálogo social con los protagonistas y apuestan todo a la utilización de sus mágicos rudimentos que permiten, invariablemente, amedrentar al mercado.

Lo cierto es que con un gasto estatal obsceno, absolutamente nada alcanza y la emisión resulta finalmente imprescindible para cubrir los dislates de los gobernantes de turno. La solución de fondo pasa por reducir el gasto de los gobiernos acomodándolo a sus demostrables urgencias. Y sobre todo, el tema pasa por comprender la naturaleza de la existencia del Estado, sus fines últimos y las razones de su aparición en la civilización contemporánea.

Lamentablemente, algunos países, demasiados tal vez, vienen recurriendo a un ardid tan inmoral como cruel. Es que una vez que se ha superado la barrera de la voracidad fiscal, cuando ya no cabe posibilidad alguna de seguir incrementando impuestos, los gobiernos deben resolver el dilema.

O disminuyen el gasto estatal, cosa que jamás hacen con convicción, o buscan otras opciones para solventar sus aventuras políticas personales. Cuando nadie les presta porque han dejado de ser serios, saben que la emisión monetaria está siempre disponible, pero frente al primer resquicio que se abre para solicitar empréstitos, no dejan pasar esa ocasión.

El camino adecuado para resolver el problema central es abordar el indecente tamaño del gasto estatal. De lo contrario, la discusión eterna girará alrededor de decidir cuáles serán las próximas víctimas a saquear.

El razonamiento tradicional de los gobernantes consiste en evaluar si esquilmarán a los que producen y consumen vía impuestos, a los ciudadanos en general, pero en especial a los más pobres, si optan por emitir moneda artificial generando inflación, o apelan al endeudamiento hipotecando el futuro de los que jamás decidieron pagar la fiesta ajena.

En estos días se empieza a percibir un giro evidente. La idea no es bajar el gasto, sino en todo caso, cambiar la fuente de financiamiento. Siendo que los impuestos no pueden aumentarse, pues parece el tiempo de aprovechar los vientos externos favorables y un mercado de capitales generoso, para reducir la emisión monetaria y reemplazarla por el eterno endeudamiento.

Definitivamente, no es la solución. Solo se trata de otro parche más, inclusive mucho más perverso que el vigente, porque intenta disimular los incómodos efectos de corto plazo del aumento de precios y suplirlo por este artilugio camuflado, que solo se notará cuando llegue la cuenta y haya que pagarla. Si no se comprende cabalmente como funciona este mecanismo, pues se seguirá por la senda del imprudente recurso del endeudamiento.

Alberto Medina Méndez

albertomedinamendez@gmail.com

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29
Dic
15

Desde Venezuela: A PROPÓSITO DEL 6D

 

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Caracas, Venezuela, vista desde Valle Arriba. Foto: Daniel

80º Mensaje histórico

(Ensayo de Historia prospectiva)

 

Por Germán Carrera Damas

Escuela de Historia

Facultad de Humanidades

Y Educación, U.C.V.

 

Había considerado prudente abstenerme de tocar la importante cuestión con sólo un número y una letra simbolizada, por el cuidado de no interferir con el trato político de la misma por los agentes políticos a quienes competía, en primer lugar, orientar a la opinión pública acerca de sus posibilidades, desde el punto de vista del restablecimiento de la democracia liberal en nuestro país.

Así lo observé, si bien en mis contribuciones al Diplomado de Historia contemporánea de Venezuela, impartido en la Fundación Rómulo Betancourt, en reiteradas ocasiones expresé, y comenté, al tratar de un enfoque prospectivo del presente histórico, una consideración, estrictamente historicista, que consideraba muy oportuno recordar y, quizás, tomar en cuenta.

Consistía en que: …“no he hallado constancia histórica de un régimen democrático que hubiese sido establecido democráticamente. Tampoco la he hallado de un régimen democrático que hubiese sido restablecido democráticamente.”

Cumpliendo con un elemental deber de historiador, abonaba pruebas de lo dicho. Consistían en que mi visión de la Historia, escrita con H grande, se basaba en mi ejercicio como miembro del Buró internacional encargado de elaborar la nueva versión de la Historia del desarrollo científico y cultural de la Humanidad, además de ser coeditor del volumen VI, dedicado al Siglo XIX, y autor de las Conclusiones del mismo; como Director del Comité científico internacional encargado de la elaboración de la Historia General de América Latina; como miembro del Comité de redacción de la Historia General del Caribe; y como miembro del Comité de redacción y editor de un volumen, de la Historia de América Andina, patrocinada por la Universidad Andina Siomón Bolívar. En algunas de las obras mencionadas fui, igualmente, autor de capítulos sobre el siglo XIX.

Como cabía esperarlo, algunos de quienes me favorecieron al escucharme críticamente, alegaron el caso del cese de la dictadura militar y del restablecimiento de la Democracia, ocurrido en Chile; pero lo hicieron subestimando el papel desempeñado en ese tránsito por el Pronunciamiento del Alto Mando militar. Obviamente, quizás la cuestión cambiaría de significado si hubiesen actuado como ciudadanos militares, cual lúcidamente los denomina María Corina Machado; pero, en tal caso, sólo si lo hubieran hecho con sus votos; no en función del servicio llamados a prestarle a la República.

 

*     *     *     *

Hoy, cesando en mi decisión, me veo obligado a ocuparme de la cuestión. Lo hago movido por la preocupación que estimo suscitan recientes tesis, expuestas con motivo de la ejemplar conducta, cívica y democrática, tenida por los ciudadanos con motivo de las elecciones celebradas en el 6 de diciembre de 2015. Me refiero a las siguientes tesis:

 

1º. Lo acontecido careció de antecedentes significativos en lo concerniente a la participación de la sociedad y a la invocación de principios.

Resistiéndome a creer que quienes así valoran los acontecimientos, padecen del contagio de la peregrina tesis de que para derrotar a Chávez se necesita otro Chávez, –escuchada por mí no una sino muchas veces-, representantes de la oposición substituyeron la invocación de los principios de la Libertad, la Democracia y el respeto del ejercicio pleno y libre de La Soberanía popular, que orientó la instauración del Poder civil y rigió el ejercicio de la política durante más de cuatro décadas, por un discurso centrado en una lista de mercado. Esto, porque eso, y no la invocación de principios, sería comprensible por el pueblo. Por ello el resultado electoral del 6D habría sido un voto de castigo, por la escasez y la inflación; y no la reconfirmación, en las urnas electorales, de los valores que han generado la resistencia, activa y pasiva, de millones de ciudadanos durante más de una década.

Por ello, igualmente, la desestimación del papel desempeñado, en tan sostenida como heroica resistencia, por la mujer, los estudiantes universitarios, la Iglesia cristiana católica, la clase media y no pocos ciudadanos soldados, de baja y activos.

2º. Las expresiones de descontento, y hasta de franca resistencia, de sectores de la sociedad, resultaban, en el menor de los casos, redundantes; bastaba con esperar la ocasión electoral y prepararse para hacerla valer.

Durante más de una década se vivió la confusión consistente en que la disidencia expresada electoralmente lograría, pese al trucado Consejo Nacional Electoral, restablecer el régimen sociopolítico liberal-democrático. La persistencia de este erróneo enfoque de la naturaleza del conflicto, ha llegado ahora a desestimar la eficacia de los heroicos actos de resistencia activa; entre los cuales los vividos, con grandes esfuerzos y sacrificios, en varios estados de la República. No sólo se les desdeña como estímulo de la resistencia, sino también y sobre todo como advertencia nada desdeñable dirigida a las fuerzas institucionales que han puesto de lado sus obligaciones constitucionales.

 

Los resultados electorales no deberían tener consecuencias conflictivas con el régimen así puesto en condiciones de minoría legislativa, pues quedaría abierta la posibilidad, muy civilizada, de la cohabitación.

            Quienes aún parecen no haber comprendido la naturaleza de la confrontación política padecida por los venezolanas buscan la manera de recomendar tesis colaboracionistas cuya más descabellada expresión se da en el concepto de cohabitación. Pareciera que la creen posible entre un régimen sociopolítico militar-militarista y un régimen sociopolítico liberal-democrático. ¿No están enterados de la suerte corrida por el glasnot y la perestroika; y padecida por el muerto en vida Miguel Gorbachov? Pensar en cohabitación entre un régimen totalitario que se fija como objetivo la destrucción del opositor, y uno que se funda en el ejercicio liberal de la Democracia. La semejanza de la fundamentación ideológica, y el respecto comprobado de las normas constitucionales, son requisitos irremplazables de la cohabitación política.

 

El cambio de régimen, electoralmente procurado, es posible partiendo del acertado desempeño de la nueva Asamblea Nacional.

            ¿Valdría decir confundiendo una derrota política, aunque grande, con un cambio de régimen?

            Cuando entrada la noche del 6D acariciaba la posibilidad de que este gran pueblo que siempre ha sabido superarse en sus propósitos de Libertad y Democracia, pudiese contradecir lo que acostumbraba a decir sobre tal probabilidad, mi conciencia histórica me advirtió de la que parecería ser una simpleza: ganar una batalla no significa, necesariamente, ganar una guerra. En otras palabras: infligirle una derrota a un régimen sociopolítico no significa demolerlo; mucho menos erradicarlo. No creo necesario apelar a las ya vistas reacciones del derrotado, manifiestas y activas, para hacer valer este aserto. En cambio, la Historia registra muchos casos en los cuales una victoria significó la definitiva derrota del vencedor. ¿Será necesario enumerarlas? ¿O bastará recordar el aserto del Mariscal Kutusoff cuando, enfrentado a Napoleón, produjo el aparentemente simplista aserto de que la batalla más importante es la última.

 

            5º La tarea primordial planteada es la de lograr una suerte de concertación nacional para enfrentar, y al menos paliar, la aguda crisis económica y financiera.

No creo que sea el momento de subestimar el hecho de que tal crisis es resultante del ejercicio despótico del Poder público por el régimen militar-militarista bolivariano, cuya instauración fue anunciada por este historiador en el instructivo, publicado, que elaboró para el Seminario de graduados que impartió durante el semestre de otoño del 2000, en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Florida, en Gainesville (1ª ed. 2001; 2ª, 2005; 3ª, 2011, como “El bolivarianismo-militarismo, una ideología de reemplazo, por intoxicación ideológica propia e inducida por el fidelismo, -entendido éste como arrebato despótico, substitutivo de toda aspiración ideológica, ¿Alguien sabe algo de la Doctrina básica de la destrucción del esfuerzo republicano de los cubanos, erróneamente bautizada como La Revolución cubana?

 

*     *     *     *     *

No creo razonable cerrar estas sumarias consideraciones historiográficas sobre acontecimientos que inician su evolución y desarrollo, sin dejar constancia de las dos razones que me inducen a comunicarlas por esta vía:

Estimo cumplir de esta manera con el por mí exaltado deber social del historiador venezolano, que consiste no sólo en contribuir a la fundamentación y orientación de la conciencia histórica del venezolano, sino también en explorar los procedimientos de la historia prospectiva, como generadora de elementos para esas fundamentación y orientación, ubicando el estudio de la Historia contemporánea en un largo período que, intentando penetrar en el presente histórico, desborde el presente cronológico.

 

Caracas, 28 de diciembre de 2015.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

16
Dic
15

¿QUÉ ES UNA CRISIS VERDADERA?

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Foto; Javler

En tiempos de crisis económica, prácticamente a nivel mundial, vale la pena preguntarnos si este tipo de crisis es comparable al terremoto que casi acaba con Haití, el país más pobre de nuestro hemisferio, a un devastador huracán, a una enfermedad terminal, o a muchos desastres que han afectado, afectan y afectarán diariamente a personas que viven verdaderas tragedias, no sólo de tipo económico, sino de abusos, de injusticias o de salud.

Hace ya mucho tiempo, un 13 de octubre de 1972, un avión F-571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la cordillera de Los Andes con 45 personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes. La mayor parte de los pasajeros eran jóvenes integrantes de un equipo aficionado de rugby acompañados de familiares y amigos. Tan sólo 16 de ellos sobrevivieron.

Muchos años después, uno de los sobrevivientes de nombre Fernando Parrado, habló hace algún tiempo en una conferencia que se llevó a cabo en la Ciudad de México y dio algunos consejos a aquellas personas que tanto se quejan de sus vidas.

Los consejos de Parrado, que en la actualidad debe rondar los 65 años de edad, conmovieron a 2.500 ejecutivos en Expo Management.

¿Qué conferencista logra, en una época donde todo el mundo vive agobiado, colmar un auditorio con 2.500 personas, que viven ocupadas con apretadas agendas, durante una hora?

Fernando Parrado lo logró. Logró llenar un auditorio con capacidad de 2.500 que incluía a altos ejecutivos y empresarios, muchos de ellos con sus mujeres e hijos, sin que ninguno se perdiera el más mínimo detalle.

muchos años después de aquella tragedia que asombró al mundo, consiguió emocionar hasta las lágrimas al narrar la increíble odisea que vivió con otros compañeros durante 72 días en un lugar inhóspito, rodeados de altas montañas cubiertas de nieve, sin alimentos y sin agua.

Su presentación se compuso de dos partes completamente diferentes, Fue un monólogo acompañado por algunos videos y fotografías de la gran montaña.

La primera parte fue un relato lleno de anécdotas que marcaron para siempre aquella odisea a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, en la que perdió no sólo parte de sus amigos, sino también a su madre y a su hermana.

Este es su relato:

«¿Cómo puede ser posible sobrevivir en un lugar donde nadie puede hacerlo?» -Se preguntó a sí mismo-. Nosotros lo logramos gracias a que hubo liderazgo, toma de decisiones y espíritu de equipo, porque todos nos conocíamos desde mucho tiempo atrás.

Los que han obtenido éxito, suelen decir que la suerte no existe. Pero la verdad es que en la vida es un factor fundamental. Cuando llegamos al Aeropuerto Internacional de Montevideo, no daban número de asiento para el avión. A mí me tocó, de casualidad, la fila 9 al lado de mi mejor amigo.

Cuando el avión impactó en la montaña, se partió en dos. De la fila 9 hacia atrás no quedó nada.

Los 29 sobrevivientes del primer impacto viajaban en la parte que quedó a salvo, 24 de ellos no sufrieron ni un rasguño, pero posteriormente este
grupo se fue reduciendo con el paso de los días. Unos tenían enfermedades preexistentes y se les agotaron sus medicamentos, y otros, no pudieron soportar 72 días de temperaturas extremadamente frías, hambre y sed, quedando al final tan sólo los 16 que finalmente pudimos salir con vida.

Los menos golpeados, empezaron a ayudar, actuando como un verdadero equipo. Se administraban las barritas de chocolate y el maní, llegando al extremo de comer cada uno tan sólo un grano con intervalos de horas.

Marcelo, el capitán y líder, asumió su trabajo para contener a los pasajeros cuando le preguntaban que qué pasaba, que por qué no había llegado ningún equipo de rescate.

De común acuerdo, decidimos aguantar. Pero días después, el líder se derrumbó al enterarse a traves de la radio de que los habían dado por muertos y que habían suspendido las tareas de rescate.

¿Cómo hubieran reaccionado ustedes ante esta noticia? El líder se desmorona, se deprime y da la tremenda noticia a los tres jóvenes que él consideró que éramos los más fuertes. A partir de ese momento, tuvimos que tomar el liderazgo.

Imagínense ustedes -continúo Parrado- que yo cierre esta sala bajo una temperatura de 14 grados centígrados bajo cero, sin agua, sin comida, sin esperanza, tan sólo esperando a ver quién muere primero».

Un silencio sepulcral y estremecedor se hizo en ese momento desde la primera hasta la última fila.

Parrado hizo una pausa, tomó un poco de agua y continuó: «Ahí, amigos míos, me di cuenta de que al universo no le importa qué nos pasa. Por lo tanto, tuvimos que tomar drásticas decisiones.

Pasados 12 o 13 días, le pregunté a uno de los chicos:
-¿Qué estás pensando?-
-Lo mismo que tú- me contestó.»

Debo hacer un paréntesis para hacer notar que, inexplicamente, Fernando Parrado, omitió decir en esta conferencia que un pequeño grupo había tomado una terrible decisión, y que habían elegido a su compañero Roberto Canessa, quien tenía fama de ser el más elocuente, para dar la noticia de la crítica situación que estaban afrontando, a los demás sobrevivientes.

Recuerdo haber leído en un periódico de aquella época, que Roberto Canessa habló más o menos en los siguientes términos:

«Queridos compañeros y compañeras: se me ha encomendado la difícil tarea de informar a ustedes cuál es la situación, es inútil tratar de prolongar este silencio.

-¿Cuál es? -preguntó un chico.
-El rescate ha sido suspendido -respondió-, ésta es la cruda e inhumana realidad.

Todos se quedaron mudos, paralizados, con los ojos desorbitados y las bocas abiertas del terror.

Canessa rompió el silencio y se estableció el siguiente diálogo:
Canessa: «Mientras hay vida, hay esperanza».
Pregunta: «¿Esperanza? ¿Qué esperanza vamos a tener si suspendieron el rescate?»
Respuesta: «Tenemos que recuperar fuerzas y salir por nuestros propios medios, para lograrlo necesitamos proteínas»
P: «Y, ¿dónde vamos a conseguir esas proteínas?»
R: «Los que se han ido al más allá, nos ofrecen sus cuerpos para que nosotros podamos sobrevivir»
P: «¿Comer carne humana? ¡Dios nos ampare! No somos caníbales»
R: «Hace veinte siglos vino un hombre al mundo y dio su carne y su sangre por nosotros. El dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo, tomad y bebed, ésta es mi sangre. La carne que vamos a consumir para salvarnos no constituye un banquete, sino una comunión. Una comunión para poder regresar a los que aún tienen esperanza de que estemos vivos, a nuestras familias».

Sin haber mencionado este importante pasaje, Parrado continuó, apelando a conceptos típicos del mundo empresarial.
«Hubo planificación, estrategia y desarrollo. Cada uno empezó a hacer algo útil, que nos ayudara a continuar con vida: zapatos, bastones… Y cortas expediciones. Así fuimos conociendo nuestra terrible prisión de hielo.»

Hizo una nueva pausa para tomar un poco de agua.

«Hasta que decidieron elegirme para la expedición final, porque la montaña nos estaba matando lentamente, nos debilitábamos, se nos estaba agotando la comida».

«Subí aterrado en compañía de Roberto Canessa a la cima de la montaña, con la esperanza de ver desde allí los valles verdes de Chile, pero nos encontramos con más nieve y montañas por todas partes. En ese momento, decidimos que moriríamos caminando hacia algún lugar. No nos quedaríamos paralizados, ésa sería la peor decisión».

Parrado calló por unos instantes, y luego dijo: «Pero ésta no es la historia que vine a contarles».

Contó que su verdadera historia comenzó cuando regresó a su casa, sin su madre ni su hermana, sin sus amigos de infancia y con su padre que tenía una nueva pareja.

«Ustedes hablan de crisis? ¿De qué crisis me hablan? ¿Estrés ¿Qué estrés? ¿Saben ustedes lo que es? Estrés es estar muerto en vida a 6000 metros de altura, sin agua ni comida», Enfatizó.

Recordó un diálogo que una vez tuvo con su padre, quien le dijo: «Mira siempre hacia adelante, anda tras esa chica que tanto te gustaba, ten tu vida, trabaja. Yo cometí el grave error de no decirle a tu madre tantas cosas por estar siempre ocupado, el error de no compartir más tiempo con tu hermana, de no darme tiempo para platicar con ellas mis vivencias, de no decirles cuanto las amaba».

Fernando Parrado finalizó su discurso determinado: «Las empresas son importantes, el trabajo también lo es, pero lo verdaderamente valioso está en la casa, las personas que encontramos en ella al regreso del trabajo: la familia.

Mi vida cambió, pero lo más valioso que perdí fue ese hogar que al regresar ya no existía».

Los asistentes se pusieron de pie para despedirlo con una interminable ovación.

Cuántas veces nos quejamos de pequeños detalles a los que calificamos de problemas y nos olvidamos de lo más importante: disfrutar de la vida, de la familia y de los amigos.

Lo que vivieron aquellos jóvenes sí fue una verdadera crísis, pero la superaron.

José M. Burgos S.
burgos01@bellsouth.net

04
Dic
15

LO QUE NO VALORAMOS

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  Foto: Ana Lignelli

 

 

La vida es dura, pero vale la pena vivirla y degustarla lentamente.

Es dura cuanto te sientes solo. Cuando te quieren hacer sentir mal, -si tu lo permites-, cuando crees que todos te traicionan, cuando la cosa mas pequeña te entristece o cuando recuerdas momentos del pasado que te lastiman.

La vida es dura cuando no aprendes a valorar las cosas positivas y te concentras en las negativas, cuando no le das valor a tu salud y a la de tus seres queridos hasta que se enferman o mueren.

Todos hemos sufrido en mayor o menor grado dolores e injusticias que, con el pasar de los años, se incrementan. Siempre existirán personas que te quieren lastimar y hacerte victima de sus propias frustraciones -si tu lo permites-. De estas personas es necesario alejarse y buscar otras con las que se puedan disfrutar las cosas bellas que la vida nos ofrece.

El fracaso no existe, existen los errores que nos dejan experiencias para no volverlos a repetir y asi lograr las metas anheladas.

El dinero no lo da todo y no debemos convertirnos en esclavos de las riquezas materiales, porque al hacerlo perdemos otras, si las dejamos pasar en un segundo plano: El valor de la familia, los amigos verdaderos y las cosas sencillas que reconfortan y fortalecen nuestro espiritu.

No hay veneno mas dañino para el alma que el odio, la envidia y la codicia que matan lo mas hermoso del ser humano.

¿Cuanto daria el millonario que se halla en un cuarto de hospital para recuperar su salud y poder recibir los rayos del sol y la brisa acariciante? ¿Cuanto daria aquel que se encuentra privado de la libertad por recobrarla? Y el que llega mutilado de una guerra… ¿Que daria por recuperar sus organos perdidos? ¿Y los secuestrados? … ¡los secuestrados! Aquellos que han perdido su libertad, sus familias, su salud y hasta la esperanza! ¿Que no darian estas pobres victimas ignoradas por un mundo indiferente por volver a abrazar a sus seres queridos y a respirar el aire de la libertad?

Todos, absolutamente todos de acuerdo a nuestras posibilidades debemos luchar porque se termine este inmenso flagelo.

Jose M. Burgos S.

burgos01@bellsouth.net




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