21
Ago
12

El efecto de las palabras

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Foto: Bolorio

 

Una de las primeras cosas que aprendemos es a comunicarnos los unos a los otros a través de las palabras. Con ellas formamos frases y podemos expresar nuestros sentimientos y nuestros pensamientos.

No es verdad que las palabras se las lleve el viento. Las palabras dejan huellas, dejan alegría, dolor, amor, odio, y hasta pueden sanar o matar.

Es necesario pensar antes de hablar porque nuestras palabras pueden marcar para bien o para mal nuestro destino.

A través de palabras bondadosas podemos dar consuelo a quienes lo necesitan o lanzar venenosos dardos que causan dolorosas e incurables heridas, pues una vez que hemos causado un mal, ya el daño está hecho y aunque intentemos remediarlo, siempre quedará como un jarrón que se rompe y después se pega, con imborrables cicatrices.

Las palabras pueden destruir un matrimonio o una amistad y hasta a un país, pero también pueden brindar esperanza y bienestar. Por lo tanto, debemos tener sumo cuidado al utilizarlas.

Hay personas que utilizan las palabras con sarcasmo, con ironías, con burlas, con ofensas y hasta con calumnias como un medio parar alcanzar un objetivo. Las personas que recurren a medios innobles para lograr una meta, no son dignas de confianza.

Algunos son tan hirientes, que se pasan de la línea llegando hasta el extremo de burlarse de la primera autoridad de un país, abusando de los privilegios que les permite la libre expresión. Se puede criticar, claro está, pero dentro de los parámetros elementales del respeto hacia nuestros semejantes. Quienes se mofan de otros seres humanos merecen ser marginados, porque nadie tiene derecho a burlarse de sus semejantes y quien lo hace es una persona llena de vileza.

Pero si por el contrario, tratamos a nuestros semejantes con respeto y consideración, tendremos derecho a exigir lo mismo, respeto y consideración.

Por ejemplo, si tengo un amigo que está aprendiendo a tocar al piano y no lo hace muy bien y me burlo de su esfuerzo diciéndole que es un desastre, que debe dedicar su tiempo a otra cosa, de seguro mis palabras causarán un efecto negativo en él y se sentirá desanimado para continuar. Pero si por el contrario, le doy una palmada de ánimo en la espalda y le digo con una sonrisa que noto que está progresando, su autoestima subirá, se sentirá motivado y se esforzará aún más por progresar. Por lo tanto, mis palabras han influido positivamente para aumentar su autoestima.

La libertad de expresión es un privilegio democrático, pero, desafortunadamente, no siempre nos expresamos apropiadamente porque pensamos ser los dueños de la razón y no escuchamos otros pensamientos, lo que nos convierte en fanáticos incapaces de reflexionar.

Es muy importante cuidar nuestras palabras, con ellas podemos construir, destruir, expresar amor, odio, aprecio, desprecio, generosidad y rechazo. A través de ellas, podemos inducir a buenas acciones o provocar enemistades y discordia.

Hay algo que no tiene discusión, aprendemos más y nos equivocamos menos, cuando escuchamos más de lo que hablamos.

José M. Burgos S.
burgos01@bellsouth.net


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